miércoles, 28 de marzo de 2012

Amanecer ♟♜ Capítulo 7: Algo inesperado



La línea de negrura avanzaba sobre mí a través de la niebla que 
me envolvía. Yo podía ver sus oscuros ojos rubí brillando con 
deseo, ansiosos por matar. Sus labios se retiraban por detrás de 
sus afilados, húmedos dientes- algo como un gruñido, como una 
sonrisa. 
Escuché al niño gimoteando detrás de mí pero no podía volverme 
hacia él. Aunque estaba desesperada por asegurarme de que 
estaba a salvo, no podía perder ni un instante en mirarle en ese 
momento. 
Ellos parecían fantasmas y estaban cerca, sus negras togas se 
inflaban suavemente con cada movimiento. Veia sus manos 
encrespadas en forma de garras huesudas y blanquecinas. 
Empezaron a distanciarse entre ellos, preparándose para venir 
desde todos los lados. Estábamos rodeados. Íbamos a morir. 
Y entonces, como la ardiente luz de un flash, toda la situación era 
diferente. Todavía nada había cambiado – todavía los Volturi 
avanzaban hacia nosotros, preparados para matarlos. Todo lo que 
había cambiado era como la escena me parecía a mí. De repente, 
tenía hambre de ellos, quería arremeter contra ellos. El pánico fue 
sustituido por sed de sangre cuando avancé hacia delante, con una 
sonrisa en mi cara y un gruñido saliendo a través de mis dientes 
descubiertos. 
Me incorporé de una sacudida. Estaba ardiendo. Mi pelo estaba 
enmarañado y lleno de sudor en las sienes y se enrollaba en mi 
cuello. 
Busqué a tientas en las templadas sábanas y las encontré vacías. 
“¿Edward?” 
Justo entonces, mis dedos se encontraron algo suave, plano y 
rígido. Un trozo de papel, doblado a la mitad. Cogí la nota y crucé 
la habitación para encender la luz. 
Estaba dirigida a la Señora Cullen. 
“Espero que no despiertes y te des cuenta de mi ausencia pero si 
eso pasa, vuelvo muy pronto. Sólo he ido a caza. Vuelve a dormir 
y allí estaré cuando vuelvas a despertarte. Te quiero” 
Suspiré. Habíamos estado allí sobre dos semanas así que debería 
haber esperado que tuviese que dejarme pero no lo había pensado 
en ningún momento. Parecíamos estar como si no existiese el 
tiempo, en un perfecto estado. 
Me sequé el sudor de mi frente. Estaba totalmente despejada 
aunque el reloj del tocador decía que no era más de la una. Sabía 
que no iba a poder dormirme otra vez con el calor y el bochorno 
que sentía. No mencionaré el hecho de que si apagaba la luz y 
cerraba los ojos estaba segura de que podría ver esas figuras 
negras merodeando en mi cabeza. 
Me levanté y paseé a través de la oscura casa, encendiendo las 
luces. Parecía tan grande y vacía sin Edward. Era diferente. 
Acabé en la cocina y decidí que lo mismo una buena comida era 
lo que yo necesitaba. 
Rebusqué en el frigorífico hasta que encontré todos los 
ingredientes para un pollo frito. El chisporroteo del pollo en la 
sartén era un agradable y dulce sonido; me sentía menos nerviosa 
mientras se llenase el silencio. 
Olía tan bien que empecé a comer directamente de la sartén, 
quemándome la lengua. Al quinto o sexto bocado se había 
enfriado lo suficiente para mi gusto. Mastiqué más despacio. 
¿Había algo extraño en el sabor? Comprobé la carne y estaba 
blanca pero completamente hecha. Tomé otro bocado para probar. 
Ugh – definitivamente asqueroso. Salté para escupirlo en el 
fregadero. De repente, el olor de pollo y el aceite me parecía 
asqueroso. Cogí el plato entero y lo vacié en la basura, entonces 
abrí las ventanas para que saliese el olor. Una brisa helada entraba 
de fuera. Mi piel lo agradeció. 
Estaba tremendamente cansada pero no quería volver a la cálida 
habitación. Así que abrí más ventanas en la sala de la TV y me 
tumbé en el sofá que había debajo de ellas. Volví a ver la película 
que ya habíamos visto el otro día y rápidamente me quedé 
dormida con la canción del principio. 
Cuando abrí los ojos, el sol estaba en medio del cielo pero no fue 
la luz lo que me despertó. Eran unos gélidos brazos. 
Él puso una mano helada en mi frente. Era muy agradable.
Al mismo tiempo, derrepente un dolor retorcio mi estomago, casi 
como un el dolor despues de un golpe al higado. 
“lo siento”, Edward estaba murmurando mientras limpiaba mi 
frente con su gelida mano. “tanto para nada, no pense cualto calor 
tendrias sin mi, tendre un aire acondicionado instalado antes de 
irme otra vez”. 
No me podia concentrar en lo que el decia, “disculpa” dije 
jadeando, luchando para librarme de sus brazos. 
El me libro automaticamente “Bella?” 
Corri hacia el baño con mi mano apretando mi boca, me sentia tan 
mal que nisiquiera me importo –al principio- que estaba con migo 
mientras estaba agachada sobre el retrete y violentamente 
enferma. 
“Bella? Que pasa?” 
no podia contrestare aun, me sostuvo ansiosamente , quitando mi 
pelo de mi cara, esperando hasta que pudiera repirar de Nuevo. 
“maldito pollo rancio” gemi.  
“estas bien?” su voz era debil. 
“bien”, jadeé, “fue solo intoxicacion , no necesitas ver esto, vete” 
“no lo creo , Bella” 
“vete” gemi otra vez, luchando para parame para limpiarme la 
boca, el me ayudo gentilmente, ignorando los debiles empujones. 
Despues de que mi boca estuvo limpia, me llevo ala cama y me 
sento cuidadosamente, soportandome con sus brazos. 
“intoxicacion?” 
“si” me queje. “me hice pollo anoche, sabia crudo, asi que lo tire, 
pero solo fueron unas mordidas primero”. 
Él puso una mano helada en mi frente. Era muy agradable. 
“¿Cómo te encuentras ahora?” 
Yo lo pensé un momento. Las nauseas habían desaparecido tan 
rápido como llegaron y me sentía como cualquier otra mañana. 
“Bastante normal. Un poquito hambrienta, solamente”
Me hizo esperar una hora y beber un gran vaso de agua antes de 
que me friese unos huevos. Me sentía perfectamente normal solo 
un poco cansada por haberme levantado a medianoche. Puso la 
CNN – habíamos estado tan fuera de contacto que podría haber  
estallado la Tercera Guerra Mundial y no habernos enterado – y 
me dejé caer sobre sus rodillas. 
Me aburrí con las noticias y me giré para besarle. Como aquella 
mañana, un agudo dolor golpeó mi estómago cuando me moví. 
Me separé corriendo de él con mi mano tapando la boca. Sabía 
que no podría llegar al baño esta vez así que fui corriendo al 
fregadero de la cocina. 
Él me sujetó el pelo otra vez. 
“Quizás deberíamos volver a Rio a ver al médico” sugirió con 
preocupación mientras me enjuagaba la boca. 
Negué con la cabeza y me dirigí hacia el pasillo. Los médicos son 
sinónimo de agujas. “Estaré mucho mejor después de lavarme los 
dientes”. 
Cuando mi boca sabía mejor, busqué en mi maleta el pequeño kit 
de primeros auxilios que Alice había empaquetado para mi, lleno 
de cosas para humanos como vendas y analgésicos y mi objetivo 
ahora – Pepto-Bismol. Quizás podía calmar mi estómago y 
tranquilizar a Edward. 
Pero antes de que encontrase el Pepto, vi algo más que Alice 
había guardado para mí. Cogí la pequeña caja azul y la sostuve en 
mi mano durante un largo rato, olvidando todo lo demás. 
Entonces empecé a echar cuentas en mi cabeza. Una vez. Dos. 
Otra más. 
Un golpe me sobresaltó; la cajita cayó dentro de la maleta. 
“¿Estás bien?” preguntó Edward desde la puerta “¿Te encuentras 
mal otra vez?” 
“Sí y no” dije pero mi voz sonó ahogada. 
“Bella, ¿puedo entrar?” Estaba muy preocupado. 
“Vaa…vale” 
Entró y valoró mi situación, sentada entre el suelo y la maleta, y 
mi expresión pálida, mirando a un punto fijo. Él se sentó delante 
de mí, puso su mano en mi frente otra vez. 
“¿Qué va mal?” 
“¿Cuántos días han pasado desde la boda?” susurré. 
“Diecisiete” respondió automáticamente “Bella, ¿qué es lo que 
pasa?” 
Yo estaba contando otra vez. Estiré un dedo, avisándole de que 
esperase y musité los números para mí. Me había confundido 
sobre los días antes. Llevábamos allí más de lo que yo pensaba. 
Volví a empezar la cuenta de nuevo. 
“¡Bella!” cuchicheó con nerviosismo “Me vas a volver loco” 
Intenté tragar. No podía. Así que busqué en la maleta y revolví en 
ella hasta dar con la cajita azul de tampones de nuevo. Se la tendí 
en silencio. 
Él se puso frente a mí, confuso. “¿Qué? ¿Estás intentando 
hacerme creer que tu enfermedad es el síndrome premenstrual?” 
“No,” conseguí dejar de ahogarme. “No, Edward. Estoy 
intentando decirte que tengo un retraso de cinco días” 
La expresión de su cara no cambió. Era como si yo no hubiese 
hablado. 
“No creo que esto sea una mala digestión” 
No respondió. Parecía haberse vuelto una escultura.
“Los sueños,” me susurré a mi misma demasiado bajo.
“Dormir tanto. Los llantos. Toda esa comida. Oh. Oh. Oh” 
Edward parecía totalmente frío, como si nunca me pudiese ver 
más. 
Pensando, casi involuntariamente, mi mano volvió a caer hasta mi 
estómago. 
“Oh” musité de nuevo. 
Me tambaleé sobre mis pies, fuera del alcance de las manos 
inmóviles de Edward. No me había quitado los pantalones cortos 
de seda y la camisola desde que me había despertado. Me deshice 
de la tela azul y la sostuve encima de mi estómago.
“Imposible” gemí. 
No tenía ninguna experiencia con embarazos ni bebes ni nada de 
ese mundo pero no era idiota. Había visto las suficientes películas 
y espectáculos de Tv como para saber que no era así cómo 
funcionaba. Sólo tenía un retraso de cinco días. Si estaba 
embarazada, mi cuerpo todavía no habría registrado el hecho. No 
podía tener náuseas por la mañana, no podía haber cambiado mis 
hábitos alimentarios o de sueño. 
Y, definitivamente, no podía tener un pequeño pero definido bulto 
entre mis caderas. 
Retorcí mi torso y sucesivamente, examiné desde cada ángulo, 
como si eso pudiese hacer desaparecer precisamente la correcta 
pista. Yo pasé mis dedos sobre el suave bulto, sorprendida por la  
roca dura que sentía debajo de mi piel. 
“Imposible” repetí porque, bulto o no bulto, periodo o no periodo 
(y no es que definitivamente no fuese a haber periodo aunque yo 
no me había retrasado ni una sola vez en mi vida), no había 
manera de que estuviese embarazada. La única persona con la que 
yo había tenido sexo era con un vampiro, podía asegurarlo. 
Un vampiro que, por cierto, estaba todavía congelado en el suelo 
sin dar muestras de irse a mover otra vez. 
Así que tenía que tener otra explicación. Algo que iba mal en mí. 
Una extraña enfermedad sudamericana con signos de embarazo, 
sólo que acelerados. 
Y entonces recordé algo – una mañana de búsqueda en Internet 
que parecía que había sido hacía una eternidad. Sentada en el 
viejo escritorio de mi cuarto en casa de Charlie con una gris luz 
pasando débilmente a través de la ventana, enfrente de mi viejo, 
destartalado ordenador, leyendo ávidamente una web llamada 
“Vampiros A-Z” Había sido menos de 24 horas después de que 
Jacob Black, hubiese pretendido entretenerme con las leyendas de 
Quileute, que él aún no creía y me hubiese dicho que Edward era 
un vampiro. Yo había echado un vistazo a las primeras entradas 
de la web que estaban dedicadas a los mitos vampíricos a lo largo 
del mundo. El filipino Dana, el hebrep Estrie, el romano 
Varacolaci, el Italiano Stregoni benefici, la actual leyenda basada 
en lo que mi nuevo suegro me había contado de los Volturi, (nada 
que yo supiera entonces). Yo le había prestado menos y menos 
atención a las historias que iban avanzando de forma imparable. 
Solamente recordaba muy poco de las últimas entradas. Ellas 
parecían como excusas fantasiosas para explicar las grandes tasas 
de mortalidad infantil y la infidelidad No cariño, yo no estaba 
siendo infiel. La sexy mujer que tú viste desnuda por la casa era 
un diabólico succubus. ¡Tengo suerte de haber escapado con vida! 
(por supuesto, con lo que yo sabía ahora sobre Tanya y sus 
hermanas, sospeché que alguna de esas excusas habían sido 
ciertas). Había una para las mujeres, también. ¿Cómo puedes 
acusarme de engañarte – solo porque hayas venido después de dos 
años de un viaje en el mar y esté embarazada? Fue un incubus. Él 
me hipnotizó con sus mágicos poderes de vampiro... 
Había sido parte de la definición de incubus – la habilidad de ser  
padres de niños con sus desafortunadas presas. 
Yo sacudí mi cabeza, aturdida. Pero…
Pensé en Esme y en, especial, en Rosalie. Vampiras que no 
podían tener niños. Si fuese posible, Rosalie ya habría encontrado 
la manera de hacerlo. El mito de los incubus era una fábula. 
Excepto que… bien, había una diferencia. Por supuesto, Rosalie 
no podía concebir un hijo porque ella estaba paralizada en el 
estado que se pasa de humano a inhumano. Una total 
transformación. Y los cuerpos de las mujeres humanas tenían que 
cambiar para albergar un bebé. El constante cambio del ciclo 
menstrual y luego los grandes cambios necesarios para que el 
niño creciese… El cuerpo de Rosalie no podía cambiar. 
Pero el mío sí. El mío lo hacía. Toqué el bulto de mi estómago 
que no estaba el día anterior. 
Un hombre humano – bien, afortunadamente pueden funcionar 
desde la adolescencia a la muerte. Yo recordé una cuestión trivial, 
sacada de quien sabe dónde: Charlie Chaplin estába en sus setenta 
cuando fue padre de su hijo pequeño. Los hombres no tienen que 
portar bebés ni ciclos de fertilidad. 
Por supuesto, ¿cómo podía alguien saber si los vampiros pueden 
ser padres de niños cuando sus parejas no son capaces? ¿Qué 
vampiro de la tierra podría tener el control suficiente para probar 
la teoría con una mujer mortal? ¿O el deseo? 
Podía pensar en una única cosa. 
Parte de mi cabeza estaba clasificando hechos, memorias y 
especulaciones, mientras que la otra mitad – la que controlaba la 
habilidad de mover todos los músculos- estaba muy aturdida 
como para realizar actividad normal. Yo no podía mover mis 
labios para hablar aunque quería preguntarle a Edward que estaba 
pasando. Necesitaba volver dónde él estaba sentado, tocarlo, pero 
mi cuerpo no obedecía mis instrucciones. Únicamente podía 
observar mis asustados ojos en el espejo, mis dedos presionados 
contra el hinchazón de mi torso. 
Y entonces, como en mi intensa pesadilla de la pasada noche, la 
escena se había transformado de forma radical. Todo lo que yo 
veía en el espejo era totalmente diferente aunque nada en ese 
momento era diferente. 
Lo que hacía cambiar todo era un pequeño bulto, cubierto por mi 
mano – procedente del interior de mi cuerpo. 
En el mismo momento, el teléfono de Edward sonó, pidiendo 
respuesta. Ninguno nos movimos. Llamó una vez y otra. Yo 
intenté callarlo mientras presionaba los dedos en mi estómago, 
esperando. En el espejo mi expresión no era muy desconcertada- 
estaba asombrada en ese momento. Me acababa de dar cuenta 
cuando extrañas, silenciosas lágrimas empezaron a deslizarse por 
mies mejillas. 
El teléfono continuaba sonando. Yo deseé que Edward lo 
respondiese – estaba viviendo algo trascendental. Posiblemente, 
lo más trascendental de mi vida. 
Ring! Ring! Ring! 
Finalmente, la irritación pudo con todo lo demás. Me agaché 
hacia Edwar – sentí que me movía con más cuidad, cien veces 
más consciente de cada emoción que sentía – rebusqué en sus 
bolsillos hasta que di con el teléfono. Había medio-esperado que 
él lo hubiera cogido y respondido pero estaba perfectamente 
inmóvil. 
Reconocí el numero y pude fácilmente adivinar porque estaba 
llamando. 
“Hola, Alice” dije. Mi voz no era mucho mejor que antes. Me 
aclaré la garganta. 
“¿Bella? ¿Bella, estás bien?” 
“Sí. Um. ¿Está ahí Carlisle?” 
“Está. ¿Cuál es el problema?” 
“No estoy… un uno por ciento…segura” 
“¿Está Edward también bien? Preguntó cautelosa. Ella dijo el 
nombre de Carlisle y entonces insistió. 
“¿Por qué no coge el teléfono?” dijo antes de que respondiese a la 
primera pregunta. 
“Bella, ¿qué está pasando? Yo solo vi…” 
“¿Qué es lo que viste?” 
Hubo un silencio. “Te paso a Carlisle” respondió por fín. 
Sentí como si me hubiesen inyectado agua helada en mis venas. 
Si Alice hubiera tenido una visión de mí con un niño de ojos 
verdes y cara angelical en mis brazos me hubiese respondido 
¿verdad? 
Mientras esperaba a que Carlisle hablase, la visión que había 
imaginado para Alice bailó ante mis ojos. Un diminuto y precioso 
bebé, más hermoso que el chico de mi sueño – un pequeño 
Edward en mis brazos. Una oleada de calor recorrió mis venas, 
echando al hielo. 
“Bella, soy Carlisle. ¿Qué pasa?” 
“Yo…” No estaba segura de cómo responder. ¿Se reiría de mis 
conclusiones, me diría que estaba loca? ¿Estaba teniendo solo 
otro bonito sueño? “Estoy un poco preocupada por Edward… 
¿Pueden los vampiros entrar en shock?” 
“ ¿Está herido?” la voz de Carlisle era, de repente, apremiante. 
“No, no” le aseguré. “Es sólo que ha tenido una sorpresa” 
“No entiendo, Bella” 
“Yo creo…bueno…yo creo que… quizás… puedo estar…” tomé 
una bocanada de aire “Embarazada” 
Como si me respondiese, noté otro golpecito en mi abdomen. Mi 
mano voló hacia mi estómago. 
Después de una pausa prolongada, Carlisle empezó con el 
procedimiento médico. 
“¿Cuál fue el último día de tu pasado ciclo menstrual?” 
“Dieciséis días antes de la boda” Hice la cuenta mentalmente para 
ser capaz de responder con certeza. 
“¿Cómo te sientes?” 
“Rara” le conté con la voz rota. Otro torrente de lágrimas se 
deslizaba por mis mejillas. “Va a parecer una locura – sé que es 
muy pronto para cualquier cosa de estas. Quizás estoy loca. Pero 
tengo sueños extraños y como todo el tiempo y lloro y vomito 
y….. yo noto algo que se mueve dentro de mí justo ahora” 
La cabeza de Edward se levantó. 
Suspiré aliviada. 
Edward levantó su mano hacia el teléfono, su cara blanca y dura. 
“Um, creo que Edward quiere hablar contigo” 
“Pásamelo” Carlisle dijo con voz tensa. 
No estaba muy segura de que Edward pudiese hablar pero puse el 
teléfono en su mano extendida. 
Presionó el teléfono contra su oreja “¿Es posible?” murmuró. 
Escuchó durante un rato, de pie sin ninguna expresión. 
“¿Y Bella?” preguntó. Su brazo osciló hacia mí mientras hablaba, 
poniéndome a su lado. 
Escuchó durante un tiempo que se me hizo eterno y entonces dijo 
“Sí, sí, lo haré” 
Retiró el teléfono de su oreja y presionó el botón de finalizar. 
Mejor ahora, marcó un nuevo número. 
“¿Qué dice Carlisle?” pregunté impacientemente. 
Edward respondió con una voz débil. “Piensa que estás 
embarazada”. 
Sus palabras me provocaron un cálido escalofrío en la espalda. El 
pequeño golpe latió dentro de mí. 
“¿A quién estás llamando ahora?” pregunté cuando se puso el 
teléfono a la oreja. 
“Al aeropuerto. Volvemos a casa” 
Edward estuvo al teléfono durante más de una hora sin respiro. 
Supuse que estaba consiguiendo nuestro vuelo a casa pero no 
podía estar segura porque él no estaba hablando en inglés. Sonaba 
como si estuviese discutiendo; él habló mucho a través de sus 
dientes. 
Mientras discutía, hacía la maleta. Él se movía por la habitación 
como un furioso tornado, destruyéndolo todo a su paso. Tiró 
algunas de mis ropas sobre la cama sin mirarlas así que acepté 
que era momento de vestirme. Continuaba con sus 
argumentaciones mientras me cambiaba, gesticulando con 
repentinos y agitados movimientos. 
Cuando no podía soportar la violenta energía que irradiaba, dejé 
la habitación silenciosamente. Su frenética conversación me 
provocaba dolor de estómago – no como el de la mañana, sólo 
incomodidad. Esperaría en algún lugar a que su mal humor 
pasase. No podía hablar a ese frío y enfadado que, sinceramente, 
me daba algo de miedo. 
De nuevo, acabé en la cocina. Había una bolsa de galletitas 
saladas en el armario. Empecé a masticarlas de forma ausente, 
frente a la ventana y las arena, las rocas, los árboles y el océano, 
todos brillando bajo el sol. 
Alguien me golpeo suavemente. 
“Lo sé” dije “Yo tampoco quiero irme” 
Estuve de pie en la ventana durante un rato pero el golpe no  
respondió. 
“No lo entiendo” susurré “¿Qué es lo malo que hay aquí?” 
Absolutamente sorprendente. Desconcertante. Pero, ¿malo? 
No 
¿Así que por qué Edward estaba tan furioso? Él era el único que 
había deseado tanto una boda precipitada. 
Intenté pensar alguna razón sobre eso. 
Quizás estaba tan confundido que quería ir a casa para que todo 
fuese bien. Querría que Carlisle me examinase, estar seguro que 
mi suposición era cierta. – aunque no tenía ninguna duda en ese 
aspecto. Probablemente ellos querrían resolver porque estaba ya 
tan embarazada, con el bulto y los golpecitos y todo lo demás. 
Eso no era normal. 
Una vez que pensé eso, yo estaba segura que lo sabía. Él debía 
estar preocupado por el bebé. No me había percatado de esto 
todavía. Mi cerebro trabajaba más lento que eso – estaba todavía 
maravillada por la escena que había imaginado antes: el pequeño 
bebe con los ojos de Edward- verdes, como si siguiesen siendo 
como cuando era humano- tumbado amorosamente y precioso en 
mis brazos. Esperaba que tuviera la cara exacta de Edward, sin 
rasgos de la mía. 
Era divertido como de repentina e importante esa visión había 
empezado a ser. Desde su primer pequeño golpe, el mundo entero 
se había movido. Donde antes había una sola cosa sin la que yo 
no podía vivir, ahora había dos. No había separación – mi amor 
no se rompería entre ellos ahora ni nada como eso. Era más como 
si mi corazón hubiese crecido, aumentado dos veces su talla en 
ese momento. Todos ese nuevo espacio ya estaba lleno. Este 
incremento casi me daba vertigo. 
Nunca había entendido realmente el dolor y resentimiento de 
Rosalie antes. Nunca me había imaginado a mí como madre, 
nunca quise eso. Había sido fácil prometer a Edward que no me 
preocupaba no tener niños por él porque realmente no quería. 
Niños, en su sentido abstracto, nunca me habían llamado. 
Parecían criaturas ruidosas, siempre empapados de algún tipo de 
suciedad. Nunca había tenido mucho que hacer con ellos. Cuando 
yo había soñado que Renée me diese un hermano siempre había 
imaginado un hermano mayor. Alguien que cuidase de mí y no al  
revés. 
Ese niño, el niño de Edward, era otra historia. 
Lo quería como el aire que respiraba. No era una elección- era 
una necesidad. 
Lo mismo solo tenía una mala imaginación. Lo mismo porqué yo 
no había sido capaz de imaginar que estaría casada hasta que ya lo 
estaba – incapaz de ver que yo desearía un bebé hasta que éste 
estuviese en camino. 
Cuando puse mi mano en mi estómago, esperando el próximo 
golpecito, las lágrimas corrían por mi cara otra vez. 
“¿Bella?” 
Me volví, cautelosa por el tono de su voz. Era tan frío, tan 
cuidadoso. Su cara era como su voz, vacía y dura. 
Y entonces vio que estaba llorando. 
“¡Bella!” Cruzó la habitación como un rayo y puso sus manos en 
mi cara.”¿Estás dolida?” 
“No, no…” 
Me puso contra su pecho. “No estés asustada. Estaremos en casa 
en dieciséis horas. Estarás bien. Carlisle estará preparado cuando 
lleguemos. Nosotros nos encargaremos de esto y tu estarás bien, 
estarás bien” 
“¿Encargaros de esto?¿Qué quieres decir?” 
Se apartó y me miro a los ojos “Vamos a sacar esa cosa de ti antes 
de que te haga daño. No tengas miedo. No voy a dejar que te haga 
daño” 
“¿Qué cosa?” - jadeé 
Miro bruscamente a otro lado, hacia la puerta de entrada. 
“¡Por los pelos!” Olvidé que le debía a Gustavo. Me libraré de él 
y volveré” Salió como una flecha de la habitación. 
Me sujeté fuertemente a la encimera para sostenerme. Mis rodillas 
estaban temblando. 
Edward había llamado a mi bebé cosa. Dijo que Carlisle me lo 
sacaría. 
“No” gemí. 
Había estado equivocada antes. No se preocupaba por el bebé en 
absoluto. Quería herirlo. La hermosa imagen en mi cabeza se 
sacudió fuertemente, convertida en algo siniestro. Mi precioso 
bebé llorando, mis débiles brazos no eran suficientes para  
protegerlo…
¿Qué podía hacer? ¿Sería capaz de razonar con él? 
“¿Que debía hacer si no podía? ¿Cómo explicaría Alice ese 
extraño silencio en el teléfono? 
¿Era esto lo que ella había sembrado?” (se refiere a las tentadoras 
ropas ke había puesto en el equipaje) “¿Edward y Carlisle 
asesinando ese pálido niño perfecto antes de que pudiera vivir?”. 
“ No”, gemí de nuevo, con voz más fuerte, eso no podía ser, yo no 
lo permitiría “ 
Escuche a Edward hablando, portugués de nuevo. Argumentando 
otra vez. Su voz se acerco, y escuche su exasperación, luego 
escuche otra voz, baja y tímida. La voz de una mujer. 
Él entro en la cocina, por delante de ella, y fue derecho hacía mí. 
limpio mis lagrimas desde mis mejillas y murmuro en mi oído su 
liviano pensamiento, con la línea de su boca rígida. 
“ ella insiste en dejar la comida que trajo, - hizo la cena para 
nosotros”. Si él hubiera sido menos tenso, menos furioso, yo sabia 
que habían cambiado sus ojos. “es una excusa – Ella quiere 
asegurarse de que no te he matado aún”. Su voz fue fría al final. 
Kaure dio nerviosamente la vuelta en la esquina con el plato en 
sus manos. Desee poder hablar portugués, o que mi español fuera 
menos rudimentario, así podría intentar dar las gracias a esa mujer 
quien había osado a la ira de un vampiro, solo para comprobar mi 
persona. 
Sus ojos se fijaron entre nosotros dos. Vi su medición en el color 
de mi cara, la humedad en mis ojos, con algo de brillo materno 
que no entendía, ella puso el plato en la encimera.
A Edward algo se le quebró en él; Yo nunca le había escuchado 
antes. 
Se volvió a ir, y los giros de movimiento de su larga falda dejaron 
el olor de la comida en mi cara. Era tan fuerte –cebollas y 
pescado. Les di una mascada y los vomite por el fregadero. Sentí 
las manos de Edward en mi frente y cabeza, su suave aliento a 
través del gruñido en mis oídos. Sus manos desaparecieron por un 
segundo, y escuche el cierre del refrigerador. 
Misericordiosamente, el olor desapareció con el sonido, y las 
manos de Edward estaban enfriando mi húmeda cara de nuevo. 
Era siempre rápido. 
Enjuague mi boca en el llave mientras acariciaba los lados de mi 
cara.  
Eso era una pequeña tentativa para impulsarlo a mi vientre. 
Estás bien. Nosotros estamos bien, pensé había el bulto. 
Edward se envolvió en torno a mí, tirando de mí en sus brazos. 
Recosté mi cara en su hombro, mis manos instintivamente, se 
juntaron en mi estomago. 
Escuche un pequeño Oh y lo busqué. 
La mujer aún estaba ahí, dudando en el umbral con sus manos 
medias extendidas y estaba mirando por algún tipo de ayuda. Sus 
ojos se bloquearon en mi manos, saltones con la gran conmoción, 
su boca abierta de par en par. 
Luego Edward dijo oh ,también, y de repente le hizo frente a la 
cara de la mujer, empujando ligeramente detrás de mi su cuerpo. 
Sus brazos se envolvieron en mi torso, como celebrando en mi 
espalda. 
De repente, Kaure grito en voz alta – furiosamente, con sus 
intendibles ( se refiere a ke no se le entendía) palabras que 
cruzaron la habitación como cuchillos. Planto su diminuto puño 
en el aire y dio dos pasos hacia nosotros, agitándole a él. A pesar 
de su ferocidad, era fácil ver el terror en sus ojos. 
Edward se intensifico hacia ella, también, y me agarre a su brazo, 
asustada por la mujer. 
Pero cuando el interrumpió su invectiva, su voz me tomo por 
sorpresa, sobre todo tomando en cuenta la forma brusca que había 
sido ella cuando no estaba gritándole a él. Yo estaba fuera de la 
realidad ahora, estaba escrito. No solo que, pero el sonido era 
diferente, mas gutural (no se ke es , me pillo) la peor había 
pasado. No pensé que estaba hablando portugués ya. 
Por un momento, la mujer fijo su vista en él maravillada, y luego 
sus ojos se redujeron ya que estaba desconcertada en la tela de 
juicio de la misma lengua exótica. 
Observe como aumentaba en su cara la tristeza y seriedad, y una 
vez que asintió. Ella dio rápido paso hacia atrás y salió.  
El debe de haber escuchado, insinuándome y descansando sus 
manos contra mis mejillas. 
Ella respondió airadamente una vez más, agitando sus manos 
acusadoras hacia él, y luego insinuándole a él. Cuando ella 
termino, El defendió de nuevo con el mismo tono, la voz de 
urgencia. 
Su expresión cambio - ella se fijo en él con dudas en el plano de 
su cara mientras hablaba, sus ojos en repetidas ocasiones 
destellaron en mi confusa cara. Él dejo de hablar, y ella parecía 
estar deliberando algo. Ella daba un paso hacia atrás y adelante 
entre nosotros dos, y luego, al parecer inconscientemente, dio un 
paso adelante. 
Ella hizo un movimiento con sus manos, haciendo una forma 
como un globo sobresaliendo fuera de su estomago. Fije la mirada 
- ¿Hacían sus leyendas del depredador bebedor de sangre incluir 
esto? ¿Podría posiblemente saber algo acerca de lo que estaba 
creciendo dentro de mí? 
Ella camino unos pasos adelante deliberadamente y esta vez hizo 
unas breves preguntas, que él respondió tenso. Luego él se 
convirtió en el autor de la pregunta- de una rápida consulta. 
Ella dudo y sacudió lentamente la cabeza. Cuando él hablo de 
nuevo, su voz era tan agonizante que lo mire en estado de shock. 
Su cara estaba dibujada con dolor. 
En respuesta, ella camino lentamente hacia adelante hasta que 
estuvo suficientemente cerca para colocar su pequeña mano en mi 
parte superior, siempre en mi estomago. Ella dijo una sola palabra 
en portugués. 
“Morte”, ella suspiro en silencio. Luego se volvió, sus hombros 
doblados como si la conversación tenia edades comprendidas para 
ella, y abandono la sala.  
YO sabia suficiente español para una sola palabra. 
Edward se inmovilizo de nuevo, deteniéndose después con la 
expresión de tortura fija en su rostro. Unos momentos después, 
escuche el motor del barco volviendo a vivir y luego desvanecerse 
en la distancia.  
Edward no se movió hasta que me dirigí hacia el baño. Luego su 
mano atrapo mi hombro. 
“¿Dónde vas? “ Su voz era un susurro de dolor. 
“A mi cepillarme los dientes de nuevo”. 
“No te preocupes sobre lo que ella dijo, son leyendas pero no son 
nada, antiguas mentiras para el buen entretenimiento”. 
“No entendí nada.” Le dije a él, pensé que no era del todo cierto. 
Como si pudiera descontar algo por que se trataba de una leyenda. 
Mi vida estaba rodeada de leyendas por todos lados. Todas ellas 
eran verdaderas. 
“Guarde tu cepillo de dientes”. Voy a buscarlo para ti” 
El se alejo de mí hacia la habitación.  
“¿Nos vamos luego?” Me llamo después de el. 
“Tan pronto como hay terminado”  
El esperó que terminara de lavarme los dientes para volver a 
guardarlo, con un ritmo silencioso alrededor del dormitorio. Se lo 
entregue cuando hube terminado. 
“llevare los bolsos hacia el bote”. 
“Edward-“ 
Él se volvió hacia atrás. “¿si? 
Dudé, intentando pensar en un cierta forma de obtener unos pocos 
segundos en solitario. “¿Podrías tu…. Guardar algo de comida? 
Tu sabes, en caso de que me de hambre de nuevo. 
“Por supuesto” dijo, sus ojos de repente se volvieron suaves. “No 
te preocupes de nada. Iremos donde Carlisle en unas horas, de 
verdad. Tenemos que hacerlo lo más pronto” 
Asentí, no confiando en mi voz. 
Dio la vuelta y abandono la habitación, con una gran maleta en 
cada mano. 
Me relaje y saque el teléfono que el había dejado en la encimera. 
Era muy raro en él olvidar las cosas- Olvidar que Gustavo estaba 
llegando, A salir sin su teléfono y estar mintiendo aquí. Él estaba 
tan estresado, era apenas el mismo. 
Volví de mis pensamientos y busque los números programados. 
Me alegraba de que hubiera apagado el sonido, por el miedo a que 
me descubriera. ¿Estaría ahora en el barco? ¿ o ya estaba 
regresando? ¿Me escucharía susurrando desde la cocina? 
Busque el número que quería, uno al que nunca antes había 
llamado en mi vida. Presione el botón “enviar” y cruce mis dedos 
-Hola? – su voz sonó como campanas de viento al atender. 
- Rosalie? – Susurré – Soy Bella. Por favor. Tienes que ayudarme.

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