viernes, 30 de marzo de 2012

Amanecer ♟♜ Capítulo 19: Febril


El dolor era desconcertante.
Y era exactamente eso: yo estaba desconcertada. No podía 
entender, no tenía sentido lo que estaba pasando. 
Mi cuerpo trató de rechazar el dolor, y fui absorbida una y otra 
vez en una oscuridad que recortaba segundos enteros o incluso 
hasta minutos de agonía, haciendo mucho más difícil mantenerse 
en la realidad. 
Traté de separarlos. 
La no-realidad era negra, y no dolía mucho. 
La realidad era roja, y se sentía como si hubiese sido separada en 
dos, atropellada por un bus, golpeada por un luchador profesional, 
pisoteada por toros y sumergida en ácido, todo al mismo tiempo. 
La realidad era sentir mi cuerpo aplastado y doblado cuando no 
podía moverme en absoluto a causa del dolor. 
La realidad era saber que había algo mucho más importante que 
toda esta tortura, y no ser capaz de recordar qué era. 
La realidad se vino tan rápido. 
En un momento, todo estaba como debería haber estado. Rodeada 
por gente que yo amaba. Sonrisas. De alguna manera poco 
probable, era como si estuviera a punto de tener todo por lo que 
había luchado. 
Y luego una diminuta, inconsecuente cosa habia salido mal. 
Vi en el momento que mi taza se inclinaba, sangre oscura 
derramarse y manchar el blanco perfecto, y me tambaleé 
reflejadamente hacia el accidente. Había visto las otras, las manos 
rápidas, pero cuerpo continuaba estirándose, alcanzándolo… 
Dentro de mí, algo me jaló en dirección contraria. 
Rasgando. Quebrando. Agonía. 
La oscuridad había se había apoderado y luego llevó a una ola de 
tortura. No podía respirar-me había ahogado una vez
anteriormente, pero esto era diferente; estaba demasiado caliente 
en mi cuello. 
Partes de mi se despedazaban, se quebraban, se desprendían…
Más oscuridad. 
Voces, esta vez, gritando mientras el dolor volvía.
“¡La placenta debió haberse separado!” 
Algo más puntiagudo que un cuchillo se desgarró a través de mi- 
las palabras, tenían sentido a pesar de las torturas. Placenta 
separada- yo sabía lo que significaba. Significaba que mi bebé 
estaba muriendo dentro de mí. 
“¡Sácalo!” le grité a Edward. ¿Por qué no lo había hecho todavía? 
“¡no puede respirar! ¡Hazlo ahora!” 
“La morfina-“ 
¡¿Quería que esperara? ¿Quería darme analgésicos mientras 
nuestro bebé moría?! 
“¡No! Ahora-,” me asfixiaba, incapaz de terminar. 
Puntos negros cubrieron la luz en el cuarto, cuando una punzada 
fría de nuevo dolor apuñaló glacialmente en mi estómago. Se 
sintió feo- automáticamente luché por proteger mi vientre, mi 
bebé, mi pequeño Edward Jacob, pero estaba débil. Mis pulmones 
me dolían, el oxígeno me quemaba. 
El dolor se desvaneció de nuevo, entonces me aferré a ello. Mi 
bebé, mi bebé, muriendo…
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Segundos? ¿Minutos? El dolor se había 
ido. Adormecida, no podía sentir nada. Ni tampoco ver, pero 
podía oír. Había aire en mis pulmones de nuevo, raspándome la 
garganta subían y bajaban burbujas. 
“¡Quédate conmigo ahora, Bella! ¿Me escuchas? ¡Quédate! ¡No 
me vas a dejar! ¡Mantén tu corazón latiendo!” 
¿Jacob? Jacob, todavía aquí, todavía tratando de salvarme. 
Por supuesto, quería decirle. Por supuesto que mantendría mi 
corazón latiendo. ¿No se los había prometido a los dos? 
Trate de sentir mi corazón, de encontrarlo, pero estaba tan perdida 
dentro de mi propio cuerpo. No podía sentir las cosas que debería, 
y nada se sentía en el lugar correcto. Parpadeé y encontré mis 
ojos. Podía ver la luz. No era lo que buscaba, pero era mejor que 
no ver nada. 
Mientras mis ojos luchaban por adaptarse, Edward susurró, 
“Renesmee.” 
¿Renesmee? 
¿No el pálido y perfecto niño de mi imaginación? Tuve un 
momento de shock. Y luego una inundación de calor. 
Renesmee. 
Deseé que mis labios se movieran deseé que las burbujas de aire 
se transformaran en susurros en mi lengua. Forcé mis 
adormecidas manos a alcanzarla. 
“Déjame… Dámela” 
La luz bailó, rompiéndose lejos de las manos de cristal de 
Edward. 
Los centellos eran cubiertos de rojo, con la sangre que cubría su 
piel. Y más rojo en sus manos. Algo pequeño que luchaba con  
esfuerzo, goteando sangre. Él hizo que el cuerpo caliente tocara 
con mis débiles brazos, como si yo estuviera cargándola. Su piel 
húmeda era caliente-tan caliente como la de Jacob. 
Mis ojos se concentraron; de repente todo estaba absolutamente 
claro. 
Renesmee no lloraba, pero respiraba rápidamente, asustada. Sus 
ojos estaban abiertos, su expresión en shock era casi graciosa. La 
perfecta y pequeña cabeza redonda esta cubierta de rizos 
enmarañados sangrientos. Los iris de sus ojos eran familiares pero 
sorprendentes-de un marrón chocolate. Debajo de la sangre, 
su piel lucía pálida, un marfil cremoso. Todo menos sus mejillas, 
que ardían de color. 
Su diminuta cara era absolutamente perfecta que me dejó 
atontada. Ella era incluso más hermosa que su padre. Increíble. 
Imposible. 
“Renesmee”, susurré. “tan…hermosa” 
El imposible rostro de repente sonrió- una sonrisa amplia, 
deliberadamente. Detrás de sus labios rosados había un completo 
juego de dientes de leche tan blancos como la nieve. 
Ella bajó su cabeza y la apoyó contra mi pecho, abriéndose paso 
en el calor. Su piel era caliente y sedosa, pero no dio la impresión 
que pensaba. 
Y luego había dolor de nuevo-sólo una punzada caliente de eso. 
Jadeé. 
Y se había ido. Mi bebé con rostro de ángel no estaba. No podía 
verla o sentirla. 
¡No! Quería gritar. ¡Devuélvanmela!
Pero la debilidad era mayor. Mis brazos, por un momento, 
parecieron mangueras de goma vacías, y luego se sintieron como 
nada en absoluto. No podía sentirlas. No podía sentirme. 
La oscuridad se precipitó sobre mis ojos con más intensidad que 
antes. Como un grueso vendaje, rápido y firme. No cubría 
solamente mis ojos, sino a mi también con un peso aplastante. 
Estaba agotada como para luchar contra ello. Sabía que sería más 
fácil rendirme. Dejar que la oscuridad me empujara, mas abajo, 
abajo donde no había ningún dolor ni ningún cansancio ni 
ninguna preocupación ni ningún miedo. 
Si hubiera sido sólo por mi, no hubiera podido luchar mucho 
tiempo. Era solo una humana, con nada más que una fuerza 
humana. Traté de mantenerme con lo sobrenatural por bastante 
tiempo, como Jacob dijo. 
Pero esto no era solamente por mí. 
Si hiciera lo más fácil ahora, dejaría que la nada negra me borrara. 
Los lastimaría. 
Edward. Edward. Mi vida y la suya estaban enroscadas en un 
mismo hilo. Cortas uno, cortas los dos. Si él se fuera, yo no sería 
capaz de vivir con eso. Si yo me fuera, él no podría vivir con eso, 
tampoco. Y un mundo sin Edward era completamente inútil. 
Edward tenía que existir. 
Jacob- quien se despidió de mí una y otra vez pero volvía cuando 
lo necesitaba. Jacob, a quien había herido tantas veces era 
criminal. ¿Lo heriría de nuevo? ¿De la peor manera? Él se quedó 
conmigo a pesar de todo. Ahora todo lo que él pedía era que me 
quedara por él. 
Pero estaba tan oscuro aquí que no podía ver sus rostros. Nada se 
veía real. Eso hizo más difícil que no me rindiera.
Seguí luchando contra la oscuridad, sin embargo, casi como un 
reflejo, no estaba trabando de levantarlo. Sólo resistía. No lo 
permitía aplastarme completamente. Yo no era Atlas, la oscuridad 
se sentía tan pesada como el planeta tierra; no podía sostenerlo en 
mis hombros. Todo lo que podía hacer era no ser borrada 
completamente.  
Yo era como el modelo de mi vida-nunca había sido lo 
suficientemente fuerte como para lidiar con cosas que están fuera 
de mi control, atacar a mis enemigos, o superarlos. Evadir el 
dolor. Siempre humana y débil, la única cosa que era capaz de 
hacer, era mantenerme, durar, sobrevivir. 
Ya era suficiente hasta ese punto. Tenía que ser suficiente hoy. 
Resistiré hasta que la ayuda venga. 
Sabía que Edward estaría haciendo todo lo que podía. Él no se 
rendiría. Y yo tampoco. 
Mantuve la línea de aquella oscuridad de la no-existencia, por 
pulgadas. 
Sin embargo, no era suficiente-esa determinación. Como el 
tiempo avanzaba sin cesar, y la oscuridad ganaba por octavas y 
dieciseisavas de mis pulgadas, yo necesitaba algo más de donde 
dibujar fuerza. 
No podía tirar de ello, incluso viendo rostro de Edward. No el de 
Jacob, no el de Alice, o de Rosalie o Charlie o Reneé o Carlisle o 
Esme…nada. Eso me aterrorizó, y me pregunté si ya era 
demasiado tarde. 
Sentí cómo me deslizaba-no había nada de donde agarrase. 
¡No! Tengo que sobrevivir a esto. Edward dependía de mí. Jacob. 
Charlie Alice Rosalie Carlisle Reneé Esme…
Renesmee. 
Y luego, todavía no podía ver nada, de pronto pude sentir algo. 
Como miembros fantasmas, me imaginé que podía sentir mis 
brazos de nuevo. Y en ellos, algo pequeño y duro y muy, muy 
caliente. 
Mi bebé. Mi pequeña.  
Lo hice. Contra toda probabilidad, yo fui lo suficientemente fuerte 
para sobrevivir por Renesmeé, para protegerla hasta que ella sea 
lo fuerte, tanto como para vivir sin mí. 
Ese punto de calor en mis brazos fantasmas se sentía tan real. La 
apreté más a mí. Era exactamente en donde mi corazón debía 
estar. Sosteniendo fuertemente la caliente memoria de mi hija, 
supe que sería capaz de luchar contra la oscuridad tanto como 
fuera posible. 
La calentura al costado de mi corazón se hizo cada vez más real, 
más y más caliente. Demasiado caliente. El calor era tan real que 
fue imposible creer que lo estaba imaginando. 
Demasiado caliente. 
Ya no era cómodo. Demasiado caliente. Mucho, muy demasiado 
caliente. 
Como agarrar el lado contrario de un hierro caliente-mi respuesta 
fue automática, debía dejar caer lo que se estaba quemando en 
mis brazos. Pero no había nada en mis brazos. Ellos no estaban 
enrollados en mi pecho. Mis brazos eran un par de cosas muertas 
en algún lado al costado de mi cuerpo. El calor estaba dentro de 
mí. 
La quemadura creció-se elevó y alcanzó su punto máximo, y de 
nuevo se elevó hasta que sobrepasó cualquier cosa que haya 
sentido alguna vez. 
Sentí el pulso detrás de ese furioso fuego ahora en mi pecho, y me 
di cuenta que había encontrado mi corazón otra vez, justo en el 
momento que hubiera deseado no hacerlo. Deseaba haber 
abrazado esa oscuridad cuando todavía podía. Quería levantar mis 
brazos y agarrar mi pecho abierto y arrancar mi corazón-cualquier 
cosa pasa deshacerme de esta tortura. Pero no podía sentir mis 
brazos, ni siquiera uno de mis dedos. 
James, rompiendo mi pierna con su pie. Eso no era nada. Eso era 
un cómodo lugar para descansar en una cama de plumas. Lo 
tomaría ahora, unas cien veces más. Cien fracturas. Lo tomaría y 
estaría agradecida. 
La bebé, golpeando mis costillas, rompiendo todo a su camino a 
través de mi, parte por parte. Eso no era nada. Eso era flotar en 
una piscina con agua fría. Lo tomaría unas cien veces más y 
estaría agradecida. 
El fuego ardió más y yo quería gritar. Rogar porque alguien me 
matara ahora, antes que vivir un segundo más en este dolor. Pero 
no podía mover mis labios. El peso seguía allí, aplastándome. 
Me di cuenta que la oscuridad no era lo que me mantenía abajo; 
era mi cuerpo. Tan pesado. Enterrándome en las llamas que ahora 
salía de mi corazón, extendiéndose con un dolor casi imposible a 
través de mis hombros y estómago, subiendo por mi garganta, 
lamiéndome en la cara. 
¿Por qué no me podía mover? ¿Por qué no podía grita? Esto no 
era parte de las historias. 
Mi mente estaba insoportablemente clara-cortada por el dolor tan 
feroz-vi la respuesta tan rápido como formulaba las preguntas. 
La morfina. 
Parecía que había pasado un millón de muertes desde que 
discutimos eso-Edward, Carlisle y yo. Edward y Carlisle tenía la 
esperanza que suficientes analgésicos me ayudarían a combatir el 
dolor del veneno. Carlisle lo había intentado con Emmett, pero el 
veneno había quemado, más allá de la medicina, sellando sus 
venas. No había tiempo para extender eso. 
Yo había mantenido un rostro tranquilo y agradecí mis raras 
estrellas que Edward no pudiese leer mi mente. 
Ya que yo tenía morfina y veneno juntos en mi sistema antes, 
sabía la verdad. Sabía que la anestesia de la medicina era  
irrelevante mientras el veneno se esparcía por mis venas. Pero no 
había manera en que yo vaya a mencionar ese hecho. Nada que lo 
haría estar convencido de no cambiarme. 
No había adivinado que la morfina tuviera ese efecto-que me 
sujetaría y me amordazaría. Manteniéndome paralizada mientras 
me quemaba. 
Sabía todas las historias. Sabía que Carlisle no había hecho nada, 
se había quedado lo suficientemente quieto como para evitar 
descubrir por qué se quemaba. Sabía que, según Rosalie, no hacía 
nada bien en gritar. Y tuve la esperanza que yo podía hacer como 
Carlisle. Creería las palabras de Rosalie y mantendría mi boca 
cerrada. Porque sabía que cualquier grito que escapara de mi boca 
atormentaría a Edward. 
Ahora parecía una broma de mal gusto que yo estaba cumpliendo 
mi deseo. 
Si no pudiera gritar, ¿cómo podría decirles que me mataran?
Todo lo que quería era morir. Nunca haber nacido. Todo el dolor 
de mi existencia no se asemejaba a esto. No valía vivir con eso 
por un solo latido más. 
Déjame morir, déjame morir, déjame morir. 
Y, por un momento que parecía nunca acabarse, era todo lo que 
había. Sólo la tortura encendida, mis chillidos silenciosos, 
suplicando que la muerte llegue. Nada más, ni siquiera más 
tiempo. Para hacer esto infinito, sin un comienzo y sin un final. 
Un infinito momento de dolor. 
El único cambio llegó cuando de repente, imposiblemente, mi 
dolor se dobló. La parte inferior de mi cuerpo, amortiguado por la 
morfina, de pronto estaba quemándose también. Alguna conexión 
rota se había arreglado-tejidos todos juntos por dedos de fuego 
ardiente. 
La interminable quemadura seguía violentamente.  
Pudieron haber sido segundos o días, semanas o años, pero 
eventualmente, el tiempo pasó a significar algo, de nuevo. 
Tres cosas pasaron juntas, creciendo de una en otra por eso no 
supe cuál fue la primera: el tiempo restaurado, el peso de la 
morfina descolorándose y me hice más fuerte. 
Podía sentir que el control de mi cuerpo regresaba a mi 
incrementándose, y esos incrementos fueron mi primera señal de 
que el tiempo transcurría. Lo supe cuando fui capaz de mover 
nerviosamente mis pies y mis dedos y cerrarlos en puño. Lo sabía, 
pero no actuaba en ello. 
Aunque el fuego no bajaba ni un solo grado-de hecho, empecé a 
desarrollar una nueva capacidad para experimentar, una nueva 
sensación que apreciar, separadamente, cada lengua abrasadora de 
la llama que lamió por mis venas-descubrí que podía pensar a 
pesar de ello. 
Podía recordar por qué no debí gritar. Pude recordar la razón por 
qué me había comprometido a resistir esa interminable agonía. 
Podía recordarlo, sin embargo, se sintió imposible ahora, había 
algo que quizá valía la tortura. 
Esto pasó justo a tiempo para sostenerme cuando el peso dejó mi 
cuerpo. Cualquiera que estuviera viéndome, no veía cambios. 
Pero para mí, mientras mantuviera los gritos y las sacudidas 
dentro de mi cuerpo, donde no podían herir a nadie más, se sintió 
como si hubiera ido de ser atada a jugarme por mi vida mientras 
me quemaba, de agarrarme de esa jugada a sostenerme en el 
fuego. 
Tenía sólo la suficiente fuerza para quedarme echada allí inmóvil 
mientras era carbonizada viva. 
Mi sentido del oído se hizo más y más claro, y podía contar los 
latidos frenéticos de mi corazón marcando el tiempo.  
Pude contar los alientos superficiales que jadeaban a través de mis 
dientes. 
Pude contar los más mínimos, incluso las respiraciones que 
venían de algún lugar cerca de mí. Éstos se movían lentamente, 
para que yo pudiera concentrarme en ellos. Ellos significaron la 
mayor parte del tiempo que pasaba. Inclusive más que un reloj de 
péndulo, esos alientos me empujaron a través de los segundos 
quemantes hacia el final. 
Continuaba haciéndome fuerte, mis pensamientos se hacían más 
claros. Cuando nuevos sonidos llegaron, podía oírlos. 
Había claros pasos, el susurro del aire impulsado por una puerta 
abierta. Los pasos se acercaban más, sentí presión en la parte 
interna de mi muñeca. No podía sentir el frío de esos dedos. El 
fuego había herido toda memoria del frío. 
“¿Todavía no hay cambios?” 
“Ninguno.” 
La presión ahora más clara, respiraba contra mi piel quemada. 
“No hay olor de morfina” 
“Lo sé” 
“¿Bella? ¿Puedes oírme?” 
Supe, a pesar de toda duda, que si yo desbloqueaba mis dientes, lo 
perdería – yo chillaría y chillaría y me retorcería. Si abría mis 
ojos, si sólo tiraba de un dedo- cualquier cambio sería el fin de mi 
control. 
“¿Bella? ¿Bella? ¿Amor? ¿Puedes abrir tus ojos? ¿Puedes apretar 
mi mano?” 
Presión en mis dedos. Sería difícil no responder a esa voz, pero 
estaba paralizada. Sabía que el dolor en su voz ahora no era nada  
comparado a lo que podría ser. Ahora lo único que el temía era si 
yo estaba sufriendo. 
“Quizá… Carlisle, quizá fue demasiado tarde.” Su voz era sorda; 
se quebró en la palabra tarde.
Mi resolución vaciló por un segundo. 
“Escucha su corazón, Edward. Es más fuerte incluso que el de 
Emmett. Nunca había oído algo tan vital. Ella sería perfecta”. 
Si, yo tenía razón en quedarme quieta. Carlisle lo tranquilizaría. 
Él no necesitaba sufrir conmigo. 
“¿Y su-su espina?” 
“Sus heridas no fueron peores que las de Esme. El veneno la 
curará, así como hizo con Esme.” 
“Pero ella está así todavía. Debí haber hecho algo mal.” 
“O algo bien, Edward. Hijo, tu hiciste todo lo que yo habría hecho 
y más. No estoy seguro si yo hubiera tenido esa persistencia, esa 
fe que tomaste para salvarla. Deja de reprobarte. Bella estará 
bien.” 
Un susurro quebrado. “Ella debe estar agonizando”. 
“No sabemos eso. Tenía tanta morfina en su sistema. No sabemos 
el efecto que tendría en su experiencia.” 
Sentí una presión débil en mi codo. Otro susurro. “Bella, te amo. 
Bella, lo siento.” 
Quería tanto poder contestarle, pero no haría su dolor empeorar. 
No mientras tuviera fuerza para mantenerme. 
Por todo esto, el fuego atroz fue directamente a quemarme. Pero 
había tanto espacio en mi cabeza ahora. Espacio para mirar hacia 
el futuro, con todavía otro espacio interminable para sufrir.  
También había espacio para preocuparse. 
¿Dónde estaba mi bebé? ¿Por qué no estaba ella aquí? ¿Por qué 
no hablaban de ella? 
“No, estoy justo aquí”, Edward susurró, respondiendo mis 
pensamientos no dichos. “Ellos lo resolverán” 
“Una situación interesante”, Carlisle respondió. “y yo que creí 
haberlo visto todo.” 
“Lidiaré con eso después. Nosotros lidiaremos con eso” algo 
presionó suavemente mi palma abrasadora. 
“Estoy seguro, entre los cinco de nosotros, podemos mantenerlo 
así y no dejar que esto se convierta en una matanza.” 
Edward suspiró, “no sé que lado tomar. Amaría azotarlas a las 
dos. Bueno, después.” 
“Me pregunto que pensará Bella-qué lado tomaría”. Carlisle 
musitó. 
Una sonrisa baja, estirada. “Estoy seguro que me sorprenderá. 
Siempre lo hace.” 
Los pasos de Carlisle se desvanecieron de nuevo, y yo estaba 
frustrada porque no había más explicaciones. ¿Estaban hablando 
tan misteriosamente sólo para molestarme? 
Volví a contar los alientos de Edward para marcar el tiempo. 
Diez mil, novecientos cuarenta y tres respiraciones después, unos 
pasos diferentes susurraron en la habitación. Claros, 
más…rítmicos. 
Era extraño que yo pudiera distinguir la menuda diferencia entre 
los pasos que nunca había sido capaz de oír en absoluto hoy. 
“¿Cuánto más?” Edward preguntó.  
“No será mucho ya”. Alice le dijo. “¿Ves cuán clara se está 
volviendo? Puedo verla mucho mejor.” Musitó. 
“¿Todavía te sientes un poco amarga?” 
“Sí, muchas gracias por sacar el tema.” Ella se quejó. “Estarías 
mortificado también, si te dieras cuenta que fuiste esposado por tu 
propia naturaleza. Veo mejores vampiros, porque yo soy una; veo 
humanos bien, porque yo fui una. Pero no puedo ver esos 
mestizos raros en absoluto porque no son nada que haya 
experimentado antes. Bah!” 
“Concéntrate, Alice”. 
“Claro, es más fácil ver a Bella ahora.” 
Hubo un largo momento de silencio, y luego Edward musitó. Era 
un nuevo sonido, más feliz. 
“Ella realmente va estar bien,” suspiró. 
“Claro que si”. 
“Tu no estabas tan optimista dos días atrás.” 
“No podía ver bien hace dos días. Pero ahora estás libre de todos
esos puntos ciegos, es un pedazo de torta.” 
“¿Podrías concentrarte por me? En la hora-dame un aproximado.” 
Alice musitó. “Tan impaciente. Está bien. Dame un segundo“ 
Respirando despacio. 
“Gracias, Alice.” Su voz era más brillante. 
How long? ¿No podían por lo menos decirlo fuerte para mí? ¿Era
mucho pedir eso? ¿Cuántos segundo más me quemaría? ¿Diez 
mil? ¿Veinte? ¿Otro día-ochenta y seis mil, cuatrocientos? ¿Más 
que eso?  
“Ella va estar deslumbrante”. 
Edward gruño despacio. “Ella siempre lo ha estado”.
Alice bufó. “Sabes lo que quiero decir. Mírala” 
Edward no respondió, pero las palabras de Alice me dieron la 
esperanza que quizá no parecía la briqueta de carbón que yo me 
sentía. Era como si ya debería estar una pila de carbonizados 
huesos. Cada célula en mi cuerpo había sido reducida a ceniza. 
Escuche la brisa cuando Alice salió del cuarto. Oí el rozar de la 
tela cuando ella se movió. Oí el zumbido de la luz colgando del 
techo. Oí el débil viendo cepillando contra la parte de afuera de la 
casa. Podía oír todo.
Abajo, alguien estaba viendo un partido. Los Mariners ganaban 
por dos. 
“Es mi turno.” Escuché a Rosalie decirle a alguien, y allí había un 
bajo gruñido en respuesta. 
“Hey, ahora.” Emmett advirtió. 
Alguien silbó. 
Escuché por algo más, pero no había nada más que el juego. 
Baseball no era lo suficientemente interesante para mantenerme 
distraída del dolor, entonces escuche la respiración de Edward de 
nuevo, contando los segundos. 
Veintiún mil, novecientos diecisiete y medio segundo después, el 
dolo cambió. 
Una de las cosas de la parte buena, empezó a decolorarse desde la 
yema de mis dedos de las manos y de los pies. Decolorándose 
lentamente, pero al menos era algo nuevo. Esto tenía que ser. El 
dolor estaba saliéndose… 
Y luego malas noticias. El fuego en mi garganta no fue lo mismo 
de antes. No solamente ardía, sino que también me la secaba. Tan 
seca como hueso. Tan sedienta. El fuego quemaba, y quemaba la 
sed. 
También malas noticias: el fuego dentro de mi corazón se hizo 
peor. 
¿Cómo era eso posible?
Mis latidos, ya demasiado rápidos, se levantaron-el fuego condujo 
su ritmo a un nuevo paso frenético. 
“Carlisle”, Edward llamó. Su voz era baja pero clara. Yo sabía 
que Carlisle lo oiría, si estuviera cerca o en la casa. 
El fuego se retiraba de mis palmas, dejándolas felizmente sin 
dolor y frías. Pero se retiraba a mi corazón, el cuál ardió tan 
caliente como el sol y latió a una nueva furiosa velocidad. 
Carlisle entró en el cuarto, Alice a su lado. Sus pasos eran tan 
distintos, incluso podía decir que Carlisle estaba en la derecha, y 
un pie delante de Alice. 
“Escuchen” Edward les dijo. 
El sonido más alto en el cuarto era mi frenético corazón, 
punzando al ritmo del fuego. 
“Ah”, dijo Carlisle. “Ya casi termina”. 
Mi alivio en sus palabras fue eclipsado por el dolor insoportable 
en mi corazón. 
Mis muñecas estaban libres, mis tobillos también. El fuego se 
había extinguido por completo allí. 
“Pronto”, agregó Alice impaciente. “Traeré a los otros. ¿Debería 
tomar Rosalie…?” 
“Sí-mantén al bebé alejado”  
¿Qué? No. ¡No! ¿Qué quería decir? Mantener a mi bebé alejado. 
¿En qué estaba pensando? 
Estiré mis dedos – la irritación se abrió camino a  través de mi 
perfecta fachada. El cuarto estaba silencio a no ser por el 
martilleo de mi corazón mientras ellos contenían la respiración 
por un segundo en respuesta. 
Una mano apretó mis voluntariosos dedos. “¿Bella? ¿Bella? 
¿Amor?” 
¿Podría responderle sin gritar? Lo consideré por un momento, y 
luego el fuego rasgó más caliente todavía a través  de mi pecho, 
viniendo de mis codos i rodillas. Mejor no intentarlo. 
“Los traeré ahora mismo”. Dijo Alice, con un ligero tono urgente, 
y yo escuche el sonido del viendo mientras se alejaba. 
Y luego- ¡oh!
Mi corazón se salió, golpeando como las asas de un helicóptero, 
el sonido como sola nota sostenida; sentí como si esto demoliera 
mis costillas. El fuego flameó en el centro de mi pecho, 
absorbiendo las últimas llamas de fuego del resto de mi cuerpo 
para abastecer de combustible la más grande quemadura. El dolor 
era suficiente para atontarme, para atravesar mi control de hierro 
en el juego. Mi espalda se arqueó, doblada como si el fuego me 
arrastrara hacia arriba desde mi corazón. 
Dejé que ninguna otra pieza de mi cuerpo rompiera fila mientras 
mi torso estaba caído hacia la mesa. 
Se convirtió en una batalla dentro de mi- mi sobresaltado corazón 
hacía carrera contra el fuego. Los dos iban perdiendo. El fuego 
estaba condenado, habiendo consumido todo lo que le servía de 
combustible; mi corazón galopeó hacia su último latido. 
El fuego se restringía, concentrándose dentro de ese único órgano 
humano con una oleada final, insoportablemente. La  oleada fue 
respondida por un profundo ruido sordo, como un hueco. Mi  
corazón tartamudeó dos veces, y luego sonó quieto de nuevo sólo 
una vez más. 
No había sonidos. No respiraciones. Ni siquiera las mías. 
Por un momento, la ausencia del dolor fue todo lo que yo pude 
comprender. 
Y entonces abrí los ojos y  miré maravillada hacia arriba. 




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