Un minúsculo
sonido –no aquí, a unos cientos de metros al norte– me hizo saltar. Mi mano se aferró automáticamente al teléfono, manteniéndolo cerrado y escondiéndolo de la vista en el mismo
movimiento.
No tanto por Alice, aunque yo hubiera asumido… Pero Alice había estado segura de que las cosas al
final se resolverían –que Edward sería incapaz demantenerse lejos de su pequeña novia humana– que no se había
preocupado. Alice siempre había funcionado en un mundo diferente al del
resto de nosotros, encerrada en su siempre cambiante realidad. Ya que Edward era el único que podía participar en esa
realidad yo había pensado que su ausencia sería más dura para ella. Pero ella estaba tan segura como siempre, viviendo el futuro, con su mente en un tiempo que su cuerpo no había alcanzado
aún. Siempre tan tranquila. Había estado suficientemente desesperada cuando vio a Bella saltar,aun que…¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado pronto? Debería ser también honesta conmigo misma porque Edward vería
cada pedazo de mezquindad en mi decisión tan pronto como llegara a casa. Podría también conocer mis malos motivos, aceptarlos ahora. Sí, estaba celosa de la forma
en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido Alice tan rápidamente si
hubiera sido yo a quien hubiera visto saltando de un acantilado? ¿Quería a esa
chica humana tan común mucho más que a mí? Pero esos celos eran sólo una pequeña parte. Podrían haber acelerado mi decisión pero no la controlaban. Hubiera llamado a Edward de todas formas. Estaba segura de que él
prefería mi franca honestidad más que la decepción amable de los otros. Su amabilidad estaba garantizada; Edward hubiera venido a casa al final. Y ahora él podría venir
a casa antes. No era sólo la alegría de mi familia lo que yo echaba de menos. Sinceramente, también
echaba de menos a Edward. Echaba de menos sus pequeños y cortantes
comentarios, el humor negro que estaba más en armonía con mi propio sentido del humor que con la naturaleza alegre y bromista de Emmett. Echaba de menos la música – su estéreo emitiendo su último descubrimiento de
música alternativa, y el piano, el sonido de Edward llevando sus generalmente remotos pensamientos hacia la transparencia a través de las canciones. Le echaba de menos tarareando en el garaje a mi lado mientras tuneábamos los coches, la única vez en la que estábamos perfectamente sincronizados. Echaba de menos a mi hermano. Seguramente no me juzgaría demasiado duramente cuando viera todo esto en mis pensamientos.
Sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes viniera a casa, antes podríamos volver a la normalidad de
nuevo…Busqué en mi mente alguna pena
por Bella y me complació encontrar que había llorado por ella. Un poco. Por esto, al menos: ella había hecho a Edward feliz de una forma que nunca había visto antes en él. Por supuesto, también le había hecho más miserable que
cualquiera en su siglo de vida. Pero echaría de menos la paz que
ella le había dado durante esos pocos meses. Podía lamentar sinceramente su pérdida.
Este
conocimiento me hizo sentir
mejor a mí misma, complaciente. Sonreí a mi cara en el cristal,
enmarcada contra mi pelo rubio y los muros de cedro rojo del grande y acogedor
cuarto de estar de Tanya y disfruté de la vista. Cuando yo sonreía no había mujer u hombre en este planeta, mortal o inmortal, que pudiera igualarme en belleza. Era un pensamiento reconfortante. Quizás yo no era la persona más fácil para convivir. Quizás era superficial y egoísta. Quizás hubiera desarrollado un mejor carácter si hubiera nacido con una cara común y un cuerpo aburrido. Quizás hubiera sido más feliz de
esa manera. Pero eso era imposible de
comprobar. Yo tenía mi belleza; era algo con lo que podía contar. Sonreí más ampliamente. El teléfono sonó y automáticamente apreté mi mano, aunque el sonido venía de la cocina,
no de mi puño. Pensé al principio que era Edward. Llamando para confirmar la información que le había dado. No me creía.
Aparentemente me vio lo bastante cruel como para hacer una broma con esto. Fruncí el ceño
mientras entraba en la cocina para responder el teléfono de Tanya.
El teléfono estaba al final de la larga encimera. Lo
cogí antes de que el primer
ring
hubiera terminado y volví la cara hacia las puertas
francesas a la vez que respondía. No quería admitirlo pero sabía que
estaba esperando el regreso de Jasper y Emmett. No quería que me oyeran
hablar con Edward. Se enfadarían…— ¿Si? —pregunté. — Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo —dijo Alice
rápidamente. — ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué…?—
Bien, que me llame en cuanto vuelva. — ¿Qué pasa? Le buscaré ahora mismo
y haré que te llame…— No —Alice interrumpió de nuevo— Estaré en un
avión. Oye, ¿has sabido algo de Edward?
Fue extraño como mi estómago se retorció, parecía
estar cayendo más bajo de mi abdomen. El sentimiento vino
con un extraño
dèjá vu
, un leve retazo de una memoria humana hace mucho
perdida. Náuseas…— Bueno,… Sí, Alice. Realmente sí. Hablé con Edward. Hace tan solo
unos minutos. —Durante un breve segundo barajé la idea de pretender que Edward
me había llamado, sólo una simple coincidencia. Pero por supuesto no tenía sentido mentir. Edward iba a darme
suficientes problemas cuando regresara a casa. Mi estómago continuó prieto de forma extraña, pero lo ignoré. Decidí enfadarme. Alice
no debería tratarme así. Edward no quería mentiras; él quería la
verdad. Estaría de acuerdo conmigo cuando viniera a casa. — Tú y Carlisle estabais equivocados —dije. —
Edward no apreciaría la mentira. El
quería la verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé… Le
llamé un montón de veces.
—admití. — Hasta que cogió el teléfono. Un mensaje
hubiera estado… mal. — ¿Por qué? —exclamó Alice— ¿Por qué hiciste
eso, Rosalie?— Porque cuanto antes supere esto antes volverán las cosas a la
normalidad. El tiempo no facilitaba
las cosas, así que, ¿por qué evitarlo? El tiempo no va a cambiar nada. Bella está muerta. Edward
lo pasará mal y luego se recuperará. Mejor que empiece ahora
que más tarde.
— Bien, estás equivocada en las dos cosas, aunque, Rosalie,
era fácil suponer que iba a ser un problema ¿a que sí? —preguntó Alice
en un tono violento y cruel. ¿Equivocada en ambas cosas? Parpadeé rápidamente, intentando comprender. — ¿Bella está aún viva? —susurré, sin creerme mis palabras. Sólo intentando averiguar a qué cosas se estaba refiriendo Alice.
— ¡Sí, exacto! Ella se encuentra perfectamente bien…— ¿Bien? ¡La viste saltar de un acantilado!— Estaba equivocada. Las palabras sonaban tan
extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca se equivocaba, a
quien nada la pillaba por sorpresa…— ¿Cómo? —susurré. — Es una larga historia. Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho…— Bien, has provocado un
desastre —gruñí, convirtiendo mi disgusto en acusación. — Edward va a estar furioso cuando vuelva a casa.
— En eso también te equivocas —dijo Alice. Podía decir que estaba hablando entre dientes. — Esa es la razón por la que llamo…— ¿Equivocada en qué? ¿Sobre Edward volviendo a casa? Por
supuesto que vendrá —me reí mofándome. — ¿Qué? ¿Piensas que va
a convertirse en un Romeo? ¡Ja! Como algo estúpido, romántico…— Sí —bufó Alice, su voz era
como el hielo. — Eso es exactamente lo que vi. La fuerte convicción de sus palabras hizo que sintiera mis rodillas extrañamente inseguras. Agarré una viga de madera de cedro
para apoyarme, apoyar mi cuerpo duro como el diamante. — ¡No! El no es tan estúpido. El… debe darse cuenta de que…Pero no pude terminar la frase
porque pude ver en mi cabeza, una visión de mi
propiedad. Una visión de mí misma. Una visión impensable de mi vida si de alguna manera Emmett dejara de existir. Me estremecí por el horror de
la idea. No, no había comparación. Bella era sólo un ser humano. Edward no quería que ella fuera inmortal así que no era lo mismo. ¡Edward no podía sentir lo mismo!— Yo… ¡Yo no quería algo así, Alice! ¡Yo sólo
quería que él volviera a casa! —Mi voz era casi un aullido. — Es un poco tarde para
eso, Rose —dijo Alice, más dura y fría que antes.
— Guarda tus
remordimientos para alguien que los crea. Hubo un clic y luego un pitido. — No —susurré. Sacudí mi cabeza lentamente durante un momento. —Edward
tiene que volver a casa. Miré fijamente mi cara en el panel de cristal de la puerta
francesa, pero no pude verla más. Era sólo una mancha amorfa de blanco y
dorado. Entonces, a través de la
mancha, muy lejos en los distantes bosques, un enorme árbol se
tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto del bosque. Emmett. Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente dando un golpe en la pared, pero el sonido estaba lejos,
detrás de mí, cuando me sumergí en el verde bosque, corriendo a gran velocidad.
— ¡Emmett! —Grité— ¡Emmett, ayúdame!
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