-Ya te extraño.
-No necesito irme. Me puedo quedar…
-Mmm.
Estuvo en silencio por un largo momento, sólo el golpe de mi
corazón martillando. El ritmo deshecho de nuestra respiración
entrecortada, y el susurro de nuestros labios moviéndose en
sincronización.
A veces era muy fácil olvidar que estaba besando a un vampiro.
No porque pareciera normal o humano –nunca podría olvidar ni
por un segundo que estaba sosteniendo a alguien más ángel que
humano en mis brazos- sino porque él lo hacía parecer como si no
fuera nada tener sus labios contra mis labios, mi cara, mi
garganta. Él afirmaba que ya tenía mucho tiempo que había
pasado la tentación que mi sangre solía ser para él, que la idea de
perderme le había curado cualquier deseo de ella. Pero yo sabía
que el olor de mi sangre todavía le causaba dolor –todavía le
quemaba su garganta como si estuviera inhalando llamas.
Abrí mis ojos y encontré los suyos abiertos, también, mirando
fijamente mi cara. No tenía sentido cuando él me miraba de esa
manera. Como si fuera el premio en lugar del escandaloso
afortunado ganador.
Nuestras miradas se encontraron por un momento; sus ojos
dorados eran tan profundos que imaginé que podía ver todo el
camino a su alma. Parecía tonto que éste hecho –el de la
existencia de su alma-siempre había estado en duda, incluso si él
era un vampiro. Él tenía el alma más hermosa, más hermosa que
su mente brillante ó su incomparable cara ó su glorioso cuerpo.
Él me volvió a mirar como si pudiera ver mi alma, también, y
como si le gustara lo que veía.
Él no podía ver dentro de mi mente, sin embargo, de la manera
que veía la de los demás. Quién sabe por qué –algún extraño fallo
en mi cerebro que lo hacía inmune a todas las extraordinarias y
atemorizantes cosas que algunos inmortales podían hacer. (Sólo
mi mente era inmune; mi cuerpo todavía era un tema para los
vampiros con habilidades que trabajaban de diferentes maneras
que las de Edward.) Pero estaba seriamente agradecida con el mal
funcionamiento que fuera que mantenía mis pensamientos en
secreto. Era simplemente muy vergonzoso considerar la
alternativa.
Tire su cara hacia la mía de nuevo.
“Definitivamente me quedo,” murmuró un momento después.
“No, no. Es tu fiesta de soltero. Tienes que ir.”
Dije las palabras, pero los dedos de mi mano derecha se aferraron
a su cabello bronce, la izquierda presionaba con fuerza su espalda.
Sus manos heladas acariciaron mi cara.
“Las fiestas de solteros están diseñadas para aquellos que están
tristes por ver pasar sus días de solteros. No podría estar más
ansioso de tener los míos detrás de mí. Así que no tiene sentido.”
“Cierto.” Respiré contra la piel fría como invierno de su garganta.
Esto era muy cercano a mi lugar feliz. Charlie durmiendo
inconsciente en su cuarto, que era casi tan bueno como estar solo.
Estábamos acurrucados en mi pequeña cama, entrelazados lo más
posible, considerando la espesa manta en la que estaba envuelta
como en un capullo. Odiaba la necesidad de la manta, pero
arruinaba un poco el romance cuando mis dientes comenzaban a
castañear. Charlie se daría cuenta si prendía el calentador en
Agosto…
Por lo menos, si tenía que ser abrigada, la camisa de Edward
estaba en el piso. Nunca salí del shock de cuan perfecto su cuerpo
era –blanco, frío, y pulido como el mármol. Dirigí mi mano hacia
su pecho de piedra ahora, trazándolos a través de la plana
superficie de su estómago, simplemente maravilloso. Un ligero
escalofrío lo recorrió, y su boca encontró la mía de nuevo. Con
cuidado, dejé que la punta de mi lengua presionara contra sus
labios como el vidrio, y él suspiró. Su dulce aliento pasó –frío y
delicioso- sobre mi cara.
Él comenzó a apartarse –ésa era su respuesta automática cuando
decidía que las cosas habían ido muy lejos, su reflejo cuando él
quería sobre todo seguir. Edward había pasado la mayoría de su
vida rechazando cualquier tipo de gratificación física. Sabía que
era aterrador para él tratar de cambiar esos hábitos ahora.
“Espera,” dije, agarrando sus hombros y abrazándome más cerca
de él. Liberé una pierna y la enrollé alrededor de su cintura. “La
práctica hace la perfección.”
Él se rió por lo bajo. “Bueno, deberíamos estar bastante cerca de
la perfección a estas alturas, entonces, o no? Has dormido algo en
el último mes?”
“Pero éste es el ensayo para el vestido,” le recordé, “y sólo hemos
practicado ciertas escenas. No es hora de jugar seguro”.
Pensé que él reiría, peor no respondió, y su cuerpo estaba inmóvil
con estrés repentino. El oro en sus ojos pareció endurecer de un
líquido a un sólido.
Analicé mis palabras, dándome cuenta qué podría haber oído en
ellas.
“Bella…,” susurró.
“No empieces esto de nuevo,” dije. “Un trato es un trato.”
“No lo sé. Es muy difícil concentrarse cuando estás conmigo así.
Yo – yo no puedo pensar con claridad. No seré capaz de
controlarme. Saldrás herida.”
“Estaré bien.”
“Bella…”
“Shh!” presioné mis labios contra los suyos para detener su
ataque de pánico. Lo había escuchado antes. No se iba a salir de
su trato. No después de insistir en que me casara con él primero.
Me regresó el beso por un momento, pero sabía que no estaba tan
involucrado como antes. Preocupándose, siempre preocupándose.
Qué tan diferente sería cuando él ya no necesitara preocuparse por
mí. Qué haría con todo su tiempo libre? Tendría que buscarse un
nuevo hobby.
“Cómo están tus pies?” preguntó.
Sabiendo que no lo decía literalmente, respondí, “Entrando en
calor.”
“En serio? No ideas de apoyo? No es demasiado tarde para
cambiar tu decisión.”
“Estás tratando de abandonarme?”
Soltó una risita. “Sólo asegurándome. No quiero que hagas algo
de lo que no estás segura.”
“Estoy segura acerca de ti. Con lo demás puedo vivir.”
Él vaciló, y me preguntó si pondría mi pie en mi boca de nuevo.
“Puedes?” preguntó en voz baja. “No me refiero a la boda –que
estoy seguro sobrevivirás a pesar de tus reclamos- pero después…
qué pasa con Renée, qué pasa con Charlie?”
Suspiré. “Los extrañaré.” Lo peor, que ellos me extrañarían, pero
no quería darle ningún combustible.
“Angela y Ben y Jessica y Mike.”
“Extrañaré a mis amigos, también.” Sonreí en la oscuridad.
“Especialmente a Mike. Oh, Mike! Cómo podré seguir?”
Soltó un gruñido.
Reí pero después era en serio. “Edward, hemos pasado por esto y
por esto. Sé que será difícil, pero esto es lo que quiero. Te quiero
a ti, y te quiero por siempre. Una vida es simplemente insuficiente
para mí.”
“Estancada para siempre en los 18,” murmuró.
“El deseo de cualquier mujer hecho realidad,” bromeé.
“Nunca cambiar… nunca seguir adelante.”
“Qué significa eso?”
Respondió lentamente. “Recuerdas cuando le dijimos a Charlie
que nos casábamos? Y pensó que estabas… embarazada?”
“Y pensó en disparate,” supuse con una risa. “Admítelo –por un
segundo, él honestamente lo consideró.”
No respondió.
“Qué, Edward?”
“Deseo… bueno, deseo que él haya estado en lo correcto.”
“Gah,” lancé un grito apagado.
“Más que había una forma en que el pudo haber estado. Que
nosotros tuvimos esa clase de potencial. Odio quitarte eso,
también.”
Me tomó un minuto. “Sé lo que estoy haciendo.”
“Cómo puedes saber eso, Bella? Mira a mi madre, mira a mi
hermana. No es tan fácil el sacrificio como te imaginas.”
“Esme y Rosalie se las arreglan bien. Si es un problema después,
podemos hacer lo que Esme hizo –adoptaremos.”
Suspiró y luego su voz era feroz. “No está bien! No quiero que
hagas sacrificios por mí. Quiero darte cosas, no quitártelas. No
quiero robar tu futuro. Si fuera humano-.”
Puse mi mano sobre sus labios. “Tú eres mi futuro. Ahora detente.
Sin depresiones, o llamaré a tus hermanos para que vengan y te
lleven. Tal vez necesitas una fiesta de soltero.”
“Lo siento. Me estoy deprimiendo, o no? Deben ser los nervios.”
“Están tus pies fríos?”
“No en ese sentido. He estado esperando un siglo para casarme
con usted, Señorita Swan. La ceremonia de la boda es algo que no
puedo esperar-“ Él interrumpió su idea. “Oh, por el amor de todo
lo que es santo!”
“Qué sucede?”
Apretó los dientes. “No tienes que llamar a mis hermanos.
Aparentemente Emmett y Jasper no me van a dejar retirarme esta
noche.”
Lo agarré más cerca por un momento y luego lo solté. No tenía
una oración para ganar unas vencidas con Emmett. “Diviértete.”
Hubo un chillido contra la ventana –alguien deliberadamente
arañando con sus uñas de acero el cristal para hacer un sonido
horrible, de cúbrete tus oídos, como gansos golpeándote la
columna. Me estremecí.
“Si no mandas a Edward afuera,” Emmett –todavía invisible en la
noche- silbó amenazante, “entraremos por él!”
“Ve,” reí. “Antes de que destruyan mi casa.”
Edward puso los ojos en blanco pero se puso en pie en un fluido
movimiento y tenía su camisa puesta en otro. Se inclinó y besó mi
frente.
“Duérmete. Tienes un gran día mañana:”
“Gracias! Eso seguro me ayuda.”
“Te veré en el altar.”
“Seré la de blanco.” Sonreí con la forma tan perfectamente de
época soné.
Él se río, diciendo, “Muy convincente,” y luego de repente se
hundió agachándose, sus músculos flexionados en un brinco. Se
desvaneció –lanzándose fuera de mi ventana demasiado rápido
para que mis ojos lo siguieran.
Afuera, había un golpe sordo, y oí a Emmett maldecir.
“Más les vale que no se retrase,” murmuré, sabiendo que podían
escuchar.
Y luego el rostro de Jasper miraba a través de mi ventana, su
cabello color miel, plateado en la débil luz de la luna que
trabajaba a través de las nubes.
“No te preocupes, Bella. Lo llevaremos a casa con suficiente
tiempo.”
De pronto estaba muy calmada, y todas mis dudas parecieron
poco importantes. Jasper era, a su propia manera, tan talentoso
como Alice con sus increíblemente precisas predicciones. El
medio de Jasper eran los humores en lugar del futuro, y era
imposible de resistir sentirte de la manera que él quería que te
sintieras.
Me senté incómodamente, todavía envuelta en mi sábana.
“Jasper? Qué hacen los vampiros para las fiestas de solteros? No
lo vas a llevar a un strip club, verdad?”
“No le digas nada!”Emmett gruñó desde abajo. Hubo otro golpe,
y Edward rió por lo bajo.
“Relájate,” me dijo Jasper –Y lo hice. “Los Cullen tenemos
nuestra propia versión. Sólo unos pocos pumas, un par de osos
pardos. Muy parecida a una noche normal fuera.”
Me pregunté si alguna vez sería capaz de sonar tan indiferente
sobre la dieta “vegetariana” de los vampiros.
“Gracias, Jasper.”
Hizo un guiño y salió de mi vista.
Estaba completamente en silencio afuera. Los ronquidos
amortiguados de Charlie zumbaban a través de las paredes.
Me recosté sobre mis almohadas, ahora adormilada. Mire las
paredes de mi pequeño cuarto, pálidas decolorada a la luz de la
luna, bajo pesadas capas.
Mi última noche en mi cuarto. Mi última noche como Isabella
Swan. Mañana en la noche, sería Bella Cullen. Aunque toda la
experiencia del matrimonio era una espina dentro de mí, tenía que
admitir que me gustaba cómo sonaba.
Dejé a mi mente vagar libremente por un momento, esperando
que el sueño me llevara. Pero, después de unos minutos, me
encontré más alerta, la ansiedad regresaba sigilosamente a mi
estómago, retorciéndolo en posiciones incómodas. La cama
parecía muy suave, muy tibia sin Edward en ella. Jasper estaba
muy lejos, y todos los pensamientos tranquilos y relajados se
fueron con él.
Iba a ser un día muy largo mañana.
Estaba conciente que la mayoría de mis miedos eran estúpidos –
sólo tenía que olvidarlos. La atención era una parte inevitable de
la vida, no podía confundirla siempre con el escenario. Sin
embargo, sí tenía preocupaciones específicas que eran
completamente válidas.
Primero, estaba la cola del vestido de boda. Alice claramente dejó
a su sentido artístico dominar a lo funcional en esa. Maniobrar la
escalera de los Cullen en tacones y una cola sonaba imposible.
Debí haber practicado.
Luego estaba la lista de invitados.
La familia de Tanya, el clan Denali, estarían llegando antes de la
ceremonia.
Sería delicado tener a la familia de Tanya en la misma habitación
con nuestros invitados de la reserva Quileute, el padre de Jacob y
los Clearwater. Los Denali no eran fans de los hombres lobo. De
hecho, la hermana de Tanya, Irina, no vendría a la boda. Ella
todavía esperaba una vendetta contra los hombres lobo por matar
a su amigo Laurent (sólo que él estaba a punto de matarme).
Gracias a ese rencor, los Denali abandonaron a la familia de
Edward en su peor hora de necesidad. Había sido la inverosímil
alianza con los lobos Quileute que había salvado nuestras vidas
cuando la horda de vampiros neófitos atacó…
Edward me había prometido que no sería peligroso tener a los
Denali cerca de los Quileute. Tanya y toda su familia –además de
Irina- se sentían horriblemente culpables por ese defecto. Una
tregua con los hombres lobo era un precio pequeño para
reconciliar algo de esa deuda, un precio que estaban preparados
para pagar.
Ése era el gran problema, pero había un pequeño problema,
también: mi frágil autoestima.
Nunca había visto a Tanya antes, pero estaba segura que
conocerla no sería una experiencia agradable para mi ego. Había
una vez, probablemente antes de que naciera, ella había hecho su
jugada por Edward –no es que la culpe a ella o a alguien más por
quererlo. Aún así, ella sería hermosa por lo menos y magnífica
por mucho. Aunque Edward claramente –e inconcebiblemente-
me prefería, no sería capaz de evitar hacer comparaciones.
Refunfuñé un poco hasta que Edward, que sabía mi debilidad, me
hizo sentir culpable.
“Somos lo más cercano que ellos tienen a una familia, Bella,” me
había recordado. “Todavía se sienten como huérfanos, sabes,
incluso después de todo este tiempo.”
Así que se lo concedí, escondiendo mi ceño fruncido.
Tanya tenía una gran familia ahora, casi tan grande como los
Cullen. Había cinco de ellos: A Tanya, Kate, e Irina se les unieron
Carmen y Eleazar casi al mismo tiempo que a los Cullen se les
unían Alice y Jasper, todos ellos unidos por su deseo de vivir más
compasivamente que los vampiros normales.
Para toda compañía, sin embargo, Tanya y sus hermanas estaban
aún solas de una manera. Todavía de luto. Porque mucho tiempo
atrás, ellas habían tenido una madre, también.
Me podía imaginar el hueco que dejó esa pérdida, incluso después
de miles de años; traté de visualizar a la familia Cullen sin su
creador, su centro, y su guía –su padre, Carlisle. No lo podía
imaginar.
Carlisle había explicado la historia de Tanya durante una de las
muchas noches que me quedé hasta tarde en casa de los Cullen,
aprendiendo todo lo que podía, preparándome lo más posible para
el futuro que había escogido. La historia de la madre de Tanya era
una entre varias, una historia preventiva ilustrando una de las
reglas de la que necesitaría estar pendiente cuando me uniera al
mundo inmortal. Sólo una regla, de hecho –una ley que se rompe
en mil facetas diferentes: Mantén el secreto.
Mantener el secreto significa muchas cosas –vivir discretamente
como los Cullen, mudándose antes de que los humanos sospechen
que no están envejeciendo. O mantenerte libre de humanos
completamente –excepto a la hora de comer- la manera en que
nómadas como James y Victoría habían vivido; la manera en que
los amigos de Jasper, Peter y Charlotte, aún vivían. Significa
mantener el control de los nuevos vampiros de crearas, como
Jasper había hecho cuando había vivido con Maria. Como
Victoria había fallado en hacer con sus neófitos.
Y significaba no crear algunas cosas en primer lugar, porque
algunas creaciones eran incontrolables.
“No conozco el nombre de la madre de Tanya,” había admitido
Carlisle, sus ojos dorados, casi del mismo tono de su rubio
cabello, triste al recordar el dolor de Tanya. “Nunca hablan de ella
si pueden evitarlo, nunca piensan en ella por gusto.
“La mujer que creó a Tanya, Kate e Irina –que las amaba, creo-
vivió muchos años antes de que yo naciera, durante un tiempo de
plaga en nuestro mundo, la plaga de los niños inmortales.
“Lo que estaban pensando, aquellos antiguos, no lo empiezo a
entender. Ellos crearon vampiros de humanos que apenas eran
más que bebés.”
Tuve que tragarme la bilis que subió en mi garganta mientras me
imaginaba lo que estaba describiendo.
“Ellos eran muy hermosos,” había explicado Carlisle
rápidamente, viendo mi reacción. “Tan simpáticos, tan
encantadores, no te lo imaginas. No tienes sino que estar cerca de
ellos para amarlos; era algo automático.
“Sin embargo, no se les podía enseñar. Estaban estancados a
cualquier nivel de desarrollo que hubieran logrado antes de ser
mordidos. Adorables niños de dos años con hoyuelos y ceceos
que podían destruir media aldea en una de sus rabietas. Si tenían
hambre, se alimentaban, y ninguna palabra de advertencia podía
contenerlos. Los humanos los veían, historias circularon, el miedo
se propagó como fuego en maleza seca…
“La madre de Tanya creó un niño como esos. Como con los otros
antiguos, no puedo comprender sus razones.” Tomó una
profunda, regular respiración. “Los Volturi se involucraron, por
supuesto.”
Me encogí como siempre lo hacía con ese nombre, pero por
supuesto que la legión de vampiros italianos –realeza en su propia
opinión- era el eje de esta historia. No podría haber una ley si no
hubiera castigo; no podría haber castigo si no hubiera nadie para
repartirlo. Los antiguos Aro, Cayo y Marcos gobernaban las
fuerzas Volturi; sólo los había visto una vez, pero en ese breve
encuentro, me pareció que Aro, con su poderoso don que lee
mentes –un contacto y sabría cada pensamiento que una mente
hubiera tenido –era el verdadero líder.
“Los Volturi estudiaron a los niños inmortales, en casa en
Volterra y alrededor de todo el mundo. Cayo decidió que los
jóvenes eran incapaces de proteger nuestro secreto. Y por eso
tenían que ser destruidos.
“Te digo que eran encantadores. Bueno, los aquelarres pelearon
hasta el último hombre –fueron completamente diezmados- para
protegerlos. La matanza no fue tan difundida como las guerras
sureñas en este continente, pero más devastadoras en su propia
forma. Aquelarres establecidos durante mucho tiempo, viejas
tradiciones, amigos… La mayoría se perdió. Al final, la práctica
fue completamente eliminada. Los niños inmortales se volvieron
innombrables, un tabú.
“Cuando viví con los Volturi, conocí a dos niños inmortales, así
que conozco de primera mano el atractivo que tenían. Aro estudió
a los pequeños por muchos años después de que la catástrofe que
habían causado había acabado. Conoces su carácter inquisitivo; él
tenía esperanzas que pudieran ser domesticados. Pero al final, la
decisión fue unánime: los niños inmortales no podían ser
permitidos a existir.”
Había olvidado a la madre de las hermanas Denali cuando la
historia regreso a ella.
“No es precisamente claro lo que le sucedió a la madre de Tanya,”
Carlisle dijo. “Tanya, Kate, e Irina eran completamente
inconscientes hasta el día que los Volturi llegaron por ellas, su
madre y su creación ilegal ya como sus prisioneros. Fue la
ignorancia lo que salvó la vida de Tanya y sus hermanas. Aro las
tocó y vio su total inocencia, así que no fueron castigadas con su
madre.
“Ninguna de ellas había visto al niño antes, o soñar de su
existencia, hasta el día que lo vieron quemarse en los brazos de su
madre. Solo puedo suponer que su madre había guardado el
secreto para protegerlas de éste exacto resultado. Pero por qué lo
habría creado en primer lugar? Quién era él, y qué había
significado para ella que la motivó a cruzar ésta línea que no se
puede cruzar? Tanya y las otras nunca recibieron una respuesta
para cualquiera de éstas preguntas. Pero no pudieron dudar de la
culpabilidad de su madre, y no creo que jamás la hayan
perdonado verdaderamente.
“Incluso con la perfecta garantía de Aro que Tanya, Kate, e Irina
eran inocentes, Cayo quería quemarlas. Culpables por asociación.
Fueron afortunadas de que Aro se sintiera compasivo ese día.
Tanya y sus hermanas fueron perdonadas, pero dejadas con
corazones incurables y un muy saludable respeto por la ley…”
No estoy segura cuándo exactamente el recuerdo se volvió un
sueño. Un momento parecía que estaba escuchando a Carlisle,
mirando su cara, y luego un momento después estaba mirando un
gris, árido campo y oliendo la espesa esencia de incienso
quemándose en el aire. No estaba sola allí.
El conjunto de figuras en el centro del campo, envueltas en capas
cenicientas, me deberían haber aterrorizado –sólo podían ser
Volturi, y yo era, contra lo que ellos habían decretado en nuestro
último encuentro, todavía humana. Pero yo sabía, como a veces lo
hago en sueños, que yo era invisible para ellos.
Esparcidos alrededor de mí había montones humeantes. Reconocí
la dulzura en el aire y no examiné los montículos muy de cerca.
No tenía deseos de ver los rostros de los vampiros que habían
ejecutado, medio temerosa de que pudiera reconocer a alguien en
las ardientes piras.
Los soldados Volturi se hallaron en un círculo alrededor de algo ó
alguien, y escuché sus susurrantes voces creciendo en agitación.
Me acerqué despacio a las capas, obligada por el sueño a ver que
cosa o persona estaban examinando con tanta intensidad.
Movimiento cuidadosamente entre las altas y silbantes figuras
envueltas, finalmente ví el objeto de su debate, creciendo en un
pequeño monte sobre ellos.
Él era hermoso, adorable, justo como Carlisle había descrito. El
niño era un pequeño todavía, tal vez dos años de edad. Rizos café
claro enmarcaban su cara de querubín con sus redondas mejillas y
labios rellenos. Y él estaba temblando, sus ojos cerrados como si
estuviera muy asustado para ver la muerte acercarse más cada
segundo.
Fui golpeada por una poderosa necesidad de salvar al adorable,
aterrado niño que los Volturi, a pesar de todo su peligro
devastador, ya no me importaban. Los empujé para pasar, sin
importarme si ellos se daban cuenta de mi presencia.
Liberándome de ellos completamente, corrí hacia el niño.
Sólo cuando me tambaleé al detenerme fue cuando tuve una clara
visión del monte en el que él estaba sentado. No era tierra y roca,
sino una pila de cuerpos humanos, desangrados y sin vida.
Demasiado tarde para no ver las caras. Los conocía a todos –
Ángela, Ben, Jessica, Mike… y directamente bajo el adorable
niño estaban los cuerpos de mi padre y mi madre.
El niño abrió sus ojos brillantes color rojo sangre
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