“Houston?” Pregunté, levantando mis cejas cuando llegamos a la
puerta en Seattle.
“Es sólo una parada en el camino” me aseguró Edward con una
sonrisa.
Sentí que apenas había dormido cuando me levantó. Me sentía
aturdida mientras él me dirigía entre las terminales, luchando con
recordar como abrir mis ojos después de pestañear. Me tomó unos
minutos darme cuenta de lo que sucedía cuando paramos en el
mostrador internacional para documentar para el siguiente vuelo.
“Rio de Janeiro?” pregunté con un poco más de emoción.
“Otra parada” me dijo.
El vuelo a Sudamérica fue largo pero confortante en el amplio
asiento de primera clase, con los brazos de Edward alrededor mío.
Me despabilé y enderecé inusualmente alerta mientras nos
acercábamos al aeropuerto, con la luz del atardecer atravesando
las ventanas del avión.
No nos quedamos en el aeropuerto para hacer otra conexión como
yo había supuesto. En lugar de eso, tomamos un taxi para cruzar
las oscuras, congestionadas y vivas calles de Rio. Incapaz de
entender una sola palabra de las instrucciones en portugués que
Edward daba al conductor, supuse que iríamos a un hotel antes de
seguir con nuestro camino. Un dolor agudo, muy parecido al
miedo escénico se revolvió en la boca de mi estómago mientras
consideraba esa posibilidad. El taxi continuó a través de la
multitud hasta que ésta desapareció, y parecía que nos
encontrábamos en el extremo oeste de la ciudad, dirigiéndonos
hacia el océano.
Nos detuvimos en el muelle.
Edward se dirigió hacia una larga línea de yates blancos
colocados sobre el agua color negro-noche. El bote en el que se
detuvo era el más pequeño de todos, más delgado, obviamente
construido para velocidad y no por espacio. Aún así era muy
lujoso, y más impresionante que los demás. El se subió sin
dificultad, a pesar de las pesadas maletas que cargaba. Dejó caer
éstas en la cubierta y se apuró para ayudarme a subir.
Miré en silencio, mientras preparaba el bote para la salida,
sorprendida de lo hábil y acostumbrado que parecía, sorprendida
porque nunca había mencionado interés alguno por los yates. Pero
de nueva cuenta, él era perfecto en todo.
Mientras nos dirigíamos hacia el este, al mar abierto, recordé
geografía básica en mi cabeza. Podía recordar que no había más
de Brasil hacia el este… hasta que te encuentras con África.
Pero Edward aceleró mientras las luces de Rio se apagaban y
finalmente desaparecían detrás nuestro. En su cara, se dibujaba
una familiar sonrisa de emoción, esa que era producida por
cualquier forma de velocidad. El bote se hacía camino entre las
olas y sentía mi cuerpo llenarse con brisa del mar.
Finalmente la curiosidad que había guardado tanto tiempo me
sobrepasó.
“Falta mucho para llegar?” pregunté
No era común que él se olvidara que yo era humana, pero me
pregunté si entre los planes estaba quedarnos a vivir dentro del
bote por algún tiempo.
“Media hora más” Sus ojos se posaron en mis manos, las cuales
se aferraban al asiento, y sonrió.
Oh bien, pensé para mi misma. El era un vampiro, después de
todo. Tal vez nos diríamos a la Atlántida.
Veinte minutos después, escuché mi nombre sobre el sonido del
motor.
“Bella, mira esto” Y apuntó justo al frente.
Primero solo pude ver oscuridad , y el reflejo de la blanca luna
sobre el mar. Pero observé cuidadosamente el espacio que él
había apuntado hasta que fui capaz de notar una forma oscura
rompiendo el reflejo de la luna sobre las olas. Mientras analizaba
la oscuridad, la silueta se volvió más detallada. La forma parecía
un triangulo irregular, con un lado más largo que otro,
hundiéndose en las olas. Nos acercamos más y pude ver que la
silueta parecía de algo emplumado, moviéndose al compás de la
brisa.
Y entonces, cuando mis ojos se reenfocaron y todas las piezas
tuvieron sentido: una pequeña isla saliendo del agua, justo frente
a nosotros, con palmas saludándonos, una playa brillando bajo la
luz de la luna.
“Donde estamos?” pregunté con voz baja, mientras él se dirigía a
la parte norte de la isla.
Me escuchó, a pesar del ruido del motor, y me dedicó una amplia
y blanca sonrisa que resplandeció bajo la luz de la luna.
“Esta es la Isla Esme”
El bote bajó la velocidad drásticamente, trazando con precisión el
camino hacia el pequeño muelle, construido con placas de
madera, iluminadas por la claridad de la luna. El motor se apagó,
y el silencio que le siguió fue profundo. No había nada más que
olas, chocando suavemente contra el bote, y el sonido de la brisa
que movía las palmas. El aire era cálido, húmedo y fragrante –
como el vapor que se queda después de un baño caliente.
“Isla Esme?” mi voz era baja, pero aún así sonó fuerte dentro de
la calmada noche.
“Un regalo de Carliste – Esme nos la prestó”
Un regalo. Quien da una isla como regalo? Arrugué el entrecejo.
No me había dado cuenta que la extrema generosidad de Edward
era un comportamiento heredado.
El colocó las maletas en el muelle y giró hacia mí, sonriendo de
forma perfecta mientras se acercaba. En lugar de tomar mi mano,
me tomó directamente entre sus brazos.
“No se supone que deberías esperar a que estemos en la puerta?”
pregunté, sin aliento, mientras bajábamos del bote.
Sonrió. “No me conformo con eso”
Tomando en una mano las maletas y cargándome con el otro
brazo, me llevó del muelle hacia el camino de arena pálida que
era rodeada por oscura vegetación.
Por un breve momento todo estaba muy oscuro en esa vegetacióncasi-jungla,
y entonces pude vislumbrar una cálida luz. Estábamos
ya cerca cuando pude darme cuenta que la luz era una casa – los
dos brillantes y perfectos cuadrados eran amplias ventanas que
rodeaban la puerta del frente – el miedo escénico me invadió de
nuevo, con más fuerza que antes, peor de lo que sentí cuando creí
que nos dirigíamos a un hotel.
Mi corazón latía fuertemente contra mis costillas, y mi respiración
parecía atorarse en la garganta. Sentí los ojos de Edward en mi
cara, pero me rehusé a voltear. Coloqué la mirada al frente, sin
ver nada.
No me preguntó lo que pensaba, lo que era algo extraño en él.
Supuse que eso significaba que él estaba repentinamente tan
nervioso como yo.
Colocó las maletas en la entrada para abrir las puertas – estaban
sin llave.
Edward bajó sus ojos hacia mí, esperando que yo correspondiera
la mirada antes de que cruzáramos el umbral.
Me llevó por la casa, ambos íbamos callados, encendiendo las
luces por donde pasábamos. La vaga impresión que tuve de la
casa es que era demasiado grande para la pequeña isla, y
extrañamente familiar. Me había habituado tanto al esquema de
decoración de los Cullen; me sentía en casa. No me pude
concentrar en nada en especial a pesar de todo. El pulso violento
que golpeaba detrás de mis orejas hacía que todo se viera borroso.
Entonces Edward se detuvo y encendió la última luz.
El cuarto era grande y blanco, y la pared más lejana era casi toda
de cristal – decoración clásica de mis vampiros. Afuera, la luna
brillaba en la arena blanca y, solo a unos metros de distancia,
iluminaba las olas. Pero apenas pude notar esa parte. Estaba más
enfocada en la inmensa cama en el centro del cuarto, con una red
para mosquitos colgado.
Edward me puso en pie.
“Yo… iré por las maletas”
El cuarto estaba muy caliente, más apabullante que la noche
tropical afuera. Unas gotas de sudor se formaron en la parte
trasera de mi cuello. Caminé lentamente hasta alcanzar y tocar la
esponjosa red. Por alguna razón, me tenía que convencer que todo
lo que veía era real.
No escuché a Edward regresar. De pronto, su helado dedo
acarició mi cuello, quitando una gota de sudor.
“Está un poco caluroso aquí” me dijo con tono de disculpa.
“Pensé… que sería mejor”
“Definitivamente”, murmuré por lo bajo, y él soltó una risita
nerviosa, raro en él.
“Traté de pensar en todo lo que pudiera hacer esto…. más fácil”
admitió
Tragué saliva escandalosamente, aún sin poder mirarlo. Acaso
había existido una luna de miel como esta antes?
Sabía la respuesta. No, no había existido.
“Me preguntaba” dijo Edward lentamente, “si… primero… tal
vez quisieras nadar en la oscuridad conmigo?” Tomó una
bocanada de aire, y su voz parecía menos tensa cuando habló de
nuevo. “El agua estará caliente. Esta es la clase de playa que te
gusta.”
“Suena bien”. Mi voz se quebró.
“Estoy seguro que querrás un minuto o dos para ser humana…
Fue un largo viaje.”
Asentí de forma extraña. Apenas podía sentirme humana; tal vez
unos minutos a solas me ayudarían.
Sus labios acariciaron mi garganta, justo debajo de mi oído. Rió
nerviosamente de nuevo, y su aliento fresco punzó mi
sobrecalentada piel. “No tardes demasiado, Sra. Cullen.”
Salté un poco al escuchar mi nuevo apellido.
Sus labios recorrieron desde mi cuello hasta la punta de mi cuello.
“Te esperaré en el agua”
El pasó frente a mí dirigiéndose a la puerta francesa que llevaba
directamente hacia la playa. En el camino, se desprendió de su
camisa, tirándola en el piso, y entonces salió por la puerta hacia la
noche iluminada. El aire salado se coló por el cuarto detrás de él.
Mi piel estaba en llamas? Tuve que observarme para checarlo.
Nope, nada se quemaba. Al menos no visiblemente.
Recordé que debía respirar, y entonces me dirigí a la maleta
gigante que Edward había abierto en la parte superior del tocador.
Debía ser mía, porque la familiar bolsa con mis cosas de tocador
estaba encima, y había muchas prendas rosadas, pero no reconocí
una sola pieza. Mientras buscaba a través de las pilas de ropa –
con la mente en algo familiar y cómodo, un par de viejos pants tal
vez – llamó mi atención que había una abrumadora cantidad de
encaje y satín en mis manos. Lencería. Una lencería muy lenceriosa, con etiquetas francesas.
No sabía cómo o cuando, pero algún día Alice pagaría por esto.
Rindiéndome, me dirigí al baño y espié por las largas ventanas
que daban exactamente al mismo lugar que las puertas Francesas.
No pude verlo; supuse que estaría en el agua, sin importarle salir a
tomar aire. En el cielo, la luna estaba de lado, casi llena, y la
arena brillaba bajo su resplandor. Un pequeño movimiento atrapó
mi mirada – que se dirigió hacia los árboles de palmas que
estaban en la playa, el resto de sus ropas se mecían a la par de la
suave brisa.
Una descarga de calor se sintió por mi piel de nuevo.
Tomé un par de bocanadas de aire y me dirigí hacia los espejos
colocados sobre el largo y estrecho pasillo. Me veía exactamente
como si hubiera pasado durmiendo todo el día en un avión.
Encontré mi cepillo y lo pasé con fuerza sobre los nudos que se
hicieron detrás de mi cuello hasta que se deshicieron y las cerdas
estaban llenas de cabello. Lavé mis dientes meticulosamente, dos
veces. Entonces lavé mi cara y aventé un poco de agua en la parte
trasera de mi cuello, que se sentía hirviendo. Se sintió tan bien
que decidí lavarme los brazos también, hasta que finalmente me
rendí y decidí tomarme un baño. Sabía que era ridículo bañarme
antes de nadar, pero necesitaba calmarme, y el agua caliente era
una forma segura de hacerlo.
También, depilarme las piernas de nuevo no parecía mala idea.
Cuando terminé, tomé una toalla blanca enorme del mueble y me
envolví en ella.
Entonces enfrenté un dilema. No lo había considerado. Que se
suponía que me pondría? No un traje de baño, obviamente. Pero
parecía demasiado tonto ponerme la misma ropa de nuevo. No
quería pensar en todo lo que Alice había empacado para mí.
Mi respiración comenzó a acelerarse de nuevo y mis manos
temblaron – gracias al efecto calmante del baño. Comencé a
sentirme mareada, aparentemente un ataque de pánico venía en
camino. Me senté en el piso frio, envuelta en mi toalla y puse la
cabeza entre las rodillas. Recé porque él no decidiera venir a
checar antes de que pudiera calmarme. Podía imaginar lo que
pensaría si me veía desmoronarme de esta forma. No sería difícil
para el convencerse a sí mismo que cometíamos un error.
No estaba asustada porque pensara que cometíamos un error. Para
nada. Me asustaba pensar que no tenía idea de cómo hacer esto, y
me asustaba salir de este cuarto y encarar lo desconocido.
Especialmente en lencería Francesa. Sabía que no estaría lista
para eso aún.
Se sentía exactamente como tener que salir a enfrentar un teatro
lleno de gente, sin saber cuales eran mis líneas.
Cómo hace la gente esto – tragarse los miedos y confiar en
alguien más tan implícitamente con cada imperfección y miedo
con que cuentan – con menos qué compromiso absoluto como el
que Edward me ofrecía? Si no estuviera Edward ahí afuera, si
cada célula de mi cuerpo no supiera lo mucho que me amaba, así
como yo lo amaba a él – incondicional e irrevocablemente y para
ser honestos, irracionalmente – nunca hubiera sido capaz de
levantarme del piso.
Pero era Edward, y susurré las palabras “No seas cobarde”
suavemente y me puse de pie. Coloqué la toalla aún más apretada
bajo mis brazos y salí del baño con determinación. Pasé la maleta
llena de encaje y la gran cama sin siquiera mirarlas. Salí por la
puerta de cristal hacia la arena fina.
Todo se veía en blanco y negro, la luz de la luna opacaba todos
los colores. Caminé lentamente a través de la arena tibia,
haciendo una pausa en el árbol torcido donde él había dejado sus
ropas. Coloqué mi mano sobre el rugoso tronco y chequé que mi
respiración estuviera tranquila. O lo suficientemente tranquila.
Miré hacia las pequeñas ondas del agua, oscuras en la noche,
buscando por él.
No fue difícil de encontrar. Ahí estaba parado, con su espalda
hacia mí, la cintura dentro del agua, viendo hacia la luna. La
pálida luz de la luna hacia ver su piel de un blanco perfecto, como
la arena, como la misma luna, e hizo su cabello mojado tan negro
como el océano. Ahí estaba, sin moverse, con la palma de sus
manos reposando sobre el agua; las pequeñas ondas golpeaban
contra él como si fuera de piedra. Miré hacia las pequeñas líneas
de espalda, sus hombros, sus brazos, su cuello, su perfecta figura.
El fuego no quemaba ya sobre mi piel – estaba calmada y
enterrada ahora; se llevó de mi la incomodidad y la incertidumbre.
Me despojé de la toalla sin duda alguna, dejándola sobre el árbol
junto a sus ropas, y caminé hace la blanca luz; también me hacía
parecer tan pálida como la nieve.
No podía escuchar el sonido de mis pasos cuando caminé hacia la
orilla del agua, pero supuse que él podía. Edward no dio la vuelta.
Dejé que el agua tocara mis pies, y me di cuenta que él tenía
razón – estaba muy caliente, tan caliente como un baño. Me
interné en el agua, caminé cuidadosamente a través del piso
invisible del oceáno, pero mi precaución no era necesaria; la arena
seguía siendo tan suave y fina, me dirigí hacia Edward. Caminé
contra corriente hasta estar a su lado, y coloqué mi mano en la
suya que descansaba sobre el agua.
“Hermosa” le dije, mirando también hacia la luna.
“Todo está bien” me contestó, sin impresionarse. Volteó
lentamente para encontrar mi mirada; pequeñas olas se formaban
con sus movimientos y chocaban contra mi piel. Sus ojos parecían
color plata en su cara como hielo. Dobló su mano de forma que
atrapó la mía y la hundió bajo la superficie del agua. Era lo
suficientemente cálida como para que su piel fría no me
estremeciera.
“Pero yo no usaría la palabra hermosa” continuó. “No
comparándola contigo”
Sonreí, y levanté mi mano libre – no temblaba – y la coloqué
sobre su corazón. Blanco sobre Blanco; coincidíamos por primera
vez. El se estremeció un poco con el contacto cálido. Su
respiración se volvió difícil.
“Te prometí que lo intentaríamos”, susurró, tenso de repente.
“Si… si hago algo malo, si te lastimo, me debes decir
inmediatamente”
Afirmé solemnemente, manteniendo mis ojos en los suyos. Tomé
otro paso a través de las olas y recosté mi cabeza contra su pecho.
“No tengas miedo” murmuré. “Nos pertenecemos”
Fui repentinamente abrumada por la verdad de mis propias
palabras. Este momento era tan perfecto, tan correcto, no había
duda de ello.
Sus brazos me envolvieron, reteniéndome contra él, verano e
invierno. Sentía como cada nervio de mi cuerpo era un cable vivo.
“Para siempre” coincidió, y entonces nos hundimos gentilmente
en la profundidad del agua.
El sol, caliente sobre la desnudez de mi espalda, me despertó por
la mañana. Muy tarde en la mañana, quizá era tarde, no estaba
segura.
Todo, sin tomar en cuenta la hora, estaba claro; sabía
perfectamente donde estaba – el cuarto brillante con la super
cama blanca, con los brillantes rayos del sol atravesando las
puertas abiertas. La red sobre la cama suavizando el resplandor.
No abrí los ojos. Estaba demasiado feliz como para cambiar algo,
sin importar lo pequeño que fuera. Los únicos sonidos eran las
olas afuera, nuestra respiración, el latido de mi corazón…
Estaba cómoda, aún con el sol quemante. Su piel fría era el
antídoto perfecto al calor. Descansando sobre su pecho, sus
brazos a mi alrededor, se sentía tan bien y natural. Me pregunté
por qué había entrado en pánico la noche anterior. Mis miedos
parecían tontos ahora.
Sus dedos trazaban suavemente el camino de mi espalda, y supe
que él sabía que estaba despierta. Pero mantuve los ojos cerrados
y apreté mis brazos sobre su cuello, tratando de acercarme más a
él.
No habló; sus dedos se movían de arriba abajo en mi espalda,
apenas rozando mientras trazaba patrones sobre mi piel.
Yo habría estado feliz de quedarme ahí por siempre, para nunca
tener que interrumpir este momento, pero mi cuerpo tenía otra
idea. Reí por mi impaciente estómago. Parecía algo prosaico estar
hambrienta después de todo lo que había pasado la noche anterior.
Era como pisar la tierra de nuevo después de estar en el cielo.
“Qué es lo chistoso?” murmuró, aún acariciando mi espalda. El
sonido de su voz, seria y profunda, trajo a mi mente imágenes de
la noche anterior, y sentí como el color llenaba mi cara y cuello.
Para responder su pregunta, mi estómago gruñó. Reí de nuevo.
“No se puede escapar de ser humana por mucho tiempo.”
Esperé, pero no rió conmigo. Lentamente, haciéndose camino
entre las muchas capas de éxtasis que nublaban mi cabeza, me dí
cuenta que la atmósfera era muy diferente fuera de mi propia
esfera de felicidad.
Abrí los ojos; la primera cosa que vi fue su pálida y casi plateada
piel de la garganta, el arco de su mentón sobre mi cara. Su
mandíbula estaba tensa. Me recargué sobre un codo para poder
verlo de cerca. Él estaba viendo hacia el dosel de la cama y
mientras no volteaba a verme, estudié su postura. Su expresión
fue un shock – envió dolores físicos a través de mi cuerpo.
“Edward” le dije, un sonido extraño salió de mi garganta. “Qué es
esto? Que pasa?”
“Tienes que preguntarlo?” Su voz era dura, cínica.
Mi primer instinto, el producto de una vida llena de
inseguridades, fue preguntarme que había hecho mal. Pensé en
todo lo que había pasado, pero no pude encontrar un solo
momento amargo. Todo había sido más fácil de lo que esperaba;
encajábamos perfecto, como un rompecabezas hecho para eso.
Esto me había dado una satisfacción en secreto – éramos
compatibles físicamente, así como lo éramos en lo demás. Fuego
y Hielo, existiendo de alguna forma, sin destruirse entre sí. Una
prueba más de que yo le pertenecía.
No podía pensar en nada que lo hubiera puesto así – tan frío y
severo. De qué me había perdido?
Su dedo suavizó las líneas de preocupación en mi frente.
“En qué piensas?” susurró
“Estás molesto. No lo entiendo. Acaso hice…?” no pude terminar.
Sus ojos se ajustaron un poco. “Qué tan lastimada estás, Bella?
Dime la verdad – no trates de minimizarlo.”
“Lastimada?” repetí; mi voz se oyó más fuerte de lo normal
porque me tomó por sorpresa.
Levantó una ceja, sus labios pegados formando una pequeña
línea.
Hice un chequeo rápido, estiré mi cuerpo, tensando y flexionando
mis músculos. Sentí un poco de dolor, hinchazón, también, era
verdad, pero básicamente tenía la sensación de que mis huesos se
habían desprendido de mis articulaciones y que me había
convertido en gelatina. Pero no era una sensación desagradable.
Y entonces me molesté, porque él estaba satanizando la más
perfecta de todas las mañanas con sus conjeturas pesimistas.
“Porqué sacaste esa conclusión? Nunca he estado mejor de lo que
estoy ahora”
Sus ojos se cerraron “Detén esto”
“Detener que?”
“Deja de actuar como si no fuera el monstruo que accedió a esto”
“Edward!” susurré, realmente molesta ahora. Estaba tratando de
quitarme un alegre recuerdo y reemplazarlo con algo oscuro,
manchándolo. “Nunca digas eso de nuevo”
Él abrió sus ojos, parecía que no quería verme.
“Mírate Bella. Y luego me dices si no soy un monstruo”
Herida, sorprendida, seguí sus instrucciones sin pensar y me
espanté.
Qué me había pasado? No tenía sentido ver toda esa nieve peluda
colgando de mi piel. Sacudí la cabeza y una cascada blanca cayó
de mi cabello.
Tomé entre mis dedos la suave nieve. Era una pieza caída.
“Porqué estoy cubierta en plumas?” Pregunté confundida.
El exhaló impacientemente. “Mordí una almohada. O dos. Pero
eso no es de lo que hablo.”
“Mordiste una almohada? Por qué?”
“Mira, Bella!” él casi gritaba. Tomó mi mano delicadamente – y
la estiró. “Mira eso”
Esta vez, entendí lo que me decía.
Bajo la lluvia de almohadas, grandes moretones comenzaban a
notarse sobre la piel de mi brazo. Mis ojos siguieron el rastro que
hacían hasta mi hombro, y sobre las costillas. Hundí un dedo
sobre un moretón, para verlo desaparecer un segundo y reaparecer
un instante después. Molestó un poco.
Delicadamente, Edward colocó su mano sobre los moretones de
mi brazo, uno a la vez, uniendo sus largos dedos en los patrones.
“Oh” dije
Traté de recordar esto – el dolor – pero no pude. No pude pensar
en un solo momento en que sus abrazos fueran tan fuertes, o sus
manos duras contra mí. Solo podía recordar que quería que me
abrazara más fuerte y estar agradecida cuando lo hacía…
“Lo… siento tanto, Bella”. Susurró mientras veía los moretones.
“Sabía bien que esto pasaría. No debí –“ Hizo un sonido apagado,
revolviéndose en lo profundo de su garganta. “Estoy más apenado
de lo que podría expresar.”
Puso un brazo sobre su cara y se quedó completamente quieto.
Me senté por un momento, en total shock, tratando de calmar –
ahora que entendía – su miseria. Era tan diferente a como yo me
sentía que me costaba procesarlo.
El impacto se desvaneció rápidamente, dejando nada en su
ausencia. Vacio. Mi mente estaba en blanco. No podía pensar en
que hacer o que decir. Como le podría explicar en la forma
correcta? Como podría hacerlo tan feliz como yo lo era – o como
había estado, un momento antes?
Tomé su brazo y no respondió. Envolví mis dedos alrededor de su
muñeca y traté de quitar su brazo de la cara, pero pude haber
tratado de mover una estatua porque así lo sentí.
“Edward”
No se movió.
“Edward?”
Nada. Entonces, sería un monólogo.
“Lo siento tanto, Edward. Estoy… ni siquiera puedo decírtelo.
Estoy tan feliz. Eso no es suficiente. No te molestes. No lo hagas.
Estoy realmente b- “
“No digas la palabra “bien””. Su voz era fría como hielo. “Si
valoras mi salud, no digas que estás bien”
“Pero lo estoy” susurré
“Bella” como si pudiera llorar. “No”
“No. No tú, Edward!”
El movió su brazo; sus ojos dorados me veían desconcertados.
“No lo arruines” le dije. “Estoy. Muy. Feliz”
“Ya lo he arruinado” murmuró
“Deja eso!” ordené
Escuché sus dientes chocar de furia.
“Ugh!” gruñí. “Por qué no es posible que leas mi mente? Es muy
inconveniente ser una muda mental!”
Sus ojos se estrecharon un poco, distraídos a pesar de si mismo.
“Eso es nuevo. Te encanta que no sea capaz de leer tu mente.”
“No hoy”
Me miró fijamente. “Por qué?”
Solté mis manos en frustración, sintiendo un ardor en mi hombro
que ignoré. Mis palmas cayeron contra su pecho con un golpe
seco. “Porque todo este berrinche sería innecesario si pudieras ver
como me siento ahora! O hace 5 minutos. Estaba muy feliz. Total
y completamente fuera de este mundo. Ahora- bueno, estoy muy
enojada”
“Deberías estarlo”
“Pues lo estoy. Te hace sentir mejor?”
Exhaló. “No, no creo que haya nada que me haga sentir mejor”
“Eso” dije “Eso es por lo que estoy molesta. Estás matando mi
alegría, Edward”
Dio vuelta a los ojos y sacudió la cabeza.
Tomé una bocanada de aire. Comenzaba a sentir las molestias
ahora, pero no estaba tan mal. Era algo así como cuando levanté
pesas. Lo había hecho con Renée durante una de sus etapas
obsesivas. Levanté 65 veces con 5 kilos en cada mano. No podía
caminar al dia siguiente. Esto no se sentía ni la mitad de mal.
Tragué mi irritación y traté de suavizar la voz. “Sabíamos que iba
a ser difícil. Pensé que ya lo sabías. Y entonces – bueno, fue
mucho más fácil de lo que pensé. Y esto no es nada.” Señalé con
mis dedos sobre mi brazo. “Creo que para ser la primera vez, sin
saber que nos esperaba, lo hicimos increíble. Con un poco de
práctica – “
Puso la cara tan lívida que tuve que dejar de hablar.
“Saberlo? Esperabas esto Bella? Pensabas que te lastimaría?
Pensabas que sería peor? Consideras este experimento un triunfo
porque puedes caminar aún? Sin huesos rotos – eso significa una
victoria?”
Esperé, dejando que dijera todo. Entonces esperé más mientras su
respiración se calmaba. Cuando sus ojos se habían normalizado,
pregunté, hablando con poca precisión.
“No sé que esperaba – pero definitivamente no creí que fuera tan
… tan… tan increíble como fue.” Mi voz se volvió un susurro,
mis ojos se movieron de su cara a mis manos. “Quiero decir, no
sé como fue para ti, pero eso fue para mí.”
Un dedo frio levantó mi mandíbula.
“Es eso de lo que estás preocupada?” preguntó a través de sus
dientes. “Que no haya disfrutado?”
Mis ojos no se levantaron. “Sé que no es lo mismo. No eres
humano. Solo trataba de explicarte que, para un humano, bueno,
no puedo imaginar que la vida pueda dar algo mejor que esto”
Se quedó callado por un largo rato, hasta que finalmente, tuve que
verlo. Su cara se había suavizado, pensativo.
“Parece que tengo muchas cosas de las cuales disculparme”
Hundió el entrecejo. “Nunca creí que pensarías que todo esto que
siento significa que anoche no fue… bueno, la mejor noche de mi
existencia. Pero no quería pensarlo así, no cuando tu fuiste…”
Mis labios se torcieron un poco. “De verdad? La mejor de tu
vida?” pregunté apenada.
Tomó mi cara entre sus manos, aún pensativo. “Hablé con
Carlisle después de que tu y yo hicimos el pacto, esperando en
que pudieras ayudarme. Por supuesto, me advirtió que podía ser
muy peligroso para ti” Una sombra cruzó su cara. “El tenía fé en
mi – fé que no merezco”
Comencé a protestar, y el puso dos dedos sobre mis labios antes
de poder continuar.
“También le pregunté que debería esperar. No sabía como sería
para mí… yo siendo vampiro.” Sonrió levemente. “Carlisle me
dijo que era algo muy poderoso, como nada en el mundo. Me dijo
que el amor físico era algo que no debía tomar a la ligera. Con
nuestras raros cambios de temperamento, emociones fuertes
pueden alterarnos de forma permanente. Pero me dijo también
que no necesitaba preocuparme por esa parte – tu ya me habías
cambiado completamente.” Esta vez, su sonrisa era genuina.
“Hablé con mis hermanos también. Ellos me dijeron que era un
gran placer. Detrás únicamente de tomar sangre humana.” Una
línea se formó en su frente. “Pero yo he probado tu sangre, y no
existe sangre más potente que eso… No creo que estén
equivocados, realmente. Solo que es diferente para nosotros. Algo
más”
“Fue más. Lo fue todo”
“Eso no cambia el hecho de que estuvo mal. Aún cuando sea
posible que te sientas así”
“Qué significa eso? Crees que estoy inventando todo? Por qué?”
“Para calmar mi culpa. No puedo ignorar la evidencia Bella. O tu
historia, cuando antes ya has hecho cosas para hacerme sentir
mejor”
Tomé su mentón y lo acerqué a mí, de forma que nuestras caras
estaban a centímetros. “Escuchame Edward Cullen. No estoy
inventando nada por ti, de acuerdo? Ni siquiera sabía que tenía
que haber una razón para hacerte sentir mejor hasta que
empezaste a ser miserable. Nunca he estado más feliz en mi vida
– No estuve así de feliz cuando decidiste que me amabas más de
lo que deseabas matarme, o la primer mañana cuando desperté y
estabas ahí esperando por mí…. Ni cuando escuché tu voz en el
salón de ballet” – El se estremeció con el recuerdo de mi
encuentro con un rastreador, pero no me detuve – “o cuando
dijiste “acepto” y me dí cuenta que de alguna forma te tendría
para siempre. Esos son recuerdos felices, y esto es mejor que
cualquiera de ellos. Así que acostúmbrate.”
Él tocó la línea entre mis cejas. “Te estoy haciendo infeliz ahora.
No quiero q se así”
“Entonces no seas infeliz. Es lo único que está mal aquí”
Sus ojos se entrecerraron, tomó un gran respiro y asintió. “Tienes
razón. El pasado es pasado y no puedo hacer nada para cambiarlo.
No tiene sentido dejar que mi mal humor te amargue la vida. Hare
lo posible por hacerte feliz ahora”
Examiné su cara con desconfianza, y él me correspondió con una
sonrisa serena.
“Lo que sea que me haga feliz?”
Mi estómago rugió al mismo tiempo de preguntar.
“Tienes hambre” dijo rápidamente. Se salió agilmented e la cama,
dejando un camino de plumas a su paso. Lo que me recordó.
“Entonces, por qué exactamente decidiste destruir las almohadas
de Esme?” Pregunté, sentándome y sacudiendo plumas de mi
cabello.
El ya tenía puestos un par de pantalones kaki, y estaba parado en
la puerta, acomodando su cabello, quitando las plumas.
“No sé si decidí hacer algo anoche” murmuró “Simplemente
fuimos afortunados de que hayan sido las almohadas y no tu”
Inhaló profundamente y sacudió la cabeza, como si quisiera
sacarse un pensamiento malo. Una auténtica sonrisa se dibujó en
su cara, pero supuse que había sido un gran esfuerzo para él.
Me deslicé cuidadosamente de la cama y me estiré de nuevo, más
consciente ahora, del dolor e inflamación. Lo escuché carraspear.
Se dio la vuelta, con sus manos en puños.
“Luzco tan mal?” pregunté, tratando de amenizar el ambiente.
Sostuvo la respiración y siguió sin voltear, probablemente para
esconder la expresión en su rostro. Caminé hacia el baño para
checarme.
Definitivamente había empeorado. Había una ligera mancha en mi
mejilla, y mis labios estaban inflamados, pero por otra cosa, mi
cara estaba bien. El resto de mi cuerpo estaba decorado con
parches azulados y morados. Me concentré en los moretones que
eran más difíciles de ocultar – mis brazos, mis hombros. Pero no
eran tan malos. La piel se repone rápidamente. Para el momento
en que un moretón aparecía yo ya me había olvidado cómo se
había formado. Por supuesto, estos apenas estaban en desarrollo.
Se verían peor mañana. Eso no haría las cosas más sencillas.
Miré mi cabello, y después gruñí.
“Bella?” El estaba detrás de mí en cuanto hice el sonido.
“Nunca podré quitarme esto del cabello” Apunté hacia mi cabeza,
con lo que parecía un nido de pájaros. Comencé a jalonear las
plumas.
“Deberías preocuparte por tu cabello” se quejó, pero se puso
detrás mio, quitándo las plumas más rápidamente.
“Cómo te contuviste de reírte? Me veo ridícula”
No contestó; se mantenía quitando las plumas. Y sabía la
respuesta de inmediato – no había anda que pudiera parecerle
gracioso de esto.
“No va a funcionar” Suspiré después de un minutos “Está
enredado. Tendré que lavarlo” Y me dí la vuelta, colocando mis
brazos en su cintura. “Quieres ayudarme?”
“Mejor buscaré comida para ti” Dijo en una voz calmada, y
gentilmente se desprendió de mis brazos. Suspiré mientras
desaparecía, moviéndose rápidamente.
Parecía que mi luna de miel había terminado. Eso me hizo un
nudo en la garganta.
Cuando estuve libre de plumas y vestida con un vestido blanco
nuevo de algodón que cubría la mayor parte de los moretones,
caminé descalza hacia donde me dirigía el olor de los huevos,
tocinos y queso cheddar.
Edward estaba parando frente a la estufa de acero inoxidable,
cocinando un omelet bajo la fina luz azulada del lugar. El olor a
comida me invadió. Me creí capaz de comerme todo el plato e
incluso el sartén; mi estómago reclamó.
“Aquí está” me dijo. Se dio la vuelta con una sonrisa en su cara y
colocó el plato en una pequeña mesa.
Me senté en una de las sillas de metal, oliendo los huevos
calientes. Quemaron mi gargante, pero no me importó.
Se sentó frente a mí. “No te estoy alimentando bien”
Tragué y le recordé “Estaba dormida, y esto está realmente bueno,
por cierto. Impresionante viniendo de alguien que no come”
“Food Network” me dijo, regalándome la sonrisa torcida que era
mi favorita.
Estaba feliz de verlo, feliz de que se viera un poco más normal.
“Le pedí a unas personas que vinieran a limpiar la cocina. Por
primera vez en este lugar. Creo que les pediré que limpien las
plumas también” El se distrajo, su mirada fija en un espacio sobre
mi cabeza. No respondí, tratando de evitar decir algo más que
pudiera molestarlo de nuevo.
Comí todo, aún cuando había comida suficiente para dos.
“Gracias” le dije. Me recosté sobre la mesa para besarlo. Me besó
automáticamente y repentinamente se alejó de mí.
Apreté mis dientes, y la pregunta que quería hacer antes, salió de
mí, sonando como una acusación “No me volverás a tocarme
mientras estemos aquí verdad?”
Dudó, entonces con una breve sonrisa levantó su mano y acarició
mi mejilla. Sus dedos pasaban suavemente sobre mi piel, y no
pude evitar colocar mi cara en su palma.
“Sabes que esto no es lo que me refiero”
Suspiró y dejó caer su mano. “Lo sé. Y estás en lo cierto.” Pausó,
levantando su mentón ligeramente. Y entonces habló de nuevo
con convicción. “No haré el amor contigo hasta que te hayas
transformado. No volveré a lastimarte”
No hay comentarios:
Publicar un comentario