sábado, 29 de diciembre de 2012

Cincuenta 50 sombras de Grey: Capítulo 22


Me han hecho la manicura, me han dado un masaje y me he tomado dos copas de 
champán. La sala VIP tiene muchas ventajas. Con cada sorbo de Moët, me siento 
un poco más inclinada a perdonar a Christian por su intervención. Abro el 
MacBook con la confianza de poner a prueba la teoría de que funciona en cualquier 
parte del planeta.
De: Anastasia SteeleFecha: 30 de mayo de 2011 21:53Para: Christian 
GreyAsunto: Detalles superextravagantes
Querido señor Grey:Lo que verdaderamente me alarma es cómo has sabido qué
vuelo iba a coger.Tu tendencia al acoso no conoce límites. Espero que el doctor 
Flynn haya vuelto de vacaciones.Me han hecho la manicura, me han dado un 
masaje en la espalda y me he tomado dos copas de champán, una forma 
agradabilísima de empezar mis vacaciones.Gracias.
Ana
De: Christian GreyFecha: 30 de mayo de 2011 21:59Para: Anastasia 
SteeleAsunto: No se merecen
Querida señorita Steele:El doctor Flynn ha vuelto y tengo cita con  él esta 
semana.¿Quién le ha dado un masaje en la espalda?
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc., con amigos en los 
sitios adecuados
¡Ajá! Hora de vengarse. Ya han llamado a nuestro vuelo, así que ahora podré
contestarle desde el avión. Será más seguro. Estoy a punto de abrazarme de 
perversa alegría.
Hay muchísimo sitio en primera. Con un cóctel de champán en la mano, me instalo 
en el suntuoso asiento de cuero junto a la ventanilla mientras la cabina empieza a 
llenarse poco a poco. Llamo a Ray para decirle dónde estoy; una llamada 
compasivamente breve, porque es muy tarde para él.—Te quiero, papá —susurro.
—Y yo a ti, Annie. Saluda a tu madre. Buenas noches.
—Buenas noches.
Cuelgo.
Ray está en buena forma. Miro mi Mac y, con el mismo regocijo infantil 
creciente, lo abro y entro en el programa de correo.
De: Anastasia SteeleFecha: 30 de mayo de 2011 22:22Para: Christian 
GreyAsunto: Manos fuertes y capaces Querido señor:Me ha dado un masaje en la 
espalda un joven muy  agradable. Verdaderamente agradable. No me habría 
topado con Jean-Paul en la sala de embarque normal, así que te agradezco de 
nuevo el detalle.No sé si me van a dejar mandar correos cuando hayamos 
despegado; además, necesito dormir para estar guapa, porque últimamente no he 
dormido mucho.Dulces sueños, señor Grey… pienso en ti.
Ana
Uf, cómo se va a enfadar… y estaré en el aire, lejos de su alcance. Le está bien 
empleado. Si hubiera estado en la sala de embarque normal, Jean-Paul no me 
habría puesto las manos encima. Era un joven muy agradable, de esos rubios y 
permanentemente bronceados; en serio, ¿quién puede estar bronceado en Seattle? 
Qué absurdo. Creo que era gay, pero eso me lo guardo para mí. Me quedo 
mirando el correo. Kate tiene razón. Con  él, es como pescar en una pecera. Mi 
subconsciente me mira con la boca espantosamente torcida:  ¿en serio quieres 
provocarlo? ¡Lo que ha hecho es un detallazo, lo sabes! Le importas y quiere que 
viajes por todo lo alto. Sí, pero me lo podía haber preguntado, o habérmelo dicho, 
y no hacerme quedar como una auténtica lela en el mostrador de facturación. Pulso 
la tecla de envío y espero, sintiéndome una niña muy mala.
—Señorita Steele, tiene que apagar el portátil durante el despegue —me dice 
amablemente una azafata supermaquillada.
Me da un susto de muerte. Mi conciencia culpable me castiga.
—Ah, lo siento.
Mierda. Ahora me va a tocar esperar para saber si me ha contestado. La azafata 
me da una manta suave y una almohada, mostrándome su dentadura perfecta. Me 
echo la manta por las rodillas. Es agradable que te mimen de vez en cuando.
La primera clase se ha llenado, salvo el asiento de al lado del mío, que sigue sin 
ocupar. Ay, no. Se me pasa una idea perturbadora por la cabeza. Igual ese sitio es el de Christian. Mierda, no, no será capaz. ¿O sí? Le dije que no quería que viniera 
conmigo. Miro impaciente el reloj y entonces la voz mecánica del personal de pista 
anuncia: «Tripulación: armar rampas y cross check».
¿Qué significa eso?  ¿Van a cerrar las puertas? Siento  que se me eriza el vello 
mientras espero sentada con palpitante inquietud. El asiento de al lado del mío es 
el único desocupado de los dieciséis de la cabina de primera. El avión arranca con 
una sacudida y yo suspiro de alivio, pero también siento una leve punzada de 
desilusión: no habrá Christian en cuatro días. Miro de reojo la BlackBerry.
De: Christian GreyFecha: 30 de mayo de 2011 22:25Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Disfruta mientras puedas
Querida señorita Steele:Sé lo que se propone y, créame, lo ha conseguido. La 
próxima vez irá en la bodega de carga, atada y amordazada y metida en un cajón. 
Le aseguro que encargarme de que viaje en esas condiciones me producirá
muchísimo más placer que cambiarle el billete por  uno de primera clase.Espero 
ansioso su regreso.
Christian GreyPresidente de mano suelta de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Dios mío. Ese es el problema del humor de Christian, que nunca estoy segura de si 
bromea o si está enfadadísimo. Sospecho que, en esta ocasión, está enfadadísimo. 
Subrepticiamente, para que no me vea la azafata, tecleo una respuesta bajo la 
manta.
De: Anastasia SteeleFecha: 30 de mayo de 2011 22:30Para: Christian 
GreyAsunto: ¿Bromeas? ¿Ves?, no tengo ni idea de si estás bromeando o no. Si no 
bromeas, mejor me quedo en Georgia. Los cajones están en mi lista de límites 
infranqueables. Siento haberte enfadado. Dime que me perdonas.
A
De: Christian GreyFecha: 30 de mayo de 2011 22:31Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Bromeo
¿Cómo es que estás mandando correos?  ¿Estás poniendo en peligro la vida de 
todos los pasajeros, incluida la tuya, usando la BlackBerry? Creo que eso 
contraviene una de las normas.
Christian GreyPresidente de manos sueltas (ambas) de Grey Enterprises Holdings, 
Inc.
¡Ambas! Guardo la BlackBerry, me recuesto en el asiento mientras el avión entra en 
pista y saco mi ejemplar de Tess… una lectura ligera para el viaje. Una vez en el aire, echo mi asiento para atrás y no tardo en quedarme dormida.
La azafata me despierta cuando iniciamos el descenso en Atlanta. Son las 5.45 h, 
hora local, pero solo he dormido unas cuatro horas o así. Estoy grogui, pero 
agradezco el zumo de naranja que me ofrece la azafata. Miro nerviosa la 
BlackBerry. No hay más correos de Christian. Bueno, son casi las tres de la mañana 
en Seattle, y seguramente quiere evitar que me cargue los sistemas de navegación o 
lo que sea que impide que vuelen los aviones cuando hay móviles encendidos.
La espera en Atlanta es de solo una hora. Y de nuevo disfruto del refugio de la sala 
VIP. Me siento tentada de dormirme acurrucada en uno de esos sofás tan blanditos 
que se hunden suavemente bajo mi peso, pero no voy a estar aquí tanto rato. Para 
mantenerme despierta, inicio en el portátil un interminable monólogo interior 
dirigido a Christian.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 06:52 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: ¿Te gusta asustarme?
Sabes cuánto me desagrada que te gastes dinero en mí. Sí, eres muy rico, pero aun 
así me incomoda; es como si me pagaras por el sexo. No obstante, me gusta viajar 
en primera —mucho más civilizado que el autocar—, así que gracias. Lo digo en 
serio, y he disfrutado del masaje de Jean-Paul, que era gay. He omitido ese detalle 
en mi correo anterior para provocarte, porque estaba molesta contigo, y lo 
siento.Pero, como de costumbre, tu reacción es desmedida. No me puedes decir 
esas cosas (atada y amordazada en un cajón; ¿lo decías en serio o era una broma?), 
porque me asustan, me asustas. Me tienes completamente cautivada, considerando 
la posibilidad de llevar contigo un estilo de vida que no sabía ni que existía hasta la 
semana pasada, y vas y me escribes algo así, y me dan ganas de salir corriendo 
espantada. No lo haré, desde luego, porque te echaría de menos. Te echaría mucho 
de menos. Quiero que lo nuestro funcione, pero me aterra la intensidad de lo que 
siento por ti y el camino tan oscuro por el que me llevas. Lo que me ofreces es 
erótico y sensual, y siento curiosidad, pero también tengo miedo de que me hagas 
daño, física y emocionalmente. A los tres meses, podrías pasar de mí y ¿cómo me 
quedaría yo? Claro que supongo que ese es un riesgo que se corre en cualquier 
relación. Esta no es precisamente la clase de relación que yo imaginaba que 
tendría, menos aún siendo la primera. Me supone un acto de fe inmenso.Tenías 
razón cuando dijiste que no hay una pizca de sumisión en mí, y ahora coincido 
contigo. Dicho esto, quiero estar contigo, y si eso es lo que tengo que hacer para 
conseguirlo, me gustaría intentarlo, aunque me parece que lo haré de pena y 
terminaré llena de moratones… y la idea no me atrae en absoluto.Estoy muy contenta de que hayas accedido a intentar darme más. Solo me falta decidir lo que 
entiendo por «más», y esa es una de las razones por las que quería distanciarme un 
poco. Me deslumbras de tal modo que me cuesta pensar con claridad cuando 
estamos juntos.Nos llaman para embarcar. Tengo que irme.Luego más.
Tu Ana
Le doy a la tecla de envío y me dirijo medio adormilada a la puerta de embarque 
para subirme a otro avión. Este solo tiene seis asientos en primera y, en cuanto 
despegamos, me acurruco bajo mi suave manta y me quedo dormida.
Tras un sueño demasiado corto me despierta la azafata con más zumo de 
naranja, ya que iniciamos la aproximación al Savannah International. Sorbo 
despacio, exhausta, y me permito sentir un poco de emoción. Voy a ver a mi madre 
después de seis meses. Mirando de reojo la BlackBerry, recuerdo que le he enviado 
un largo y farragoso correo a Christian, pero no hay respuesta. Son las cinco de la 
madrugada en Seattle; con un poco de suerte, aún estará dormido y no 
interpretando alguna pieza lúgubre al piano.
Lo bueno de las mochilas de cabina es que una puede salir volando del aeropuerto 
sin tener que esperar una eternidad junto a las cintas de equipaje. Lo bueno de 
viajar en primera es que te dejan bajar del avión antes que a nadie.
Mi madre me espera con Bob, y estoy encantada de verlos. No sé si es por el 
agotamiento, por el largo viaje o por toda la situación con Christian, pero en 
cuanto estoy en los brazos de mi madre me echo a llorar.
—Ay, Ana, cielo. Debes de estar muy cansada.
Mira inquieta a Bob.
—No, mamá, es que… me alegro mucho de verte.
La abrazo con fuerza.
Me hace sentir tan bien, tan protegida, como en casa. La suelto a regañadientes y 
Bob me da un incómodo abrazo con un solo brazo. No parece tenerse bien en pie, y 
entonces recuerdo que se ha hecho daño en una pierna.
—Bienvenida a casa, Ana. ¿Por qué lloras? —pregunta.
—Oh, Bob, también me alegro de verte a ti.
Contemplo su apuesto rostro de mandíbula cuadrada y sus chispeantes ojos 
azules que me miran con cariño. Me gusta este marido, mamá. Te lo puedes 
quedar. Me coge la mochila.
—Por Dios, Ana, ¿qué llevas aquí?Será el Mac. Los dos me agarran por la cintura mientras nos dirigimos al 
aparcamiento.
Siempre olvido el calor insoportable que hace en Savannah. Al salir de los 
confines refrigerados de la terminal de llegadas, nos cae encima la manta de calor 
de Georgia. Buf… Es agotador. Tengo que zafarme de los brazos de mamá y de 
Bob para quitarme la sudadera con capucha. Menos mal que me he traído 
pantalones cortos. A veces echo de menos el calor seco de Las Vegas, donde viví
con mamá y Bob cuando tenía diecisiete años, pero a este calor húmedo, incluso a 
las ocho y media de la mañana, cuesta acostumbrarse. Cuando me encuentro al fin 
en el asiento de atrás del Tahoe de Bob, maravillosamente refrigerado, me quedo 
sin fuerzas, y el pelo se me empieza a encrespar a causa del calor. Desde el 
monovolumen, les envío un mensaje rápido a Ray, a Kate y a Christian:
*He llegado sana y salva a Savannah. A :)*
De pronto pienso en José mientras pulso la tecla de envío y, en medio de la neblina 
de mi fatiga, recuerdo que su exposición es la semana que viene. ¿Debería invitar a 
Christian, sabiendo que no le cae bien José? ¿Aún querrá verme Christian después 
del e-mail que le he mandado? Me estremezco de pensarlo, y me lo quito de la 
cabeza. Ya me ocuparé de eso luego. Ahora voy a disfrutar de la compañía de mi 
madre.
—Cielo, debes de estar cansada.  ¿Quieres dormir un rato cuando lleguemos a 
casa?
—No, mamá. Me apetece ir a la playa.
Llevo mi tankini azul de top atado al cuello, mientras sorbo una Coca-Cola light 
tumbada en una hamaca mirando el océano Atlántico. Y pensar que ayer, sin ir 
más lejos, contemplaba el Sound abriéndose al Pacífico. Mi madre gandulea a mi 
lado, protegiéndose del sol con un sombrero flexible desmesuradamente grande y 
unas gafas de sol enormes, tipo Jackie O, sorbiendo su propia Coca-Cola. Estamos 
en la playa de Tybee Island, a tres manzanas de casa. Me tiene cogida de la mano. 
Mi fatiga ha disminuido y, mientras me empapo de sol, me siento a gusto, segura y 
animada. Por primera vez en una eternidad, empiezo a relajarme.
—Bueno, Ana… háblame de ese hombre que te tiene tan loca.
¡Loca! ¿Cómo lo sabe? ¿Qué le digo? No puedo hablar de Christian con mucho detalle por el acuerdo de confidencialidad, pero, en cualquier caso,  ¿le hablaría a 
mi madre de él? Palidezco de pensarlo.
—¿Y bien? —insiste, y me aprieta la mano.
—Se llama Christian. Es  guapísimo. Es rico… demasiado rico. Es muy 
complicado y temperamental.
Sí, me siento tremendamente orgullosa de mi definición escueta y precisa. Me 
vuelvo de lado para mirarla, justo cuando ella hace lo mismo. Me mira con sus ojos 
de un azul transparente.
—Centrémonos en lo de complicado y temperamental.
Oh, no…
—Sus cambios de humor me confunden, mamá. Tuvo una infancia difícil y es 
muy cerrado, es muy difícil entenderle.
—¿Te gusta?
—Más que eso.
—¿En serio? —me dice, mirándome boquiabierta.
—Sí, mamá.
—En realidad, cielo, los hombres no son complicados. Son criaturas muy 
simples y cuadriculadas. Por lo general dicen lo que quieren decir. Y nosotras nos 
pasamos horas intentando analizar lo que han dicho, cuando lo cierto es que 
resulta obvio. Yo, en tu lugar, me lo tomaría al pie de la letra. Igual te ayuda.
La miro alucinada. Parece un buen consejo. Tomarme a Christian al pie de la 
letra. Enseguida me vienen a la cabeza algunas de las cosas que me ha dicho.
«No quiero perderte…»
«Me tienes embrujado…»
«Me tienes completamente hechizado…»
«Yo también te voy a echar de menos, más de lo que te imaginas…»
Miro a mi madre. Ella se ha casado cuatro veces. A lo mejor sí sabe algo de los 
hombres, después de todo.
—Casi todos los hombres son volubles, cariño, algunos más que otros. Mira a tu 
padre, por ejemplo…
Se le ablanda y entristece la mirada siempre que piensa en mi padre. En mi 
verdadero padre, ese hombre mítico al que no llegué a conocer y al que nos 
arrebataron de forma tan cruel, siendo marine, en unas maniobras de combate. En parte, creo que mamá ha estado buscando a alguien como  él todo este tiempo; 
puede que ya haya encontrado en Bob lo que buscaba. Lástima que no lo 
encontrara en Ray.
—Yo solía pensar que tu padre era voluble, pero ahora, cuando vuelvo la vista 
atrás, pienso que solamente estaba demasiado agobiado con su trabajo e 
intentando ganarse la vida para mantenernos. —Suspira—. Era tan joven… los dos 
lo éramos. Igual ese fue el problema.
Mmm… Christian no es precisamente viejo. Sonrío cariñosa a mi madre. Se 
pone muy sentimental cuando habla de mi padre, pero estoy segura de que los 
cambios de humor del marine no tenían nada que ver con los de Christian.
—Bob quiere llevarnos a cenar esta noche. A su club de golf.
—¡No me digas! ¿Bob ha empezado a jugar al golf? —pregunto en tono burlón e 
incrédulo.
—Dímelo a mí —gruñe mi madre, poniendo los ojos en blanco.
Tras un almuerzo ligero de vuelta en casa, empiezo a deshacer la mochila. Me voy 
a obsequiar con una siesta. Mamá se ha ido a moldear velas o lo que sea que haga 
con ellas, y Bob está en el trabajo, así que tengo un rato para recuperar horas de 
sueño. Abro el Mac y lo enciendo. Son las dos de la tarde en Georgia, las once de la 
mañana en Seattle. Me pregunto si Christian me habrá contestado. Nerviosa, abro 
el correo.
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 07:30Para: Anastasia 
SteeleAsunto: ¡Por fin!
Anastasia:Me fastidia que, en cuanto pones distancia entre nosotros, te 
comuniques abierta y sinceramente conmigo. ¿Por qué no lo haces cuando estamos 
juntos?Sí, soy rico. Acostúmbrate. ¿Por qué no voy a gastar dinero en ti? Le hemos 
dicho a tu padre que soy tu novio. ¿No es eso lo que hacen los novios? Como amo 
tuyo, espero que aceptes lo que me gaste en ti sin rechistar. Por cierto, díselo 
también a tu madre.No sé cómo responder a lo que me dices de que te sientes 
como una puta. Ya sé que no me lo has dicho con esas palabras, pero es lo mismo. 
Ignoro qué puedo decir o hacer para que dejes de sentirte así. Me gustaría que 
tuvieras lo mejor en todo. Trabajo muchísimo, y me gusta gastarme el dinero en lo 
que me apetezca. Podría comprarte la ilusión de tu vida, Anastasia, y quiero 
hacerlo. Llámalo redistribución de la riqueza, si lo prefieres. O simplemente ten 
presente que jamás pensaría en ti de la forma que dices y me fastidia que te veas así. Para ser una joven tan guapa, ingeniosa e inteligente, tienes verdaderos 
problemas de autoestima y me estoy pensando muy seriamente concertarte una 
cita con el doctor Flynn.Siento haberte asustado. La idea de haberte inspirado 
miedo me resulta horrenda. ¿De verdad crees que te dejaría viajar como una presa? 
Te he ofrecido mi jet privado, por el amor de Dios. Sí, era una broma, y muy mala, 
por lo visto. No obstante, la verdad es que imaginarte atada y amordazada me 
pone (esto no es broma: es cierto). Puedo prescindir del cajón; los cajones no me 
atraen. Sé que no te agrada la idea de que te amordace; ya lo hemos hablado: 
cuando lo haga —si lo hago—, ya lo hablaremos. Lo que parece que no te queda 
claro es que, en una relación amo/sumiso, es el sumiso el que tiene todo el poder. 
Tú, en este caso. Te lo voy a repetir: eres tú la que tiene todo el poder. No yo. En la 
casita del embarcadero te negaste. Yo no puedo tocarte si tú te niegas; por eso 
debemos tener un contrato, para que decidas qué quieres hacer y qué no. Si 
probamos algo y no te gusta, podemos revisar el contrato. Depende de ti, no de mí. 
Y si no quieres que te ate, te amordace y te meta en un cajón, jamás sucederá.Yo 
quiero compartir mi estilo de vida contigo. Nunca he deseado nada tanto. 
Francamente, me admira que una joven tan inocente como tú esté dispuesta a 
probar. Eso me dice más de ti de lo que te puedas imaginar. No acabas de 
entender, pese a que te lo he dicho en innumerables ocasiones, que tú también me 
tienes hechizado. No quiero perderte. Me angustia que hayas cogido un avión y 
vayas a estar a casi cinco mil kilómetros de mí varios días porque no puedes 
pensar con claridad cuando me tienes cerca. A mí me pasa lo mismo, Anastasia. 
Pierdo la razón cuando estamos juntos; así de intenso es lo que siento por 
ti.Entiendo tu inquietud. He intentado mantenerme alejado de ti; sabía que no 
tenías experiencia  —aunque jamás te habría perseguido de haber sabido lo 
inocente que eras—, y aun así me desarmas por completo como nadie lo ha hecho 
antes. Tu correo, por ejemplo: lo he leído y releído un montón de veces, intentando 
comprender tu punto de vista. Tres meses me parece una cantidad arbitraria de 
tiempo.  ¿Qué te parece seis meses, un año?  ¿Cuánto tiempo quieres?  ¿Cuánto 
necesitas para sentirte cómoda? Dime.Comprendo que esto es un acto de fe 
inmenso para ti. Debo ganarme tu confianza, pero, por la misma razón, tú debes 
comunicarte conmigo si no lo hago. Pareces fuerte e independiente, pero luego leo 
lo que has escrito y veo otro lado tuyo. Debemos orientarnos el uno al otro, 
Anastasia, y solo tú puedes darme pistas. Tienes que ser sincera conmigo y los dos 
debemos encontrar un modo de que nuestro acuerdo funcione.Te preocupa no ser 
dócil. Bueno, quizá sea cierto. Dicho esto, debo reconocer que solo adoptas la 
conducta propia de una sumisa en el cuarto de juegos. Parece que ese es el único 
sitio en el que me dejas ejercer verdadero control sobre ti y el único en el que haces 
lo que te digo. «Ejemplar» es el calificativo que se me ocurre. Y yo jamás te llenaría 
de moratones. Me va más el rosa. Fuera del cuarto de juegos, me gusta que me desafíes. Es una experiencia nueva y refrescante, y no me gustaría que eso 
cambiara. Así que sí, dime a qué te refieres cuando me pides más. Me esforzaré por 
ser abierto y procuraré darte el espacio que necesitas y mantenerme alejado de ti 
mientras estés en Georgia. Espero con ilusión  tu próximo correo.Entretanto, 
diviértete. Pero no demasiado.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Madre mía. Ha escrito una redacción como las del colegio, y casi todo lo que dice 
es bueno. Con el corazón en la boca, releo su epístola y me acurruco en la cama del 
cuarto de invitados prácticamente abrazada a mi Mac. ¿Que prorroguemos nuestro 
contrato a un año?  ¡Que soy yo la que tiene el poder! Voy a tener que meditar 
sobre eso. Que me lo tome al pie de la letra, eso es lo que me ha dicho mamá. No 
quiere perderme.  ¡Ya me lo ha dicho dos veces! También, que quiere que esto 
funcione. ¡Ay, Christian, y yo!  ¡Que va a procurar mantenerse alejado!  ¿Significa 
eso que a lo mejor no lo consigue? De pronto, deseo que así sea. Quiero verlo. No 
llevamos separados ni veinticuatro horas, y al pensar que voy a estar cuatro días 
sin  él me doy cuenta de lo mucho que lo echo de menos. De lo mucho que lo 
quiero.
—Ana, cielo  —me dice una voz suave y cálida, llena de amor y de dulces 
recuerdos de tiempos pasados.
Una mano suave me acaricia la cara. Mi madre me despierta y yo estoy 
abrazada al portátil, cogida a él como una lapa.
—Ana, cariño —sigue con su voz suave y cantarina mientras resurjo del sueño, 
parpadeando a la pálida luz rosada del atardecer.
—Hola, mamá.
Me desperezo y sonrío.
—Nos vamos a cenar en media hora. ¿Aún quieres venir? —pregunta amable.
—Sí, claro, desde luego.
Me esfuerzo en vano por contener un bostezo.
—Vaya, un artilugio impresionante —dice, señalando el portátil.
Mierda.—Ah, ¿esto? —digo haciéndome un poco la tonta.
¿Se lo olerá mamá? Parece que se ha vuelto más perspicaz desde que tengo 
«novio».
—Me lo ha prestado Christian. Pensé que podría pilotar una nave espacial con 
él, pero solo lo uso para enviar correos y navegar por internet.
En serio, no es nada. Mirándome con recelo, se sienta en la cama y me coloca un 
mechón de pelo suelto detrás de la oreja.
—¿Te ha escrito?
Mierda, mierda.
—Sí.
Esta vez no sé hacerme la tonta, y me sonrojo.
—A lo mejor te echa de menos, ¿no?
—Eso espero, mamá.
—¿Qué te dice?
Mierda, mierda, mierda. Busco desesperadamente algo de ese correo que pueda 
contarle a mi madre. No creo que le apetezca oír hablar de amos, ni de bondage y 
mordazas, claro que el acuerdo de confidencialidad tampoco me permite 
contárselo.
—Me ha dicho que me divierta, pero no demasiado.
—Parece razonable. Te dejo para que te arregles, cielo. —Se inclina y me besa en 
la frente—. Me alegro mucho de que hayas venido, Ana. Me encanta tenerte aquí.
Y, después de tan afectuosa declaración, se va.
Uf, Christian y razonable… dos conceptos que siempre había creído 
incompatibles; aunque, después del último correo, igual todo es posible. Meneo la 
cabeza. Necesito tiempo para digerir sus palabras. Hasta después de la cena… tal 
vez entonces le pueda responder. Salgo de la cama, me quito rápidamente la 
camiseta y los pantalones cortos y me dirijo a la ducha.
Me he traído el vestido gris de Kate con la espalda descubierta que llevé en la 
graduación. Es la única prenda de vestir que metí en la mochila. Lo bueno de la 
humedad es que las arrugas han desaparecido, así que creo que me lo pondré para 
ir al club de golf. Mientras me visto, abro el portátil. No hay nada nuevo de 
Christian y siento una punzada de desilusión. Muy rápido, le escribo un correo.De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:08 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: ¿Elocuente?
Señor, eres un escritor elocuente. Tengo que ir a cenar al club de golf de Bob y, 
para que lo sepas, estoy poniendo los ojos en blanco solo de pensarlo. Pero, de 
momento, tú y tu mano suelta estáis muy lejos de mí. Me ha encantado tu correo. 
Te contesto en cuanto pueda. Ya te echo de menos.Disfruta de tu tarde.
Tu Ana
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:10Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Su trasero
Querida señorita Steele:Me tiene distraído el asunto de este correo. Huelga decir 
que, de momento, está a salvo.Disfrute de la cena. Yo también la echo de menos, 
sobre todo su trasero y esa lengua viperina suya.Mi tarde será aburrida y solo me 
la alegrará pensar en usted y en sus ojos en blanco. Creo que fue usted quien 
juiciosamente me hizo ver que también yo tengo esa horrenda costumbre.
Christian GreyPresidente que acostumbra a poner los ojos en blanco, de Grey 
Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:14 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Ojos en blanco
Querido señor Grey:Deja de mandarme correos. Intento arreglarme para la cena. 
Me distraes mucho, hasta cuando estás en la otra punta del país. Y sí, ¿quién te da 
unos azotes a ti cuando eres tú el que pone los ojos en blanco?
Tu Ana
Le doy a la tecla de envío e inmediatamente me viene a la cabeza la imagen de esa 
bruja malvada de la señora Robinson. No quiero ni imaginarlo. A Christian 
golpeado por alguien de la edad de mi madre; qué barbaridad. Una vez más me 
pregunto cuánto daño le habrá hecho esa mujer. Aprieto los labios de rabia. 
Necesito un muñeco al que clavarle alfileres; igual así logro descargar parte de la 
ira que siento por esa desconocida.
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:18Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Su trasero
Querida señorita Steele:Me gusta más mi asunto que el tuyo, en muchos sentidos. 
Por suerte, soy el dueño de mi propio destino y nadie me castiga. Salvo mi madre, 
de vez en cuando, y el doctor Flynn, claro. Y tú.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:22 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: ¿Castigarte yo?
Querido señor:¿Cuándo he tenido yo valor de castigarle, señor Grey? Me parece 
que me confunde con otra, lo cual resulta preocupante.En serio, tengo que 
arreglarme.
Tu Ana
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:25Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Tu trasero
Querida señorita Steele:Lo hace constantemente por escrito.  ¿Me deja que le suba 
la cremallera del vestido?
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Por alguna extraña razón, sus palabras saltan de la pantalla y me hacen jadear. 
Oh… está juguetón.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:28 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Para mayores de 18 años
Preferiría que me la bajaras.
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:31Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Cuidado con lo que deseas…
YO TAMBIÉN.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:33 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Jadeando
Muy despacio…
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:35Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Gruñendo
Ojalá estuviera allí.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:37 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Gimiendo
OJALÁ.
—¡Ana!
Mi madre me llama y doy un respingo. Mierda.  ¿Por qué me siento tan culpable?
—Ya voy, mamá.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 19:39 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Gimiendo
Tengo que irme.Hasta luego, nene.
Salgo corriendo al pasillo, donde me esperan Bob y mi madre. Esta frunce el ceño.
—Cariño… ¿te encuentras bien? Te veo un poco acalorada.
—Estoy bien, mamá.
—Estás preciosa, cariño.
—Ah, este vestido es de Kate. ¿Te gusta?
Frunce el ceño aún más.
—¿Por qué llevas un vestido de Kate?
Oh… no.
—Pues porque a ella este no le gusta y a mí sí —improviso.
Me escudriña mientras Bob rezuma impaciencia con su mirada de perrillo 
faldero hambriento.
—Mañana te llevo de compras —dice.
—Ay, mamá, no hace falta. Tengo mucha ropa.
—¿Es que no puedo hacer algo por mi hija? Venga, que Bob está muerto de 
hambre.
—Cierto —gimotea Bob, frotándose el estómago y poniendo carita de pena.
Río como una boba cuando  él pone los ojos en blanco, y luego salimos por la 
puerta.
Más tarde, mientras estoy en la ducha refrescándome bajo el agua tibia, pienso 
en lo mucho que ha cambiado mi madre. En la cena ha estado en su elemento: 
divertida y coqueta, rodeada de montones de amigos del club de golf. Bob se ha 
mostrado cariñoso y atento. Parece que se llevan bien. Me alegro mucho por mi madre. Significa que puedo dejar de preocuparme por ella y de cuestionar sus 
decisiones, y olvidar los días oscuros del marido número tres. Bob le va a durar. 
Además, ahora me da buenos consejos.  ¿Cuándo ha empezado a suceder eso? 
Desde que conocí a Christian. ¿Y eso por qué?
Cuando termino, me seco rápidamente, ansiosa por volver con Christian. Hay 
un correo esperándome, enviado justo después de que me fuera a cenar, hace un 
par de horas.
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 16:41Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Plagio
Me has robado la frase.Y me has dejado colgado.Disfruta de la cena.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 22:18 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Mira quién habla
Señor, si no recuerdo mal, la frase era de Elliot.¿Sigues colgado?
Tu Ana
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 19:22Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Pendiente
Señorita Steele:Ha vuelto. Se ha ido tan de repente… justo cuando la cosa 
empezaba a ponerse interesante.Elliot no es muy original. Le habrá robado esa 
frase a alguien.¿Qué tal la cena?
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 22:26 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: ¿Pendiente?
La cena me ha llenado; te gustará saber que he comido hasta hartarme.¿Se estaba 
poniendo interesante? ¿En serio?
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 19:30Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Pendiente, sin duda
¿Te estás haciendo la tonta? Me parece que acababas de pedirme que te bajara la 
cremallera del vestido.Y yo estaba deseando hacerlo. Me alegra saber que estás 
comiendo bien.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 22:36 ESTPara: Christian GreyAsunto: Bueno, siempre nos queda el fin de semana
Pues claro que como… Solo la incertidumbre que siento cuando estoy contigo me 
quita el apetito.Y yo jamás me haría la tonta, señor Grey.Seguramente ya te habrás 
dado cuenta. ;)
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 19:40Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Estoy impaciente
Lo tendré presente, señorita Steele, y, por supuesto, utilizaré esa información en mi 
beneficio.Lamento saber que le quito el apetito. Pensaba que tenía un efecto más 
concupiscente en usted. Eso me ha pasado a mí también, y bien placentero que ha 
sido.Espero impaciente la próxima ocasión.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 22:36 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Flexibilidad léxica
¿Has estado echando mano otra vez al diccionario de sinónimos?
De: Christian GreyFecha: 31 de mayo de 2011 19:40Para: Anastasia 
SteeleAsunto: Me ha pillado Qué bien me conoce, señorita Steele.Voy a cenar con 
una vieja amistad, así que estaré conduciendo.Hasta luego, nena©.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
¿Qué vieja amistad? No sabía que Christian tuviera viejas amistades, salvo… ella. 
Miro ceñuda la pantalla. ¿Por qué tiene que seguir viéndola? Sufro un repentino y 
agudo ataque de celos. Quiero atizarle a algo, preferiblemente a la señora 
Robinson. Furiosa, apago el portátil y me meto en la cama.
Debería contestar su largo correo de esta mañana, pero de pronto estoy 
demasiado enfadada. ¿Por qué no la ve como lo que es: una pederasta? Apago la 
luz, furibunda, y me quedo mirando a la oscuridad. ¿Cómo se atrevió esa mujer? 
¿Cómo osó aprovecharse de un adolescente vulnerable? ¿Seguirá haciéndolo? ¿Por 
qué lo dejaron? Se me pasan por la cabeza varios escenarios posibles: si fue  él 
quien se hartó de ella, entonces ¿por qué continúan siendo amigos?; o bien fue ella 
la que se hartó. ¿Estará casada? ¿Divorciada? Dios.  ¿Tendrá hijos? ¿Tendrá algún 
hijo de Christian? Mi subconsciente asoma su feo rostro, me sonríe lasciva, y yo me 
quedo pasmada y asqueada solo de pensarlo. ¿Sabrá de ella el doctor Flynn?
Me obligo a salir de la cama y vuelvo a encender el cacharro infernal. Tengo una 
misión que cumplir. Tamborileo los dedos impaciente mientras espero a que 
aparezca la pantalla azul. Entro en la sección de imágenes de Google y tecleo 
«Christian Grey» en el recuadro de búsqueda. La pantalla se llena de pronto de 
imágenes de Christian: con corbata negra, trajeado, Dios… las fotos que tomó Joséen el Heathman, con su camisa blanca y sus pantalones  de franela.  ¿Cómo han 
llegado esas imágenes a internet? Vaya, está fenomenal.
Voy bajando deprisa: algunas con socios comerciales, y una foto tras otra del 
hombre más fotogénico que conozco  íntimamente.  ¿Íntimamente?  ¿Conozco a 
Christian  íntimamente? Lo conozco sexualmente, y deduzco que aún me queda 
mucho por descubrir en ese aspecto. Sé que es voluble, difícil, divertido, frío, 
cariñoso… el pobre es un amasijo ambulante de contradicciones. Paso a la 
siguiente página y recuerdo que Kate mencionó que no había podido encontrar 
ninguna foto suya con acompañante, de ahí que planteara la pregunta de si era 
gay. Entonces, en la tercera página, veo una foto mía, con él, en mi graduación. Su 
única foto con una mujer, y soy yo.
¡Madre mía!  ¡Estoy en Google! Nos miro. Parezco sorprendida por la cámara, 
nerviosa, descolocada. Eso fue justo antes de que accediera a probar. Christian, en 
cambio, está guapísimo, sereno, y lleva esa corbata… Lo contemplo, ese rostro 
hermoso, un rostro hermoso que podría estar mirando ahora mismo a la maldita 
señora Robinson. Guardo la foto en mi carpeta de descargas y sigo repasando las 
dieciocho páginas… nada. No voy a encontrar a la señora Robinson en Google. 
Pero necesito saber si está con ella. Le escribo un correo rápido a Christian.
De: Anastasia SteeleFecha: 31 de mayo de 2011 23:58 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: Compañeros de cena apropiados
Espero que esa amistad tuya y tú hayáis pasado una velada agradable.
Ana
P.D.: ¿Era la señora Robinson?
Le doy a la tecla de envío y vuelvo a la cama desanimada, decidida a preguntarle a 
Christian por su relación con esa mujer. Por un lado, estoy desesperada por saber 
más; por otro, quiero olvidar que me lo ha contado. Y encima me ha venido la 
regla, así que tengo que acordarme de tomarme la píldora por la mañana. 
Programo rápidamente una alarma en el calendario de la BlackBerry. La dejo en la 
mesita, me tumbo y, por fin, termino sumiéndome en un sueño inquieto, deseando 
que estuviéramos en la misma ciudad, no a casi cinco mil kilómetros de distancia.
Después de una mañana de compras y otra tarde de playa, mi madre ha decidido que deberíamos salir de copas esta noche. Así que dejamos a Bob delante del 
televisor, y al rato ya estamos en el lujoso bar del hotel más exclusivo de Savannah. 
Yo voy por el segundo Cosmopolitan; mi madre, por el tercero. Continúa 
desvelándome su percepción del frágil ego masculino. Resulta desconcertante.
—Verás, Ana, los hombres piensan que todo lo que sale de la boca de una mujer 
es un problema que hay que resolver. No se enteran de que lo que nos gusta es 
darles vueltas a las cosas, hablar un poco y luego olvidar. A ellos les va más la 
acción.
—Mamá,  ¿por qué me cuentas todo eso?  —pregunto sin poder ocultar mi 
exasperación.
Lleva así todo el día.
—Cariño, te veo tan perdida. Nunca has traído a un chico a casa. Ni siquiera 
tuviste novio cuando vivíamos en Las Vegas. Pensé que habría algo con ese chico 
que conociste en la universidad, José.
—Mamá, José no es más que un amigo.
—Ya lo sé, cielo, pero pasa algo, y tengo la impresión de que no me lo estás 
contando todo.
Me mira, con el rostro fruncido de preocupación maternal.
—Necesitaba distanciarme un poco de Christian para aclararme,  nada más. A 
veces me agobia un poco.
—¿Te agobia?
—Sí. Pero lo echo de menos.
Frunzo el ceño. No he sabido nada de Christian en todo el día. Ni un correo, 
nada. Estoy tentada de llamarlo para ver si está bien. Mi mayor temor es que haya 
tenido un accidente; el segundo mayor temor es que la señora Robinson haya 
vuelto a clavarle sus garras. Sé que no es racional, pero, en lo que a ella respecta, 
parece que he perdido la perspectiva.
—Cariño, tengo que ir al lavabo.
La breve ausencia de mi madre me proporciona otra ocasión para echar un 
vistazo a la BlackBerry. Llevo todo el día mirando a escondidas el correo. Por fin…
¡Christian me ha contestado!
De: Christian GreyFecha: 1 de junio de 2011 21:40 ESTPara: Anastasia SteeleAsunto: Compañeros de cena
Sí, he cenado con la señora Robinson. No es más que una vieja amiga, 
Anastasia.Estoy deseando volver a verte. Te echo de menos.
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
En efecto, estaba cenando con ella. Confirmados mis peores temores, noto que la 
adrenalina y la rabia se apoderan de mi cuerpo y se me eriza el vello.  ¿Será
posible? Estoy fuera dos días y ya se larga con esa zorra malvada.
De: Anastasia SteeleFecha: 1 de junio de 2011 21:42 ESTPara: Christian 
GreyAsunto: VIEJOS compañeros de cena
Esa no es solo una vieja amiga.¿Ha encontrado ya otro adolescente al que hincarle 
el diente?¿Te has hecho demasiado mayor para ella?¿Por eso terminó vuestra 
relación?
Pulso la tecla de envío justo cuando vuelve mi madre.
—Ana, qué pálida estás. ¿Qué ha pasado?
Niego con la cabeza.
—Nada. Vamos a tomarnos otra copa —mascullo malhumorada.
Frunce el ceño, pero alza la vista, llama a uno de los camareros y le señala 
nuestras copas. Él asiente con la cabeza. Entiende la seña universal de «otra ronda 
de lo mismo, por favor». Mientras ella hace esto, vuelvo a mirar rápidamente la 
BlackBerry.
De: Christian GreyFecha: 1 de junio de 2011 21:45 ESTPara: Anastasia 
SteeleAsunto: Cuidado…
No me apetece hablar de esto por e-mail.¿Cuántos Cosmopolitan te vas a beber?
Christian GreyPresidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Dios mío, está aquí.


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