-¿Por la ventana?- Inquirí mientras miraba hacia abajo desde la planta alta.
Nunca antes había tenido miedo a las alturas en si, pero ser capaz
de ver todos esos detalles con tal claridad hizo la perspectiva
menos atractiva. Los ángulos de las rocas de abajo eran más
puntiagudos de lo que hubiera imaginado.
Edward sonrió. “Es la salida más conveniente. Si estás asustada,
puedo cargarte.”
“Tenemos toda la eternidad, y ¿estás preocupado por el tiempo
que me tomará caminar por la puerta trasera?”
Ligeramente frunció el ceño. “Renesmeé y Jacob están abajo…”
“Oh.”
Cierto. Yo era el monstruo ahora. Tenía que mantenerme alejada
de olores que podrían provocar mi lado salvaje. De la gente que
amaba en particular. Incluso de aquellos que no conocía todavía.
“¿Renesmeé se…encuentra bien…con Jacob ahí?” susurré. Me di
cuenta tarde que debió haber sido el corazón de Jacob el que
había oído abajo. Escuché atentamente de nuevo, pero sólo podía
oír un pulso. “A él no le gusta mucho.”
Los labios de Edward se apretaron de un modo raro. “Créeme,
ella está perfectamente a salvo. Sé exactamente lo que Jacob está
pensando.”
“Claro,” murmuré, y miré al piso de nuevo.
“¿Paramos?” me retó.
“Un poco. No se cómo…”
Yo estaba muy conciente de mi familia atrás de mí, mirándome
silenciosamente. La mayor parte del tiempo. Emmett ya se había
reído entre dientes una vez. Un error, y se estaría revolcando en el
suelo. Y luego las bromas acerca del único vampiro torpe del
mundo comenzarían…
Además, este vestido-que Alice me había puesto en algún
momento en que estaba tan perdida en el bochorno para no darme
cuenta-no era lo que yo hubiera elegido para atacar o cazar. ¿Una
seda celeste entallada? ¿Para qué pensó que lo necesitaría? ¿Había
una fiesta de cocktail después?
“Mírame,” dijo Edward. Y luego, muy casualmente, dio un paso
afuera de la ventana, y cayó.
Observé cuidadosamente, analizando el ángulo por el cual torció
sus rodillas para amortiguar el impacto. El sonido de su aterrizaje
fue muy bajo - un amortiguado ruido que podría haber sido una
puerta cerrada suavemente, o un libro colocado en una mesa con
delicadeza.
No me pareció difícil.
Apretando mis dientes mientras me concentraba, traté de imitar su
casual paso al aire vacío.
¡Ah! La tierra parecía moverse hacia mí tan lentamente que no se
me hizo difícil colocar mis pies-¿qué zapatos me había puesto
Alice? ¿Tacos aguja? Se había vuelto loca-no fue nada difícil
acomodar mis estúpidos zapatos perfectamente, parecía que
estuviera caminando en una superficie plana.
Amortigüé el impacto con la parte redonda de mis pies, no
queriendo separar mis delgados talones. Mi aterrizaje fue tan
tranquilo como el de él. Le dirigí una gran sonrisa.
“Perfecto. Fácil.”
Me devolvió la sonrisa. “¿Bella?”
“¿Si?”
“Eso fue bien elegante – incluso para un vampiro.”
Lo consideré por un momento y luego mostré una sonrisa de oreja
a oreja. Si sólo lo estuviera diciendo por decir, entonces Emmett
se hubiera reído. Nadie encontró su comentario algo gracioso,
entonces debió ser cierto. Era la primera vez que alguien usaba la
palabra elegante en mí en toda mi vida… o, bueno, existencia,
como sea.
“Gracias” le dije.
Y luego me quité los zapatos de plata satinada uno por uno y los
enganché para tirarlos por la ventana abierta. Un poco fuerte,
quizá, pero escuché a alguien agarrarlos antes que dañara el
revestimiento de la madera.
Alice se quejó, “Su sentido de la moda no ha mejorado nada
como su equilibrio.”
Edward tomó mi mano – no podía dejar de maravillarme frente a
la suavidad y cómoda temperatura de su piel - y se lanzó al jardín
de atrás por el borde del río. Lo pude seguir sin esfuerzo alguno.
Todo lo físico era tan simple.
“¿Vamos a nadar?” le pregunté cuando paramos al costado del
agua.
“¿Y arruinar tu lindo vestido? No. Vamos a saltar.”
Apreté mis labios, considerándolo. El río era como cincuenta
yardas de ancho.
“Tú primero,” dije.
Acarició mi mejilla, dio dos pasos atrás rápidamente y luego
volvió corriendo esos mismo dos pasos, empujándose de una
piedra llana encajada firmemente el la orilla del río. Estudié sus
rápidos movimientos formaba un arco encima del agua,
finalmente dando un salto mortal desapareció entre los gruesos
árboles al lado del río.
“Fanfarrón”, musité y escuché su risa invisible.
Retrocedí cinco pasos, sólo porsiacaso, y respiré profundamente.
De repente, estaba ansiosa de nuevo. No porque fuera a caerme o
a lastimarme – estaba más preocupada por cuán malogrado
quedaría el bosque.
Vino lento, pero podía sentirlo ahora – la cruda y masiva fuerza
en mis piernas. De repente estaba segura de que si quería hacer un
túnel por debajo del agua, o si quería golpear o agarrar un camino
directamente por el lecho de las rocas, no me tomaría mucho
tiempo. Las cosas que estaban a mi alrededor – los árboles, los
arbustos, las rocas… la casa – habían empezado a verse muy
frágiles.
Esperanzada en que Esme no tuviera una preferencia en algún
árbol en particular, di mi primer paso largo. Y luego paré cuando
el satén apretado se rompió seis pulgadas en mi muslo. ¡Alice!
Bueno, Alice siempre trataba a la ropa como algo desechable, o
sea, sólo lo usaba una vez, así que no debería importarle esto.
Doblé con cuidado la parte intacta de la parte inferior derecha de
la ropa entre mis dedos y, ejerciendo la mínima cantidad de
presión posible, rasgué el vestido hasta que se abrió dejando mi
muslo expuesto. Luego arreglé el otro lado para que no
desentonara.
Mucho mejor.
Podía oír las risas sordas en la casa, e incluso a alguien apretar los
dientes. La risa venía del primer y segundo piso, y fácilmente
reconocí la gran diferencia, una risita áspera y ronca del primer
piso.
¿Así que Jacob también estaba mirando? No pude imaginar lo que
estaba pensando ahora, o que estaba haciendo todavía ahí. Yo
había previsto nuestro reencuentro – si me pudiera perdonar
alguna vez – en algún tiempo lejano en el futuro, cuando estuviera
más estable, y el tiempo haya curado las heridas que le hice a su
corazón.
No volteé a mirarlo ahora, cautelosa con mis cambios de humor.
No sería bueno dejar que cualquier emoción se hiciera demasiado
fuerte en mis estados de ánimo. Los miedos de Jasper me tenían
al borde también. Tenía que cazar antes de lidiar con cualquier
otra cosa. Traté de olvidar todo eso para poder concentrarme.
“¿Bella?” Edward me llamó desde el bosque, su voz se acercaba.
“¿Quieres ver de nuevo?
Pero recordé todo perfectamente, claro, no quería darle a Emmett
más razones para que encontrara mi educación más graciosa. Esto
era algo físico – debe ser instintivo. Así que respiré hondo y corrí
por el río.
Libre de mi falda, me tomó sólo un salto largo para alcanzar el
borde el agua. Sólo ochenta y cuatro milésimas de segundo, y eso
todavía era bastante tiempo - mis ojos y mi mente se movieron tan
rápido que un solo paso fue suficiente. Fue simple posicionar mi
pie derecho contra la piedra lisa y ejercer la presión adecuada para
que mi cuerpo no se vaya volando por el aire. Estaba prestando
más atención en dirigir esa fuerza que me equivoqué en la
cantidad de poder necesario – pero al menos no me equivoqué en
la parte donde me habría mojado. La anchura de cincuenta yardas
era una distancia ligeramente fácil.
Fue una cosa extraña, vertiginosa, electrizante, pero pequeña.
Tuvo que pasar un segundo entero, y ya había cruzado.
Esperaba que el paquete cerrado de árboles fuera un problema,
pero fueron sorprendentemente beneficiosos. Fue algo simple el
estirar una mano segura mientras caía hacia la tierra adentro en el
bosque y agarrarme de una rama conveniente; me balanceé
ligeramente en mis pies y aterricé con los dedos, todavía a quince
pies de la tierra en una amplia rama de Sitka.
Fue grandioso.
Por encima de sonido de mi risa encantada, pude oír a Edward
corriendo para encontrarme. Mi saltó había sido el doble de largo
que el de él. Cuando alcanzó mi árbol, sus ojos estaban
ensanchados. Con agilidad, salté hacia la rama de su lado,
aterrizando en silencio otra vez en la parte redonda de mis pies.
“¿Estuvo bueno?” me pregunté, mi respiración se aceleró con
excitación.
“Muy bueno.” Sonrió orgulloso, pero su tono casual no coincidió
con la expresión de sorpresa en sus ojos.
“¿Podemos hacerlo de nuevo?”
“Concéntrate, Bella – estamos en una salida de cacería.”
“Oh, cierto.” Asentí. “Cacería.”
“Sígueme… si puedes.” Sonrió abiertamente, su expresión de
repente tentadora, y echó a correr.
Él era más rápido que yo. No pude imaginar cómo movía sus
piernas con tanta asombrosa velocidad, pero estaba más allá de
mí. Pero, yo era más fuerte, y cada paso mío era como tres pasos
de él. Y entonces volamos por medio de la red verde viva, juntos,
siguiendo a nada. Mientras corría, no pude evitar reírme despacio
por la emoción; la risa no me detenía o me desconcentraba.
Finalmente pude entender por qué Edward nunca se chocaba con
los árboles mientras corría – una pregunta que siempre había sido
un misterio para mí. No era una sensación peculiar, el equilibrio
entre la velocidad y la claridad. Puesto que, mientras me
disparaba, bajo, y por el laberinto en un grado que debería haber
reducido todo a mí alrededor a unas simples manchas verdes,
pude ver claramente cada diminuta cosa en esas manchas mientras
pasaba.
El viento de mi velocidad sacudía mi cabello y mi rasgado vestido
detrás de mi, y, aunque sabía que no debería, se sintió caliente en
mi piel. Así como el rudo piso del bosque no debería sentirse
como un terciopelo bajo mis desnudos pies, y así como mis
brazos y piernas no deberían sentir que estuviera esquivando
suaves plumas en vez de ramas.
El bosque no estaba tan vivo como pensaba – pequeñas criaturas
cuyas existencias nunca hubiera adivinado abundaron en las hojas
a mi alrededor. Todas continuaron silenciosas después que
pasamos, su respiración rápida con miedo. Los animales tenían
una reacción mucho más sabia a nuestro olor que las personas
humanas. Seguramente había tenido un efecto contrario en mí.
Seguí esperando para sentirme ventilada, pero mi respiración
llegó sin esfuerzo alguno. Esperé el momento en que comenzarían
a quemarme los músculos, pero mi fuerza sólo parecía
incrementarse mientras me acostumbraba a mis grandes pasos.
Mis sobresaltados huesos se estrechaban más y más, y en un
momento él trataba de mantener mi ritmo. Me reí de nuevo,
exuberantemente, cuando lo escuché quedándose atrás. Mi pie
desnudo empezó a tocar el suelo rara vez, lo que parecía que
estuviera volando.
“Bella” llamó secamente, su voz incluso, ociosa. No pude oír
nada más; se había detenido.
Brevemente lo consideré un motín.
Pero, con un suspiro, giré y salté tranquilamente a su lado, unas
cien yardas atrás. Lo miré expectante. Él estaba sonriendo, con
una ceja levantada. Era tan hermoso que sólo pude quedarme
mirando.
“¿Querías quedarte en el país?” preguntó divertido. ¿O planeabas
continuar hasta Canadá esta tarde?”
“Así está bien”, asentí, más concentrada en la manera en que sus
labios se movían mientras hablaba que en sus palabras. Fue difícil
no distraerse con tantas cosas que podía ver con mis ojos nuevos.
“¿Qué estamos cazando?”
“Ahora cierra tus ojos”, murmuró. Cuando obedecí, él levanto sus
manos hacia mi rostro, apretando mis mejillas. Sentí mi
respiración acelerarse y esperé brevemente por el rubor de mis
mejillas que nunca más llegaría.
“Escucha”, me instruyó Edward. “¿Qué puedes oír?”
Todo, pude haber dicho; su perfecta voz, su respirar, el rozar de
sus labios mientras hablaba, el susurrar de los pájaros moviendo
sus plumas con el paso del viento, el aleteo de sus latidos, las
hojas de arce reunidas a la fuerza, el débil congeniar de las
hormigas siguiendo una larga línea en la corteza del árbol más
cercano. Pero yo sabía que él se refería a algo más específico, así
que dejé que mis oídos escucharan más allá de nosotros, buscando
algo diferente a los zumbidos de vida que me rodeaban. Había un
espacio abierto cerca de nosotros – el viento tenía un sonido
diferente a en medio de ese pasto expuesto - y un pequeño
riachuelo con un lecho de rocas. Y allí, cerca del sonido del agua,
había un chapotear de lenguas sedientas, el alto rugir de corazones
pesados, el fuerte bombear de torrentes de sangre…
Sentí como si las paredes de mi garganta se cerraran.
“Por el arrollo, ¿al noroeste?” pregunté, mis ojos todavía
cerrados.
“Si.” Su tono era de aprobación. “Ahora…espera por la brisa de
nuevo y…¿qué hueles?”
Mayormente a él - su extraño perfume miel-lilas-y-sol. Pero
también el pesado olor a tierra y madera podrida y musgos, la
resina de las hojas por siempre verdes, el calor, un aroma casi a
nuez de esos pequeños roedores encogidos bajo el árbol. Y luego,
saliendo a flote de nuevo, el olor claro del agua, que
sorprendentemente no me causó ninguna sensación de sed. Me
concentré más allá de agua y encontré el olor que debió irse con
el sonido sediento y el corazón punzante. Otro cálido olor, pesado
y fuerte, más fuerte que los otros. Y casi tan pronto como lo sentí,
respingué mi nariz.
Se rió entre dientes. “Lo sé – toma tiempo acostumbrarse.”
“¿Tres?” adiviné.
“Cinco. Hay dos más en los árboles atrás de ellos.”
“¿Qué hago ahora?”
Su voz sonó como si estuviera sonriendo. “¿Qué tienes ganas de
hacer?”
Lo pensé, mis ojos todavía cerrados mientras escuchaba y
respiraba ese olor. Otra batalla de sed empezó en mi conciencia y
de repente el calor, ese olor tan fuerte no era del todo
desagradable. Al menos sería algo caliente y húmedo en mi boca
disecada. Mis ojos se abrieron de repente.
“No lo pienses,” me sugirió mientras bajaba sus manos de mi
rostro y daba un paso hacia atrás. “Sólo sigue tus instintos.”
Me dejé llevar por el olor, apenas preocupada por mis
movimientos mientras me deslizaba hacia el prado de donde venía
el torrente. Mi cuerpo avanzó automáticamente y me puse en
cuclillas en el borde de helechos del árbol, vacilando. Pude ver un
ciervo grande, dos docenas de puntos adornando sus cuernos, en
el borde del agua, y las borrosas sombras de los otros mientras se
dirigían hacia el este, adentrándose en el bosque sin prisa.
Me centre en el olor del macho, un punto cálido en su cuello
peludo, donde la calentura y el pulso eran más fuertes. Sólo
treinta yardas – dos o tres saltos – entre nosotros. Entré en tensión
para el primer salto.
Pero mientras mis músculos se preparaban, el viento se levantó,
soplando más fuerte ahora, y desde el sur. No me paré a pensar,
me lancé fuera de los árboles en un camino perpendicular a mi
plan original, asustando a los alces en el bosque, corriendo detrás
de una nueva fragancia tan atractiva que no me daba otra opción.
Estaba obligada a hacerlo.
El olor me llenó por completo. Estaba con la mente en una sola
cosa, preocupada sólo por el olor que tenía que acabar. La sed
empeoró, tan dolorosa ahora que confundió todos mis
pensamientos y empecé a recordar el ardor del veneno en mis
venas.
La única cosa que tenía opción de penetrar mi concentración, un
instinto más poderoso, más básico de lo que necesitaba para
apagar el fuego - era el instinto de protegerme del peligro. Auto
preservación.
De repente estuve alerta por el hecho que había estado siguiendo.
El pulso del irresistible olor luchó el impulso de detenerme y
defender mi presa. Una burbuja de sonido salió de mi pecho, mis
labios se retiraron de su propio acuerdo de exponer mis dientes en
alerta. Mi pie bajó su marcha, la necesidad de proteger mi lucha
contra el deseo de saciar mi sed.
Y luego pude oír mi victoria de perseguidor, y defensa ganada.
Cuando giré, el creciente sonido raspó mi garganta.
El gruñido salvaje que salió de mi boca, fue tan inesperado que
me paralizó. Me perturbó y me ayudó a limpiar mi cabeza por un
segundo – la sed – la neblina retrocedió, aunque la sed quemara
todavía.
El viento se levantó, llevando el olor de tierra húmeda y viniendo
directo hacia mi rostro, liberándome del ardor del olor anterior –
un olor tan delicioso que sólo podía ser humano.
Edward dudó unos pies atrás, sus brazos levantados cómo si fuera
a abrazarme – o detenerme. Su rostro estaba absorto y cauto
mientras me congelé, horrorizada.
Me di cuenta que había estado a punto de atacarlo. Con un fuerte
tirón, me levanté de mi posición defensiva. Contuve mi aliento
mientras volvía a concentrarme, temiendo el poder de la fragancia
que arremolinaba desde el sur.
Pudo ver la razón regresando a mi rostro, y dio un paso hacia mí,
bajando sus brazos.
“Tengo que irme de aquí”, dije entre dientes, usando todo el aire
que tenía.
El asombro cruzó su rostro. “¿Puedes irte?”
No tenía tiempo para preguntarle lo que quiso decir con eso.
Sabía que la habilidad de pensar claro duraría sólo el tiempo que
pudiera dejar de pensar en…
Rompí a correr de nuevo, directo hacia el norte, concentrada
únicamente en el incómodo sentimiento de privación sensorial
que parecía ser único responsable de que mi cuerpo careciera de
aire. Mi único objetivo estaba lo suficientemente alejado que el
olor que completamente perdido. Imposible de encontrar, incluso
si cambiaba de parecer…
Una vez más, estaba conciente de que era seguida, pero ahora
estaba más sana. Luché con el instinto de respirar – usar los
sabores en el aire para asegurarme que era Edward. No tenía que
luchar sola; aunque ahora corría más rápido que antes, disparada
como una cometa directamente a través del camino que podía
encontrar en los árboles; Edward se acomodó a mi paso después
de un corto tiempo.
Un nuevo pensamiento cruzó mi mente, y paré en seco, plantando
mi pie. Estaba segura de que aquí estaría a salvo, pero contuve mi
aliento sólo porsiacaso.
Edward me pasó, sorprendido por mi congelamiento repentino.
Dio la vuelta y estuvo a mi lado en menos de un segundo. Puso
sus manos en mis hombros y me miró fijamente a los ojos,
todavía dominado por el asombro.
“¿Cómo hiciste eso?” exigió.
“Me permitiste golpearte hace un rato, ¿no?” exigí en respuesta,
ignorando su pregunta. ¡Y pensé que lo había estado haciendo tan
bien!
Cuando abrí mi boca, pude saborear el aire – ya no estaba
contaminado, sin rastro alguno del fuerte perfume que me había
atormentado. Respiré cuidadosamente.
Él sacudió su cabeza, rehusándose a desviarse de su pregunta.
“Bella, ¿cómo lo hiciste?”
“¿Huir? Contuve mi aliento.”
“Pero, ¿cómo te abstuviste de cazar?”
“Cuando viniste detrás de mí… discúlpame por eso.”
“¿Por qué te disculpas? Yo era el que estaba espantosamente
cuidadoso. Asumí que nadie estaría muy lejos de aquí, pero debí
haber chequeado primero. ¡Un error tan estúpido! Tú no tienes
nada de qué disculparte.”
“¡Pero te gruñí!” todavía estaba horrorizada que era capaz de tal
blasfemia.
“Claro que lo hiciste. Es algo natural. Pero no puedo entender
cómo huiste.”
“¿Qué más podía hacer?” pregunté. Su actitud me confundía -
¿qué quería que hubiese pasado? “Quizá era algún conocido.”
Me asustó con su repentina carcajada, moviendo su cabeza y
dejando un eco en los árboles.
“¿Por qué te ríes de mí?”
Por un momento paró, y pude ver de nuevo su rostro cauteloso.
Contrólate, pensé. Tenía que controlar mi temperamento. Como si
fuera un licántropo joven en vez de un vampiro.
“No me estoy riendo de ti, Bella. Me río porque estoy en shock. Y
estoy así porque estoy completamente maravillado.”
“¿Por qué?”
“No deberías haber sido capaz de hacer algo como esto. No
deberías haber sido tan… racional. No deberías haber sido capaz
de estar discutiendo esto conmigo tan fresca y calmada. Y, más
que cualquier otra cosa, no deberías haber sido capaz de detenerte
a medio de una caza con el olor de un humano en el aire. Incluso
los vampiros más maduros tienen dificultades con eso – siempre
somos muy cuidadosos de donde cazamos para no ponernos
tentaciones. Bella, tu comportamiento es como de un vampiro de
décadas en vez de días.”
“Oh.” Pero sabía que sería difícil. Por eso estaba tan...en guardia.
Esperaba que fuera difícil.
Puso sus manos en mi rostro de nuevo, y sus ojos estaban
maravillados. “Que no hubiera dado por ser capaz de ver en tu
mente sólo por este momento.”
Emociones tan fuertes. Estuve preparada para la parte sedienta,
pero no para esto. Estaba tan segura que no sería lo mismo
cuando me tocara. Bueno, la verdad, no era lo mismo.
Era más fuerte.
Deslicé mis dedos en su rostro; deteniéndome en sus labios.
“¿Pensé que no sentiría esto por un buen tiempo?” Mi
incertidumbre hizo de las palabras una pregunta. “Pero todavía te
deseo.”
Parpadeó en shock. “¿Cómo puedes concentrarte es eso? ¿No
estás desesperadamente sedienta?”
Claro que lo estaba, ¡ahora que me lo recordó!
Traté de tragar y luego suspiré, y cerré mis ojos como antes para
poder concentrarme. Dejé que mis sentidos descubrieran la
variedad que me rodeaba, esta vez estaba tensa, sólo en caso de
que me impactara de nuevo ese delicioso olor taboo.
Edward dejó caer sus manos, yo ni siquiera respiraba mientras
escuchaba cada vez más lejos en la red verde viva, cernida a
través de los olores y sonidos por algo que no saciaría mi sed
completamente. Había algo diferente, un débil rastro al este…
Mis ojos se abrieron, pero mi concentración estaba todavía en el
olor cortante mientras me volteaba y me lanzaba silenciosamente
hacia el este. Parecía que la tierra se levantara casi
inmediatamente, me puse en posición de caza y corrí, cerca del
piso, entre los árboles mientras era más fácil. Sentí perfectamente
a Edward conmigo, deslizándose silenciosamente por el bosque,
dejándome a mí, guiar.
La vegetación se dispersaba mientras íbamos costa arriba; el olor
a campo y resina se hacía más fuerte, mientras seguía el camino
que me había trazado – era un olor cálido, más cortante que el del
alce y más atractivo. Unos segundos más y pude oír paso
amortiguado del inmenso pie, más ligero que el crujir de unos
cascos. El sonido crecía – más en las ramas que en el suelo.
Automáticamente entré como una flecha entre las ramas, ganando
una posición estratégica, a mitad de camino de un abeto de plata
alto.
El sonido de las patas ahora estaba debajo de mí; el fuerte olor
estaba muy cerca. Mis ojos señalaban cada movimiento con el
sonido, y vi el gran gato escabulléndose a lo largo de una amplia
rama de pincea, abajo y a la izquierda de la mía. Era grande –
fácil cuatro veces yo. Sus ojos estaban absortos debajo de él; el
gato estaba cazando también. Capté el olor de algo más pequeño,
suave a lado del aroma de mi presa, agachado bajo el árbol. La
cola del león tiró espasmódicamente cuando se dispuso a saltar.
Con una luz enlazada, salté y aterricé en la rama del león. Él
sintió que la madera tembló y giró, gruñendo desafiante. Cortó el
espacio entre nosotros, sus ojos brillaban de furia. Medio loca con
la sed, ignoré los colmillos expuestos y las garras y me lancé
hacia él, cayendo los dos al suelo forestal.
No fue tanto una pelea.
Sus garras filudas fueron como suaves dedos al momento que
tocó mi piel. Sus dientes no encontraron nada que arrancar en mis
hombros y en mi garganta. Su peso no era nada. Mis dientes
infaliblemente buscaron su garganta, y su instintiva resistencia era
lastimosamente débil a comparación de mi fuerza. Mis
mandíbulas se cerraron fácilmente en el punto preciso donde se
concentraba el flujo del calor.
Fue como morder mantequilla. Mis dientes eran como navajas de
acero; cortaron la piel y la grasa como si no estuvieran ahí.
El sabor no era el correcto, pero la sangre era caliente y húmeda y
esto calmó la desigualdad, la sed picante cuando bebí con prisa
impaciente. Los esfuerzos del gato por liberarse fueron cada vez
más débiles y sus gritos se ahogaron con un gorjeo. La calentura
de la sangre irradió por todo mi cuerpo, quemando la punta de
mis dedos y pies.
El león estuvo terminado antes que yo lo hiciera. La sed flameó
de nuevo cuando Edward corrió hacia mí, y yo empujé el cadáver
con repugnancia. ¿Cómo podía seguir sedienta después de eso?
Me erguí en un rápido movimiento. Parada, me di cuenta que
estaba hecha una porquería. Oculte mi rostro tras de mi brazo y
traté de arreglar el vestido. Las garras que habían sido ineficaces
contra mi piel, tuvieron más éxito con el delgado vestido.
“Hmm,” dijo Edward. Levanté la mirada para verlo descansando
casualmente en el tronco de un árbol, mirándome pensativamente.
“Creo que pude haberlo hecho mejor.” Estaba totalmente sucia,
mi cabello enredado, mi vestido manchado con sangre y rasgado.
Edward no regresaba de cacería luciendo así.
“Lo hiciste perfectamente bien,” me aseguró. “Es sólo que… fue
mucho más dificultoso ver para mí de lo que había pensado.”
Levante mis cejas, confundida.
“Va contra el punto,” me explicó, “dejarte luchar con leones.
Tuve un ataque de ansiedad todo el tiempo.”
“Tonto.”
“Lo sé, los viejos hábitos nunca mueren. Aunque, me gustan los
arreglos de tu vestido.”
Si hubiera podido sonrojarme, lo habría hecho. Pero cambié el
tema. “¿Por qué todavía estoy sedienta?”
“Porque eres joven.”
Suspiré. “Y supongo que no hay otro león cerca.”
“Pero hay muchos ciervos.”
Hice una mueca. “No huelen tan bien.”
“Herbívoros. Los carnívoros huelen casi como los humanos,” me
explicó.
“No tanto como los humanos,” le dije en desacuerdo, tratando de
no recordar.
“Podemos regresar.” Dijo solemnemente, pero había sombras
bajo sus ojos. “Quienquiera que estuviera ahí, si eran hombres,
probablemente no les importaría morir si tú fueras el que los
entretiene.” Su mirada bajó hacia mi rasgado vestido de nuevo.
“De hecho, pensarían que estaría listos para morir e ir al cielo en
el momento que te vieran.”
Volteé los ojos. “Vamos a cazar algún apestoso herbívoro.”
Encontramos una gran manada de ciervos en el camino de vuelta
a casa. Esta vez, cazamos juntos, ahora ya había conseguido
hacerlo mejor. Cacé un ciervo más o menos grande, haciendo casi
tanta basura como había hecho con el león. Edward había
terminado con dos cuando yo recién terminaba con el primero, sin
un solo pelo desordenado, ni una mancha en su camisa blanca.
Perseguimos a la manada dispersada y aterrorizada, pero en vez
de alimentarme, esta vez, me concentré en analizar con cuidado
cómo él era capaz de caza con tanto esmero.
Todas las veces que deseé que Edward no tuviera que dejarme
cuando iba a cazar, estaba en secreto, un poco aliviada. Ya que
estaba segura que ver esto sería horroroso, aterrorizante. El verlo
cazar finalmente lo hizo ver como un vampiro para mí.
Claro, había mucha diferencia desde esta perspectiva, ahora yo
era un vampiro. Pero dudé que incluso mis ojos humanos
hubieran notado su belleza aun asi.
Fue una experiencia sorprendentemente sensual ver a Edward
cazando. Sus saltos relajados fueron como el arrastrar sinuoso de
una serpiente; sus manos estaban tan seguras, tan fuertes, tan
completamente inevitables; sus labios eran perfectos cuando se
separaron dejando ver sus relucientes dientes. Era glorioso. Sentí
una repentina sacudida de orgullo y deseo.
Él era mío. Nada podía separarnos ahora. Era demasiado fuerte
como para ser separada de su lado.
Lo hizo muy rápido. Se volteó y me miró curiosamente mientras
exploraba mi expresión.
“¿Ya no tienes sed?” preguntó.
Encogí los hombros. “Me distrajiste. Eres mucho mejor que yo.”
“Siglos de práctica.” Sonrió. Sus ojos eran desconcertantemente
dulces con una sombra de oro miel.
“Sólo uno,” lo corregí.
Edward se rió. “¿Terminaste por ahora? ¿O quieres continuar?”
“Ya terminé, creo.” Me sentí llena. No estaba segura de cuánto
líquido podría entrar en mi cuerpo. Pero el ardor de mi garganta
ya estaba algo calmado. Y luego, de nuevo, yo sabía que la sed
era sólo una inevitable parte de esta vida.
Pero valía la pena.
Me sentí controlada. Quizá mi sentido de la seguridad era falso,
pero me sentí muy bien por no haber matado a nadie hoy. Si tan
solo pudiera resistirme totalmente a los humanos, ¿sería capaz de
soportar el olor del hombre lobo y a la pequeña medio-vampiro
que amaba?
“Quiero ver a Renesmeé,” dije. Ahora que mi sed estaba saciada
(casi totalmente), mis primeras preocupaciones fueron difíciles de
olvidar. Quería reconciliar la extraña que era mi hija con la
criatura que amaba hace tres días. Era raro, pero mas raro era no
sentirla dentro de mí. Abruptamente, me sentí vacía e inquieta.
Edward estiró su mano hacia mí. La tomé, y sentí su piel más
caliente que antes. su mejilla estaba débilmente sonrojada, las
sombras bajo sus ojos se habían borrado.
Era incapaz de acariciar su rostro otra vez. Y otra vez.
Olvidé a medias que esperaba una respuesta a mi petición
mientras miraba fijamente a sus dorados ojos.
Fue casi tan difícil como había sido huir del olor de la sangre
humana, pero de alguna manera tuve la necesidad en mi cabeza de
ser cuidadosa, cuando estiré en la punta de mis dedos y enrosqué
mis brazos a su alrededor. Gentilmente.
Él no vacilaba en sus movimientos; sus brazos rodearon mi
cintura y me estrechó contra su cuerpo. Sus labios aplastaron los
míos, pero se sintieron suaves. Mis labios ya no se amoldaron a
los suyos; ahora ya tenían su propio lugar.
Como antes, fue como si el toque de su piel, de sus labios, de sus
manos, penetraban directamente a través de mi lisa, y dura piel
hasta mis nuevos huesos. Directamente al centro de mi cuerpo.
No podía imaginar amarlo más de lo que lo hacía ahora.
Mi antigua mente no hubiera sido capaz de aguantar tanto de su
amor. Mi antiguo corazón no hubiera sido lo suficientemente
fuerte como para soportarlo.
Quizá esta era la parte de mí que había salido a relucir con más
intensidad en mi nueva vida. Como la compasión de Carlisle y la
devoción de Esme. Quizá nunca sería capaz de hacer algo
interesante o especial como Edward, Alice, y Jasper hacen. Quizá
sólo amaría a Edward más que cualquiera en la historia del mundo
hubiera amado a alguien.
Podía vivir con eso.
Recordé partes de esto – enroscando mis dedos en su cabello,
trazando líneas en su pecho – pero otras partes eran tan nuevas. Él
era algo nuevo. Era una experiencia totalmente diferente, Edward
besándome tan intrépidamente, tan energéticamente. Respondí a
su intensidad, y de repente nos estábamos cayendo.
“Oops,” dije, y se rió debajo de mí. “No fue mi intensión irme
encima de esa manera. ¿Estás bien?”
Edward acarició mi rostro. “Ligeramente mejor que bien” y luego
una expresión perpleja cruzó su rostro. “¿Renesmeé?” preguntó
inciertamente, tratando de averiguar lo que yo quería más en ese
momento. Una pregunta muy difícil de responder, porque quería
tantas cosas al mismo tiempo.
Podía decir que él no estaba exactamente contrariado a aplazar
nuestro retorno, y fue difícil pensar con su piel rozando la mía –
no había mucho que quedara del vestido. Pero mi recuerdo de
Renesmeé, antes y después de su nacimiento, se volvía más y más
como un sueño para mí. Más probable. Todos los recuerdos que
tenía de ella eran recuerdos humanos; un aura artificial los
envolvía. Nada se veía real con estos ojos, nada se sentía real con
estas manos.
Cada minuto, la realidad de aquella pequeña extraña se alejaba.
“Renesmeé,” asentí, perezosamente, y me puse sobre mis pies,
levantándolo conmigo.
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